En una noche 400.000 vecinos visitaron museos que siempre estuvieron, porque los abrieron, sacaron rejas y candados. Inclusive algún cronista de cultura, que informa del “acontecimiento” descubrió museos cuya existencia ignoraba.
Quien vive y trabaja en la ciudad en BsAs, solo por casualidad pude acceder a un museo, que solo abren en días y horas que nadie puede ir o están ocupados por una runfla culturosa de círculo cerrado exhibiendo creaciones con latitas de cerveza, escupitajos de pintura en una sábana, esculturas de materiales imposibles de esculpir o cualquier cosa que nada tiene que ver con el museo, solo porque tiene espacio libre y un director amigo dispuesto a ceder las instalaciones. El visitante anónimo es un leproso al que se evita y termina yéndose con sus inquietudes a otra parte.
La cultura no sale a la calle, nace, vive y muere en ella, es el sedimento de la vida de los pueblos, los que desde siempre pretendieron encerrarla para el consumo exclusivo de sus círculos cerrados, haciendo sentir al simple visitante como sapo de otro pozo, recibieron una sorpresa y no salen de su asombro.
Cada cuatro años se repite, ¿tan complicado es disponer una vez al mes, en un fin de semana amplios horarios para recorrer los museos? Evitando superponer ordinarios recitales, murgas y exhibiciones promocionales de pseudo artistas con contenido ideológico. No le veo la pata comercial a la iniciativa por lo que presumo caerá en saco roto. Tranquilos tilingos culturales, no les quitarán el coto de exhibición privado.
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