Pues si señor, si está por ir a comer es bueno que conozca las nuevas tendencias, se consiga un manual o acepte que va a pagar por frustrarse.
Hoy han desaparecido las fuentes, las bandejas y las salseras, la comida se “emplata” para mostrarla; si puede comer o no es secundario y es su problema, lo fundamental como todo en esta nueva cultura es mostrar, que parezca antes que sea. Tiene su razón de ser cuando la fiebre consumista ha lanzado al mercado a los “paladar de plástico”. Los mismos obsesos del aire puro que no toleran el olor a cigarrillo en la mesa pero saturan de desodorantes las cocinas para que el ajo o el pescado no irrite sus sensibles olfatos.
Los responsables o dueños de restaurantes cinco tenedores hace rato que saben que su clientela no va en busca exquisitos manjares sino a mostrarse. Estar y que lo vean es lo importante, la comida es una excusa. De allí posiblemente esta moda de afeites y maquillajes para que la comida parezca.
¿Qué es esto de emplatar? Es la prolija construcción de un “zigurat” en el centro del plato, apilando todos los componentes, que serán rematados por una ramita de perejil o de romero, manchando con gotas o finos trazos de una elaborada salsa que también es para mirar, si consigue probarla se va a quedar con las ganas de comerla, no alcanza.
Una vez que vio, admiró y provocó la envidia de sus vecinos, desarme despectivamente la pila como si hubiera comido, si puede pruebe algo. Olvídese de cortar el medallón de lomo que hace equilibrio sobre varios pisos de lo que pasó de ser guarnición a ser plataforma, el resultado puede ser catastrófico. Ya no existe el concepto de cortar sobre una superficie rígida, es más hasta dudo si es correcto cortar o si ese acto ha quedado reservado al “gourmet”, chef, cocinero o como se llame, que emplató para que admire y no para que desarme su obra de arte. Siga el consejo de un cavernícola, si tiene que mostrarse vaya y hágalo, cumpla con el ritual pidiendo lo más barato, no importa que sea total no va a comer, a la salida siempre a no más de una cuadra habrá un bodegón “comme il faut” para degustar sin complejos ni malabarismos un buen bife con papas y huevo frito o si la quiere rebuscada con “panache” de verduras y salsa de champignon. Tanta le van a traer que se va a lamentar de no poder llevarla.
Hoy han desaparecido las fuentes, las bandejas y las salseras, la comida se “emplata” para mostrarla; si puede comer o no es secundario y es su problema, lo fundamental como todo en esta nueva cultura es mostrar, que parezca antes que sea. Tiene su razón de ser cuando la fiebre consumista ha lanzado al mercado a los “paladar de plástico”. Los mismos obsesos del aire puro que no toleran el olor a cigarrillo en la mesa pero saturan de desodorantes las cocinas para que el ajo o el pescado no irrite sus sensibles olfatos.
Los responsables o dueños de restaurantes cinco tenedores hace rato que saben que su clientela no va en busca exquisitos manjares sino a mostrarse. Estar y que lo vean es lo importante, la comida es una excusa. De allí posiblemente esta moda de afeites y maquillajes para que la comida parezca.
¿Qué es esto de emplatar? Es la prolija construcción de un “zigurat” en el centro del plato, apilando todos los componentes, que serán rematados por una ramita de perejil o de romero, manchando con gotas o finos trazos de una elaborada salsa que también es para mirar, si consigue probarla se va a quedar con las ganas de comerla, no alcanza.
Una vez que vio, admiró y provocó la envidia de sus vecinos, desarme despectivamente la pila como si hubiera comido, si puede pruebe algo. Olvídese de cortar el medallón de lomo que hace equilibrio sobre varios pisos de lo que pasó de ser guarnición a ser plataforma, el resultado puede ser catastrófico. Ya no existe el concepto de cortar sobre una superficie rígida, es más hasta dudo si es correcto cortar o si ese acto ha quedado reservado al “gourmet”, chef, cocinero o como se llame, que emplató para que admire y no para que desarme su obra de arte. Siga el consejo de un cavernícola, si tiene que mostrarse vaya y hágalo, cumpla con el ritual pidiendo lo más barato, no importa que sea total no va a comer, a la salida siempre a no más de una cuadra habrá un bodegón “comme il faut” para degustar sin complejos ni malabarismos un buen bife con papas y huevo frito o si la quiere rebuscada con “panache” de verduras y salsa de champignon. Tanta le van a traer que se va a lamentar de no poder llevarla.
¡Bon appetit!
2 comentarios:
Claro, las nuevas tendencias sinceramente son platos muy bonitos, minimalistas muchas veces, elegantes... pero son un insulto al paladar, son desequilibrados al gusto, a las sensaciones, es una decepción al momento de probarlos y ver que no satisfacen nuestro gusto, y peor aún, saber que todavía tendremos que pagarlos...
asco sus comentarios disculpenme pero no tienen idea de que hablan
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