Esta duda que es como meter y revolver el dedo en la llaga, a todos les duele; porque hay certeza sobre la incapacidad de los posibles aspirantes, todas figuritas repetidas, sucias, gastadas y unanimidad en que cuanto más rápida sea la salida de los que están, menor será el daño de sus últimos espasmos.
Vayamos paso a paso; para que llegue el después es necesario que antes haya un final. Entendámoslo bien, final es se terminó, fuera, a otra cosa, nada que ver con el eufemismo transición que es continuidad de la esencia y un maquillaje de las formas. El nuevo disfraz de la trampa gatopardista.
Indudablemente es una obviedad que parece no tener sentido afirmar, no obstante en ella esta el nudo de la cuestión.
El final puede llegar por el paso del tiempo y culminar con una derrota electoral en el 2011 o puede adelantarse por una estrepitosa caída con fuga incluida. La primera posibilidad es puramente hipotética, la segunda posible, sea por los cascotazos de la avalancha de sus propios errores o porque se planta la nación y la partidocracia política que les da soporte temiendo ser arrastrada en la caída, se abstiene de sostenerlos.
En un caso u otro reaparece la cuestión ¿Quién viene?
A mi juicio poco importa, todos están todos cortados por la misma tijera, solo varía el grado de hipocresía del discurso y los métodos.
La diferencia la establece si llegan pidiendo el habitual cheque en blanco o con el rabo entre las patas viendo como fue aplastado su antecesor. Por favor releer el párrafo.
¿Nos entendemos, cuál es la diferencia?
Recomenzamos el ciclo con otros colores, nombres (peronismo republicano) y caras, para terminar igual si es que el país aguanta o marcamos rígidamente la cancha para que el nuevo no pise la raya y entienda que los argentinos no jugamos el partido, estamos en la tribuna y decidimos ser el arbitro que puede dar la pitada final como dice el reglamento cuando lo marca el reloj, o cuando el permanente desorden y violencia aconsejan terminarlo.
Que no es la amañada reválida electoral de mandatos que todos los dictadores democráticos implementan como válvula legal de seguridad fundada como todo su discurso, en la soberanía popular que solo un grupete de iluminados son capaces de interpretar.
Por eso hoy el “illuminatti” Grondona le llama voluntad popular a lo que hace una semana calificaba de cambiante humor político que deslegitima un congreso; no obstante al que apela para firmar pactos por treinta años.
Al menos para salir del paso vale. Ni bayonetas ni conspiradores de salón. Después vendrá otra generación con mejores ideas, adecuadas a los problemas de estos tiempos o diseñaran esa imprescindible salida de emergencia que salva tantas vidas. Si se equivocan pues a cargar su propia cruz sin chistar. Ya les comimos la herencia sería demasiado dejarles otra hipoteca.
Siendo un simple mortal me sigo oponiendo a las leyes y soluciones para siempre. El gen de todos los absolutismos sean monárquicos, democráticos o revolucionarios. Por derecho divino o por la diosa Razón. Siempre hay una divinidad en la divisa, para sacralizar el error.
El equipo estable de ideólogos del caos hace tiempo diseña y sugiere la nueva trampa, en estos días comienzan a proclamarla a grandes voces, En la terminología que utilizan se les ve la hilacha o la negra pata de la sota, como guste*
Transición le llaman al puente y Pacto, Acuerdo o Moncloa al recibo del peaje que autoriza a cruzar el puente y circular por el nuevo camino.
Asegurar para siempre la permanencia del sistema que los crió, dio cobijo e impunidad es el objetivo.
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* El mensaje envenenado
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