diciembre 18, 2008

EL JUEGO Y EL PODER

Foto periodicotribuna. com.ar

Ambos crean adición y son peligrosos, pero lo que mata es la permanencia.

En uno y otro el obtener una ventaja o ganar una vez, es el ancla que obliga a permanecer hasta perderlo todo.

Caminan de la mano, apoyándose mutuamente, hoy sin pudor, ayer capitalistas de juego bajo el ala de un padrino político y sus garantes la policía brava de la provincia, mantenían un bajo perfil, eran tiempos de códigos mafiosos, no había imprudentes que escupieran la mano que les da de comer.

Son los “Grandes hermanos” de una familia numerosa, la vieja prostitución callejera y la joven de artistas, con books, celulares y publicidad televisiva, trata de blancas, explotación infantil y la prolífica familia de las drogas, la cofradía de fantasmas de la noche hoy a plena luz del día.

Un avance "cultural", el cafisho es relacionista público (RRHH), representante de artistas o regentea una “fashion agencia de top models” La pirámide siempre termina en el mismo sitio: la punta del poder. Todo es lo mismo pero mucho más fino se puede hablar de ello en la familia y hasta pertenecer al selecto mundillo.
¿Qué puede tener de malo si participan gobernantes, ministros, jueces y sus familias, festejan juntos en quinchos, grandes cenas y celebraciones sociales con personajes y apellidos distinguidos?

Debiera preocupar como se extiende, ampliando sus puertas de entrada al deporte el Fútbol al Rugby, el Tenis, el Polo o el espectáculo y los empresarios exitosos. Siempre buscando el centro del poder, sea económico, social, político o los tres juntos en lo posible, poco importa quien tenga la sartén por el mango.

En esta difusión quizás pueda encontrarse una de las tantas explicaciones a la creciente violencia delictiva.
Los aprendices y ladrones de gallinas han quedado aplastados en la base de la pirámide, no pueden ascender donde está la plata grande, la impunidad y la vida fácil, un mundo que no les pertenece. La violencia despiadada y la patente de bravo es el único camino que les queda.

El poder tiránico siempre necesita un apoyo, la fuerza de las armas, de la justicia prostituida o el dinero que aportan los modernos y desinhibidos consumidores, todos empavonados de sangre.

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