Hay imágenes espejadas y vidas paralelas, el caso de John Fitzgerald Kennedy y Hussein Barack Obama es el más reciente.
Ambos niños mimados de la prensa y la “opinión pública correcta”, ambos demócratas y con caracteres personales que rompen la imagen de un presidente americano. Uno joven sin antecedentes, católico, agnóstico e irlandés y el otro joven, improvisado, agnóstico y negro.
Uno tiene entre sus méritos haber blindado a Cuba contra los exiliados que querían liberar su patria, a través de una aventura en bahía de los Cochinos condenada por anticipado al fracaso y un bloqueo de fantasía; el otro al rescate de los Castro que se desmoronan por el colapso de su economía, liberando las transferencias de dólares y flexibilizando el comercio y los viajes para que los americanos puedan consumir y hacer negocios en Cuba.
Se les debe reconocer la inteligencia montada tras las operaciones para dejar felices a los Castro, a los exiliados y a los demócratas del mundo, haciendo tabla rasa con los cacareados derechos humanos y la religión democrática; un privilegio que no se le concedió a Sadam Hussein, a los Persas, Afganos y Paquistaníes.
El estado del pueblo cubano es producto directo de la utopía marxista aplicada a sangre y fuego por una dictadura carnicera, protegida por un muro con barras y estrellas. No se resuelve inyectando dólares ni dando la opción que puedan comparar su perverso sistema con las bondades de la democracia americana. Los cubanos no eligieron, fueron entregados por los amigos y sometidos por el enemigo soviético.
Se desmoronaron Rusia y toda la Europa del este colonizada por el marxismo, ¿quien es el ingenuo en creer que Cuba ha sobrevivido por sus propios méritos?
Cambio dólares y consumidores por principios; la demagogia humanitaria justifica todo.
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