junio 03, 2011

U.T.E. KIRCHNER, BONAFINI, SCHOKLENDER







UTE: Kirchner - Bonafini - Schoklender



Tempranamente aprendí que la burbuja es un lugar cómodo para vivir pero malo para hacer pronósticos. Uno tiende a proyectar el microclima que allí se respira al universo entero y el margen de error suele ser monumental. En la burbuja siempre se convive entre similares; si uno tiene zapatos con cordones, todos tienen zapatos acordonados. Si uno lee, todos son lectores. Si uno mira con indulgencia, son todos indulgentes y cuando uno es cándido, todos lo son.
La euforia de que “todos” votaban al ingeniero Alsogaray me hizo festejar por anticipado el triunfo del liberalismo para la Argentina y a pesar del tropezón, celebro que haya sido en mis tempranos años de vida y de militancia porque aquel error significó un valioso antídoto contra la burbuja.


Aprendí que la frase era parecida pero que se había salteado la sutileza de los tintes y que no todos votaban al ingeniero sino todos los que estábamos en la misma burbuja; y así fue como descubrí vida más allá del propio ombligo. Y descubrí también la variedad de matices que ofrece la realidad política aunque debo confesar que me sigo sorprendiendo con los que se suman a diario. Alguien intentó explicarme que esto de ahora no son matices sino cromosomas fallidos, engendros monstruosos que la biología rechazaría como malformaciones malsanas y la política nacional abraza. Tiendo a encontrar lógico el razonamiento aunque la explicación en sí no alcanza para suavizar el impacto pernicioso de la subclase dirigencial que nos ahoga.


Liberada del síndrome de la burbuja hoy reconozco con claridad que quienes festejan que los detalles aberrantes de la entente Bonafini-Schoklender hayan salido a la luz, no son más que condóminos de una misma burbuja.

Al gran público ni le rozan las porquerías que ese dúo dinámico viene haciendo desde que Néstor Kirchner los alquiló para su personal beneficio.
Los millones de individuos que de una u otra manera comen de la misma corrupción kirchnerista no se espantan con la indecencia ni con el delito ajeno porque, en el fondo, sobre facturar una obra pública o cobrar por ella y no realizarla no difiere de la inconducta de recibir un dinero por no hacer nada. Ambas acciones son una estafa y el cuánto no morigera la acción.

El peronismo, en un acuerdo tácito con la sociedad, ha instalado el mecanismo perverso de “hoy por mí, mañana por mí” o lo que he dado en llamar permiso para robar.
Respecto de los que andan por ahí escandalizados con la información también conforman un sub grupo de cuidado. Son, en gran parte, los mismos que descalifican a Elisa Carrió por agorera, inflexible y creyente. Nada dicen de la propia arbitrariedad y de su inmadurez cuando toman, como los chicos, sólo lo que quieren del plato.

Abren la galletita, le raspan la crema y tiran las tapas. Carrió es un todo y la madurez se aplica para entender que las personas son enteras, con lo que nos gusta y lo que nos gusta menos; y también nos indica que en la evaluación del combo se encuentra el valor de las personas, públicas y privadas, sin rasparles la crema y sin tirar las tapas porque la galletita es la crema y las tapas y porque la crema sola no es la galletita.


Elisa Carrió es la que decide con el dedo quién será diputado, y la que se adelanta a los acontecimientos como hace un líder. Muchos argentinos le computan como defecto esa cualidad excepcional que el mundo exalta y la rechazan simplemente porque esta sociedad adolescente se niega a escuchar la verdad. A pesar de todo, Carrió persiste y hoy tiene el coraje de denunciar las repugnancias de que son capaces los asesinos camuflados de defensores de la vida. Es la única capaz de desnudar el contrasentido del tortuoso acuerdo que subyace entre quien engendró asesinos y quien asesinó a los que lo engendraron. La Coalición Cívica, una construcción que lleva la impronta de Carrió mal que le pese a varios, señala contra todo el marketing “progre” los negociados de una madre que adoptó a quien es huérfano por decisión propia.


Es bueno recordar episodios que la memoria frágil y sesgada de nuestra sociedad tiende a olvidar con miserable desparpajo: Elisa Carrió fue echada de la Comisión Permanente por los Derechos Humanos, organismo tuerto si los hay que sí integra el rabino fashion devenido político, por haber opinado sobre la persecución judicial que padecen los hijos adoptivos de Ernestina Noble.


La izquierda radicalizada que ayer mataba y hoy administra el estado la detesta porque es su auténtica enemiga. Y por eso, sólo por eso quienes aborrecen la actual dictadura debieran reconocer su perseverancia y defender su permanencia. A menos que alguien considere que su existencia no le hace bien al sistema y que la política se enriquecería con su ausencia.


“En la otra mano” como dicen los americanos, llenas están las crónicas de detalles sobre el avión de Schoklender cuya existencia muchos conocíamos, entre otras cosas porque dormía en el hangar vecino al de Francisco de Narváez. ¿Se habrán encontrado alguna vez próximos a despegar en el Aeropuerto de San Fernando? ¿Podrá hacerse hoy el sorprendido el candidato a gobernador o la decena de importantes empresarios que frecuentan esa aeroestación por los mismos motivos y que nunca dijeron nada del curioso vecino?


La sociedad tiene que entender que la proximidad de las elecciones desvela a los políticos y a sus entornos pero no por cuánto de sus proyectos podrán plasmarse sino por cuántos espacios de privilegio ganarán o perderán en el reparto. Hipocresías a granel hacen fila para llenarnos de naderías mientras una disyuntiva de fierro se debate frente a nosotros: la república de derecho o la dictadura de hecho donde no hay margen para “los menos malos” que, además, nunca fueron tales. Todos sabemos quiénes se encolumnan tras una u otra opción.

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