mayo 29, 2009

ESCEPTICO



Cada uno tiene un rol en la vida, unos lo eligen, otros lo encuentran y otros finalmente lo llevan puesto de nacimiento.

En nuestro demagógico y mercantil sistema, los políticos, economistas y analistas deben ser optimistas, la realidad ni vende ni seduce. Se ve una luz o esto comienza a cambiar, es la fórmula que arrastra multitudes. Por regla general los hombres nunca estamos conformes con lo que tenemos.

Si nos retrotraemos en la historia entre los doce apóstoles hubo un Santo Tomás e incluso un San Pedro que dudó que pudiese caminar sobre el agua, su entendimiento por primitivo que fuese y las leyes de la física y la biología decían lo contrario.

Este artículo es auto referencial ante críticas constructivas que me han hecho. No puedo cambiar mi línea de opinión porque es producto de lo que veo y siento, como tampoco busco éxito, seguirá igual, es solo una explicación para los que tienen la constancia de leer estas líneas, y puedan tener igual sospecha.

Me sobra fe pero no la deposito en humanos, sobre todo en aquellos que solo pueden exhibir un largo currículum de fracasos y mentiras.

Me he preguntado cientos de veces porque queremos que nos mientan y estamos mejor dispuestos a creer en la absurda fantasía que en la realidad evidente, que en rigor tengo la certeza, nadie en su fuero íntimo ignora.

Así como todos sabemos que la vida tiene un límite y la muerte es inevitables; vivimos como si ello fuera un problema de otros, con respecto al futuro la posición es la misma, aún teniendo la certeza que traerá graves problemas para todos, ese todos misteriosamente nos exceptúa.

Curiosamente la misma mayoría que se enfurece contra el Servicio meteorológico porque no dieron a tiempo un alerta sobre el granizo o fuertes vientos o contra expertos y economistas que no advirtieron que de no modificarse el rumbo de la fiesta de consumo e inversiones fantasmas sobrevendría una grave crisis mundial, protestan contra los que avisan que esto se desbarranca mal.

Prefiero abstenerme de especular acerca de las razones profundas, porque hay fuertes componentes personales; me limito a dejar abierto el planteo para que cada uno lo analice lo resuelva y obre en consecuencia.

Si no puedo hacer nada por evitarlo ¿A qué preocuparme? Miéntanme y háganme feliz por un rato. Es una probable razón.

Verdaderamente ¿no se puede hacer nada? Sería la respuesta.

Al mundo no lo transforman los conquistadores ni los grandes, estos solo cosechan lo que miles de anónimos sembraron.

No son precisos grandes ejércitos, que lo sigan multitudes, un 90% de imagen positiva o recursos inagotables, solo pronunciar dos letras: NO. Hágalo fuera del silencio de la intimidad, en público, con las manos y la boca limpia.

No se enfrasque en discusiones con necios, otros para su sorpresa vendrán en su ayuda. Un no simple; tipo este está loco no ve lo evidente, dejémoslo solo hablando pavadas.

Que se avergüencen otros por decir y repetir gansadas. Comprobará el fantástico efecto del eco repitiendo el NO. Ceder un palmo de terreno cada día es el preludio de la derrota completa. ¿En verdad no puede?

El único fracaso seguro es el de aquello que no se intenta.

Nuestro grave problema es que siempre intentamos los caminos de reiterados fracasos, confiando en inútiles conocidos o nuevos sospechosos.

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