Por e-mail decenas de compatriotas, nos piden desde el exterior una explicación del conflicto agropecuario. En general conocen lo que es el campo, los números y las noticias, que leen en medios nacionales, no obstante la realidad excede los datos objetivos y les hace incomprensible lo que ocurre y como se mueven los actores.
No es la economía ni la administración de emprendimientos agropecuarios mi materia, solo opino de lo que se, si alcanza amigos lectores, hecho.
El actual conflicto con el campo, solo es la fiebre de un enfermo que muere infectado, cuando baje la temperatura no es porque se curó sino porque entra en agonía agotadas todas las defensas. Comprender esto, es el necesario punto de partido. No existen conflictos “desestabilizantes” ni voluntad organizada de hacerlo.
El país, sus instituciones, su sociedad, su organización de trabajo y producción son los que están fuera de madre. Cualquier paso adelante en lo que está al límite de la tolerancia desencadena un desastre. Posiblemente la dificultad de relacionar la desproporción entre causas y efectos tenga en esto una explicación, Puede ser un impuesto, un muerto, el derrumbe de una escuela, la lluvia, el granizo o la sequía.
Cebados por la impune rapiña, (decretos de necesidad y urgencia, manejo discrecional del presupuesto, control del congreso, la justicia, la información y la oposición, para “construir poder”) un buen día, por urgentes “necesidades de caja” producto del derroche y la ignorancia, borraron de un plumazo las leoninas reglas de juego que habían impuesto, sancionando otras peores. El campo dijo basta, la paciencia tiene un límite, la propia existencia.
La soberbia y torpeza del gobierno en lugar de asumir un error y dejar diplomáticamente y en silencio las cosas como estaban, apeló a la agresión, con argumentos que desnudaron la gigantesca mentira de la redistribución de la riqueza.
El punto inicial de éste capítulo, la novela tiene años, fue un aumento a la retención de exportaciones de soja. La carne y la lechería en silencio desaparecían anestesiadas. Queriendo tapar el sol con las manos, demonizaron a la soja y aparecieron el trigo, el girasol y el maíz, con cuentas pendientes. Se acordaron de los subsidios para compensar el manotazo, olvidando que en esa historieta ya habían muerto los buenos masacrados. El penoso recuerdo puso sobre la mesa la cuestión no resuelta de la lechería y la carne, que adormecieron con subsidios que solo pagaron a sus socios.
Pretendieron dividir a los productores en pequeños, medianos y grandes, una obsesión populista, coherente con la estigmatización de ricachones oligarcas y golpistas a los productores, poniendo en evidencia que los únicos grandes y malos, oligarcas nuevos ricos son sus socios y amigos, que no son productores sino mercaderes, vulgares aves de rapiña.
Lo que era una retención mafiosa, pasó a ser un problema de impuestos coparticipables, que puso en entredicho y le movió el piso a legisladores y gobernadores.
Acusaron a los productores de desabastecer de alimentos a la población y del aumento de precios, para que todos descubriesen que en el campo no se cosechan botellas de aceite ni bolsas de harina que solo producen cuatro cuervos amigos y beneficiarios del saqueo, la carne sobraba en los frigoríficos, no se exporta y sigue subiendo de precio.
Todo producto de una corrupta cadena de comercialización, que no se toca, bajo la batuta del estado y sus mafiosos funcionarios.
Cuanto más hablan y demoran más se enredan, una mentira en este caso destapa otra anterior.
Hemos visto avalanchas en imágenes, la tenemos en vivo, recién comienza, simplemente mire, no se puede hacer otra cosa, se llevará por delante gigantes con pies de barro, monumentos carcomidos, dementes que en medio del caos convocan al diálogo y a los inocentes de siempre. Se ve donde y cuando comienza, nunca se sabe donde y cuando termina o si algo quedará en pie.
Tan responsables son los que no resuelven como los que entretienen, para conservar los cargos en los sellos de goma. Renunciar e irse, parece no estar en los planes de nadie o ninguno se considera responsable por años de engaños, agachadas y concesiones.
En tanto la energía se acumula, solo falta una ridícula gota, igual a las otras, que rebase el vaso de la justa ira.
Hoy se llama retenciones, en semanas, con paro o sin el faltarán leche, carne, gas y combustibles. Las avalanchas arrastran todo lo que hay en el camino, no preguntan.
Donde quiera que esté amigo lector, de gracias a Dios está en el paraíso. La Argentina golpea para que le abran las puertas del infierno, donde mientras tengamos vida, seguiremos gritando ¡Viva la Patria, carajo!
Y haciendo por ella lo que modestamente podemos, convencidos que no hay esfuerzo inútil por pequeño que sea. Un grano de arena o de mostaza es mucho más que nada.
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