El personaje forma parte del circo peronista como los bombos de la banda, los monos, las fieras, los payasos y los magos.
Los años han pasado y no se dieron cuenta que hoy hablar de Eva Perón es como hablar del caballo blanco de San Martín, salvando las distancias y sin querer ofender al noble bruto. Todos han oído hablar de el, pero nadie lo vio. Conocen el mito no la persona y es imposible querer lo que no se conoce, o tener afecto por una fantasía.
Así como al Caballo Blanco que curiosamente ni en la leyenda tuvo nombre, hoy no le mueve una crin a la yegua del carro del cartonero; Eva Perón se disolvió en el tiempo, solo es un nombre para que los dirigentes y la manada aplaudan y viven.
Cuando además de invocar al mito y mostrar la foto, se pretende corporizarlo es porque se ha llegado al punto de no retorno. No les alcanza el nombre, necesitan una artista reciclada, tan ordinaria como ella que hable y se mueva, feo muy feo. Desagradable hasta para los que la tenemos hace años atragantada a la resentida extorsionadora.
Se les confunden los tiempos; en el lanzamiento de campaña cansó con el discurso que nunca pronunció al inaugurar un período de sesiones dando cuenta de todo lo que había hecho, omitiendo todas las verdades, en un soporífero listado de mentiras, que hace seis años escuchamos.
Se les confunden los roles, no es la oposición la que debe preguntar por los fondos de los jubilados, sino el gobierno el que debe informar que hizo con ellos.
No es la presidente y su gabinete los que deben asistir a un acto político de campaña, prescindencia se llamaba cuando la ética política era un valor obligado; es el primer acto público del fraude descarado.
Usted dirá que no quita ni agrega nada a lo que todos han visto y saben. Es cierto, pero déjeme despuntar el vicio, habrá que esperar que revienten contra el fondo, van en caída libre y nadie muere el día antes. El día que me entere de lo que han dejado, no me perdonaré no haber podido hacer algo más contundente.
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