Cada día se hace más evidente la presencia de factores que dificultan el análisis y reflexión de lo que ocurre en la Argentina, con el agravante que siendo distintos, todos están ligados por vasos comunicantes que dificultan enunciarlos y examinarlos aisladamente. Hay miedo, desinformación, censura y autocensura y un factor que sin ser novedoso tiene cada vez más una presencia relevante: los microclimas.
Si es posible evitar la confusión de sus infinitas ligaduras, trataré de dar una opinión.
El miedo que fue motivo de artículos anteriores ( ver "Miedo"), hoy atraviesa vertical y horizontalmente todos los sectores de la sociedad. Hay miedo en el gobierno, en los funcionarios, en el ámbito de la industria el comercio y la producción; Hay miedo en todos los niveles de la población, en todas las organizaciones intermedias, políticas o sociales ¿A que se teme? En unos casos a la represalia de los tiranos ejercida con impunidad e impiedad jamás vista, en otros a perder las prebendas, el trabajo o la licita actividad de producir comerciar o dar servicios, en todos a la inseguridad de derechos elementales: la vida, la propiedad, la educación, la salud, hasta las perspectivas de un futuro acorde al esfuerzo. Quienes están en funciones bajo la protección del paraguas oficial, a la certeza que antes de un año se cae la estantería y sálvese el que pueda. Son testigos privilegiados que se ha perdido hasta el más elemental recato a la hora de falsear y tapar una mentira con otra, con el agregado que muchos de ellos han sido operadores y voceros de tanta canallada.
Quienes todavía son funcionarios opositores, sienten temblar el piso y son concientes que en cualquier momento tendrán que tomar una decisión de la que dependerá su futuro. No creen ni confían en propios o ajenos.
En los comentaristas y periodistas, la cuestión tiene caracteres propios; están los que se prendieron desde la primer hora al discurso injuriante y sectario de los derrotados reclamando el botín, estos son demasiado conocidos y están muy jugados y si o si tienen que seguir, pero todos tienen la valija hecha y un pasaje abierto. Los que vieron la posibilidad de crecer y destacarse, la aprovecharon y ahora con disimulo bajan los decibeles o incursionan en otras áreas menos expuestas, unos, muy pocos, los distraídos de siempre que sienten que se les va el tren y corren desesperados a subirse, sin saber dónde va.
Finalmente “el microclima”, es tanta la información que circula, los globos de ensayo y las “operaciones de prensa” que se palpa una absoluta incapacidad de procesarla, separar la paja del trigo. Al decir de nuestro campo están “como chorizo en fuente de loza” o “como turco en la neblina” Situación que fue crónica en la dirigencia política y en los gobernantes encerrados en chismes y versiones de comité o despachos, totalmente aislados de la realidad.
Si al efecto del microclima se le suma el terror a decir “no se, o no tengo opinión formada” tiene casi el panorama de un país en que todos parecen absolutamente desubicados.
Va y viene como cuestión fundamental si se adelantan o no las elecciones, se discuten leyes y mandatos constitucionales como si la ley y la Constitución tuvieren vigencia. Las elecciones serán cuando los tiranos tengan la certeza de ganarlas. Esto no se puede decir aunque todos lo sepan, pero como hay que opinar a darle paño a la pavada y a los sofismas.
El régimen que jamás tuvo políticas, está atado de pies y manos a la producción agropecuaria y ésta, al clima y al comercio internacional que precisamente no pasa por su período más previsible. Siguen pendientes de solución los combustibles líquidos, el gas y la energía eléctrica. El cacareado superávit fiscal y los subsidios con que se tapan las tarifas dependen del peaje mafioso a la exportación. Los mentirosos acuerdos de precios caen en diciembre, para entonces ni lápiz les va a quedar para seguir dibujando índices. Me planteo una duda ¿Quién se animará a sacar la papa caliente? Si se desacomoda un solo factor se produce una reacción en cadena y sólo de este precario equilibrio depende que las elecciones sean a principio o fin de año, en última instancia hay una dama para sacrificar en el tablero. Hasta quizás piensen que la política de tierra arrasada les garantice el retorno en cuatro años.
Si es posible evitar la confusión de sus infinitas ligaduras, trataré de dar una opinión.
El miedo que fue motivo de artículos anteriores ( ver "Miedo"), hoy atraviesa vertical y horizontalmente todos los sectores de la sociedad. Hay miedo en el gobierno, en los funcionarios, en el ámbito de la industria el comercio y la producción; Hay miedo en todos los niveles de la población, en todas las organizaciones intermedias, políticas o sociales ¿A que se teme? En unos casos a la represalia de los tiranos ejercida con impunidad e impiedad jamás vista, en otros a perder las prebendas, el trabajo o la licita actividad de producir comerciar o dar servicios, en todos a la inseguridad de derechos elementales: la vida, la propiedad, la educación, la salud, hasta las perspectivas de un futuro acorde al esfuerzo. Quienes están en funciones bajo la protección del paraguas oficial, a la certeza que antes de un año se cae la estantería y sálvese el que pueda. Son testigos privilegiados que se ha perdido hasta el más elemental recato a la hora de falsear y tapar una mentira con otra, con el agregado que muchos de ellos han sido operadores y voceros de tanta canallada.
Quienes todavía son funcionarios opositores, sienten temblar el piso y son concientes que en cualquier momento tendrán que tomar una decisión de la que dependerá su futuro. No creen ni confían en propios o ajenos.
En los comentaristas y periodistas, la cuestión tiene caracteres propios; están los que se prendieron desde la primer hora al discurso injuriante y sectario de los derrotados reclamando el botín, estos son demasiado conocidos y están muy jugados y si o si tienen que seguir, pero todos tienen la valija hecha y un pasaje abierto. Los que vieron la posibilidad de crecer y destacarse, la aprovecharon y ahora con disimulo bajan los decibeles o incursionan en otras áreas menos expuestas, unos, muy pocos, los distraídos de siempre que sienten que se les va el tren y corren desesperados a subirse, sin saber dónde va.
Finalmente “el microclima”, es tanta la información que circula, los globos de ensayo y las “operaciones de prensa” que se palpa una absoluta incapacidad de procesarla, separar la paja del trigo. Al decir de nuestro campo están “como chorizo en fuente de loza” o “como turco en la neblina” Situación que fue crónica en la dirigencia política y en los gobernantes encerrados en chismes y versiones de comité o despachos, totalmente aislados de la realidad.
Si al efecto del microclima se le suma el terror a decir “no se, o no tengo opinión formada” tiene casi el panorama de un país en que todos parecen absolutamente desubicados.
Va y viene como cuestión fundamental si se adelantan o no las elecciones, se discuten leyes y mandatos constitucionales como si la ley y la Constitución tuvieren vigencia. Las elecciones serán cuando los tiranos tengan la certeza de ganarlas. Esto no se puede decir aunque todos lo sepan, pero como hay que opinar a darle paño a la pavada y a los sofismas.
El régimen que jamás tuvo políticas, está atado de pies y manos a la producción agropecuaria y ésta, al clima y al comercio internacional que precisamente no pasa por su período más previsible. Siguen pendientes de solución los combustibles líquidos, el gas y la energía eléctrica. El cacareado superávit fiscal y los subsidios con que se tapan las tarifas dependen del peaje mafioso a la exportación. Los mentirosos acuerdos de precios caen en diciembre, para entonces ni lápiz les va a quedar para seguir dibujando índices. Me planteo una duda ¿Quién se animará a sacar la papa caliente? Si se desacomoda un solo factor se produce una reacción en cadena y sólo de este precario equilibrio depende que las elecciones sean a principio o fin de año, en última instancia hay una dama para sacrificar en el tablero. Hasta quizás piensen que la política de tierra arrasada les garantice el retorno en cuatro años.
Menos información y más sentido común, las cartas están echadas y bien a la vista.
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