septiembre 21, 2009

YA PASO Y VENCIMOS ¿COMO HICIMOS?


Fue otra siniestra pareja reinante, que tomó por asalto el poder.

Hubo mordaza, GESTAPO, represión, intimidación, violencia, delación, indiferencia, coimas y compras de conciencia.

Casi destruyen el campo con el argumento de crear una industria “flor de ceibo” que obligó por años a cerrar importaciones para que no muriera, beneficiando a sus compinches en perjuicio de todos.

Aparecieron los amigos empresarios exitosos y la Fundación de los humildes para extorsionar a los otros y saquear al que tiene porque trabajó y ahorró; produjo y dio trabajo, para redistribuir riqueza.
Como ahora un aluvión migratorio interno desplazó a la gente del interior con pocos recursos que comenzaba a mejorar, a las ciudades para condenarlas al desarraigo y la miseria.
Se bastardeó la enseñanza pública poniéndola al servicio de la obsecuencia a la pareja reinante.
No había Internet, correos electrónicos, redes sociales, telefonía móvil, grabadores, filmadoras, fotocopiadoras, impresoras ni scanner.
Todos los medios propalaban las mentiras y la desinformación oficial, La Prensa de los Paz y La Critica de Botana únicos medios independientes desaparecieron en el mismo año 1951; una expropiada de un plumazo y la otra previamente incendiada, fue quebrada y pasada al estado.

Hoy hay de todo, pero además faltan el Uruguay y sus radios: Colonia, Carve, El Espectador y Montecarlo. El terrorismo subversivo se pasea por ambas bandas del Plata.

La gran diferencia la hacen que había voluntad y decisión de vencer. Había orgullo y dignidad. y no había anestesia ni estábamos intoxicados de tolerancia, pacifismo, dialogismo y constitucionalismo, con perdón del idioma y el oído del lector agredido por tanto ismo cacofónico.

La información corría boca a boca y mano a mano entre conocidos, se copiaba con primitivos mimeógrafos de gelatina a mano hoja por hoja. Sin órdenes, reglamentos ni protocolos, cada uno daba el máximo posible sin obligación ni retribución, anónimos decididos. No había mayores ni menores, mujeres ni varones, todos argentinos comprometidos por amor a la patria, que es la casa grande, la gran familia, los que están, los que se fueron y los que vendrán. Lo que es vital, sagrado y obligatorio defender.

Cada uno dio lo que pudo, sin mirar que hacía el de al lado; no era competencia, era servicio. El compromiso de unos generó convicción, ejemplo, imitación o vergüenza y arrastró a los tibios.

Teníamos muy en claro que no se podía esperar nada del Congreso, de la política, en elecciones, defensores del pueblo, Suprema Corte, jueces, grupos empresarios, ni opinión internacional a nadie se le pasaba por la cabeza pensar en ellos, que hoy parecen los obligados “peldaños institucionales” que hay que subir de una escalera al vacío.

Sobre todo sabíamos que carecíamos de fuerzas. Las FFAA no eran confiables, salvo una minoría sin mando, operativamente nula. Con jefes comprados con “ordenes de importación” y concesiones o durmiendo a la espera del último ascenso y el retiro.

Por eso fue pura defensa y resistencia, hasta que la presión arrastro a unos pocos y la ebullición de los anónimos que fogoneaban los ánimos hizo el resto.

En aquellos tiempos nació el escrache espontáneo dirigido a militares que no podían salir de uniforme a la calle sin ser avergonzados y aislados. Los civiles funcionarios trataban de pasar desapercibidos.

Actitudes que no necesitaban de un alto mando que diera órdenes o bajara líneas de acción, convocatorias o cadenas de mail, todo fue franco, espontánea y frontal.

La sublevación de algunas unidades del ejército y marina no hubiese sido posible sin ese caldo de cultivo. Ni militarización de civiles ni politización de militares, cada uno a lo suyo, precisamente quienes se salieron de su sitio causaron el fracaso final.

Se dejó lo que no fuese absolutamente imprescindible de lado, estudio, trabajo, sueño, comodidad, comidas.

Aprendimos a improvisar antenas, a detectar interferencias y pasar el dato (están interfiriendo a radio Carve) por si otro podía sintonizarla, a deshuesar la carne podrida de la información y encontrar el caracú de la verdad oculta.
Aprendimos a observar todo, hasta detalles mínimos: el policía que había quitado la traba de la tapa de la cartuchera, estaba avisando sin quererlo que estaba en alerta porque había o iba haber problemas, era el aviso para salir a caminar distraídamente y poder sumarse a lo que hubiera sin esperar convocatorias; caras, gestos y actitudes eran el informativo del día.
Casi nos informábamos a puro olfato. Nada se guardaba, todo se compartía y comprobaba, un estado de movilización permanente.

No descubrimos América ni es mérito propio, simplemente hicimos lo que millones hicieron desde siempre en situaciones parecidas.
La resistencia la llevamos en los genes, solo hay que despertarlos. El genio y las ideas para llevarlas a cabo brotan solos. La libertad, independencia y la decisión de vencer están en cada una de nuestras células. ¡Que no se atrofien por falta de uso!

¿Por qué si vencimos estamos peor que antes?

Porque el triunfalismo que siguió a la caída de la dictadura nos hizo olvidar lo que sabíamos.
En medio de la alegría y la distensión todos parecían buenos; se comprobó que políticos y militares no eran confiables como sospechábamos y lo demostraron, unos están formados en el arte de permanecer y los otros en el de la guerra; ninguno sabe gobernar, especulan o dan órdenes.

Los partidarios de la dictadura desaparecieron avergonzados, las masas son exitistas.
Sus banderas las levantaron solo pequeños grupos para defender o negociar la permanencia de sus kioscos o los bolsones de socialistas, anarquistas y trotskos que vieron la oportunidad de disfrazarse de nacionalismo popular, robándose los huérfanos.

La intolerancia en forma de venganza de los conversos siempre más papistas que el papa queriendo aparecer como los duros, para ocultar su pasado, hizo el resto. Dejando intacto el esqueleto hegemónico de la dictadura y la corrupción del sistema de partidos políticos, denunciado ya trece años antes en 1942, semanas antes de morir, por mi abuelo el Presidente Ortiz en su mensaje de despedida a los argentinos, en el que estando casi ciego afirmaba ver años muy negros para la República.

Será muy prudente recordarlo para no tropezar con la misma piedra.

Entre paréntesis. ¿Por casa como andamos, comenzaron a no hacer? Son muchos los que ya lo hacen. Las estadísticas de consumo no se lo van a contar.

Si hay algo que no se necesita es a los de la última hora, que cuando este todo hecho aparezcan presumiendo de duros y puros. Tenemos muy dolorosamente presentes las experiencias.
Ni conversos ni fracasados o cómplices. Son peores que los conocidos mercenarios.

Para releer:
Hoy la acción es no hacer

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sr. Silva Ortiz, puede certificar cuanto dice, siendo muy chica vi hacerlo a mis hermanos mayores.
Desgraciadamente ¡cuanta razón tiene! sobra tolerancia y falta dignidad. Estamos anestesiados y resignados o esperando imposibles.
Dios lo bendiga por mantener la llama prendida
Sofía M. Z.

Anónimo dijo...

¡¡¡Magnífico articulo!!!

Real e increíblemente objetivo. desde Córdoba mis felicitaciones. Pedro Aldao