Nadie debe ser culpado o ensalzado por el abuelo que le tocó, pero se heredan hábitos, carácter y educación, a veces saltan una generación, en este caso particular el salto confirma la regla.
Usurero prestamista, mentiroso, proxeneta y tratante de blancas son los títulos de uno, que parece revalidar el otro, incluso mirando chanfleado tiene el ojo de experto a la hora de seleccionar pupilas para su negocio.
Un juicio apresurado diría que el autor le tiene ojeriza al tipo. Error, el firmante se limita a reproducir la opinión de sus amigos y premiados D’ Elía y Bayer.
A menos de un día del artículo de ayer; Shylock, el Mercader de Venecia quedó casi en ridículo.
Era solo un pobre judío prestamista que hacía lo que siempre vio hacer, lo único que le enseñaron para defenderse en la vida.
Si consigue un buen abogado que no este pobre de títulos y papeles, como los que lo rodean hasta puede zafar cargándoles las tintas a los finados, como inimputable, víctima de la sociedad.
No se me diga que lo ataco impíamente cuando le estoy sugiriendo una buena salida.
Bayer y D’Elía dicen:
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