octubre 04, 2006

¿Son o parecen?

Quien recorre el dial y los canales de TV; sean programas políticos, de opinión, musicales, humorísticos o telenovelas, no puede menos que sorprenderse del pensamiento monocorde que hay en Argentina. No es más, ni menos grave que las mil y una canallada que se hacen y dicen todos los días sino solo otra consecuencia de la tiranía hegemónica.
No caigo en la ingenuidad de interpretarlo como producto de una orden oficial sino como una consecuencia de la cobardía de los obsecuentes. Será bueno recordarlo, es responsabilidad personal de cada uno y ya vendrá el tiempo que los adulones reemplacen el envenenado discurso, por lacrimógenas excusas de las presiones que sufrieron en los “tiempos duros de la hegemonía patagónica”.
Goebbels en sus más fantásticos delirios, no hubiese podido imaginar algo similar porque acá es espontáneo, es la transversalidad del miedo, el que no piensa en rojo; ni piensa, ni come, ni trabaja, simplemente se queda donde está para que lo desplacen los que trepan. El secreto es mechar las “consignas” en un comentario, la letra de una canción, el argumento de una novela o hasta un “espontáneo chiste”. Las noticias, no importa el tema, todas teñidas del color o el texto único. Hasta cuando faltan las palabras se utiliza el gesto.
Ni tan siquiera se copian los métodos de la primera dictadura peronista que centraba el mensaje en presuntas realizaciones y graciosas concesiones a los trabajadores, no existían los excluidos, estos son creación exclusiva de los social demócratas y los modernos peronistas, los “enemigos” como plato fuerte, eran reservados para las arengas en las concentraciones de Plaza de Mayo. Al menos aquel dictador sabía que no se puede mentir a todos todo el tiempo.
La consecuencia obligada es que parece instalarse la sensación que son muchos, todos dicen lo mismo, repitiendo hasta el hartazgo las mentiras oficiales hasta que asumen el carácter de verdades absolutas.
Ni son muchos ni son tantos, no pasan de una plaga de loros barranqueros, comiendo lo que hay y repitiendo lo que escuchan y que como vinieron se irán.
Por debajo de esa mentirosa unanimidad vive la Argentina real y legítima, la que recibe los golpes, la que se levanta y sigue adelante sin llorar ni buscar cámaras; la Argentina digna.
En el último mes han aparecido cambios profundos y se ha quebrado el sepulcral silencio frente a los desafueros del poder.
Se insinuó en la Plaza San Martin, en el día del Ejército y mostró toda su presencia en la Plaza de Mayo, que escuchó el tremendo silencio de los que dicen BASTA, sin palabras pero con presencia. Periodistas, topos y agentes dobles silenciaron el curioso hecho que la movilización de la “derecha católica y reaccionaria” ovacionara a un solo orador: un rabino de la comunidad Judía porque fue el único que dijo lo que todos querían oír.
Lo que demuestra una vez más que en el país los únicos racistas, que discriminan y violan todos los derechos son los progresistas y revolucionarios.
A partir de ese día ningún exabrupto quedó sin respuesta. Siguen teniendo la calle y los medios pero ya perdieron el poder de imponer silencio. La calle tendrán que peleársela a sus propios mercenarios, los medios, periodistas y “analistas” se suicidaron por un puñado de rupias, se hartó la audiencia.
Quizás no pase de murmullos, pero hay ruido y cuando el río suena agua trae.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡ BUENISIMO !!!

Como siempre certero, claro y exacto

Anónimo dijo...

De acuerdo, me quitaron las palabras.Es mi dosis de antídoto diario.Adelante