NI TIENTO QUE NO SE CORTE
Antes o después, a todos nos llega en la vida ese minuto en que hay que poner los huevos sobre la mesa y hacerse cargo.Llegó el minuto y comenzó la diarrea.
A la hora de las decisiones son útiles la experiencia, la capacidad y la prudencia, pero el sentido común es insustituible, ese que tiene el más ignorante y por lo común falta en los ilustrados, conocedores y experimentados dirigentes, es natural, lucen más las citas que demuestran cultura, invocar teorías o andar por la vida con una cohorte de consejeros y asesores, que razonar como un hombre llano. La respuesta aguda o ingeniosa parece preferible a decir “no se o lo estoy pensando”
En un país donde el congreso ha entregado el manejo discrecional del presupuesto, la suma de los poderes al ejecutivo, no se reúne si los mandamás no lo autorizan; la justicia está atada de pies y manos, los jueces y fiscales se ponen, se sacan o cambian como calzones, apelar a las instituciones y al mismo tiempo aceptar un 35% de confiscación agregado a toda la carga impositiva (una memez que siempre se olvida) es un mensaje contradictorio.
Cuando hay manifiesta voluntad de desencadenar el caos, si no se dejan pisar la cabeza, resulta imposible comprender que invitación al diálogo esperan.
¿Conversarán acerca de cual servicio fúnebre es mejor, las flores o que van a servir a la concurrencia cuando termine de morir el enfermo que agoniza?
Entre la locura criminal de unos, la impericia y negligencia de otros se han llevado las cosas a un punto, que ni renunciado a todo se salva alguno.
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