Si algo es capaz de parar el mundo no se lo puede ignorar y dejar de lado.
No es una competencia deportiva y en esto nadie tiene duda. De todo y de todos se aprende si sabe ver y escuchar, y esto si importa.
En muchos países es una conveniente reedición de aquellos juegos del Coliseo Romano, que por cien o más días mantenían entretenida a la chusma de los dramas cotidianos. Un conveniente y necesario recreo de tantas malas noticias. Está y sería tonto no aprovecharlo, mirar todo y extraer el riquísimo jugo que va a dar.
Rascando un poco el barniz pseudo deportivo de competencia, aparece otra realidad. No es ni más ni menos que una moderna guerra humanitaria; repárese en cánticos, actitudes y despachos de prensa, todo remeda antiguas batallas: la “scuadra azurra” y la “furia” española, si Alemania arranca bien se hablará de la “blitzkrieg” o de los “panzer” hasta quizás Francia tenga su “Watterloo” Brasil con más ritmo bailará la Samba.
Un caso aparte es el de las naciones africanas que asombran con sus antiguos ritos guerreros y sus ancestrales tabúes. No hay diferencia entre el ugandés que entierra un hueso de pollo dentro del arco para que no entre la pelota y el inglés que se pone desodorante en una sola axila por cábala, las últimas veces que lo hizo su equipo ganó. El enfrentamiento de distintas selecciones arrastra, quieras que no, una vieja rivalidad histórica. Son distintos los componentes de un Francia vs. Italia que los de Francia vs. Inglaterra, en esto toman partido el periodismo, los dirigentes y las barras de simpatizantes.
Hay buenos que pasan a ser la encarnación de Satanás y deben ser aniquilados sin piedad. Si por razón de las circunstancias el enemigo fuera Serbia Montenegro con los que no tenemos cuentas pendientes, todos los argentinos serán ingleses si a ellos les toca aplastarlos.
Por un tiempo se hacen y deshacen alianzas y enemistades, capaces de poner patas arriba la historia la política y la geografía.
La cuestión de la inmigración desaparece, ninguno puede prescindir de la habilidad y rendimiento físico de los llamados subsaharianos, cuestión capaz de recalentarse si alguna de sus selecciones contra adversarios, dirigentes y árbitros se corta en punta.
Será interesante ver que tanto maduró el mundo por amor a una bolsa de relucientes rupias.
No es una competencia deportiva y en esto nadie tiene duda. De todo y de todos se aprende si sabe ver y escuchar, y esto si importa.
En muchos países es una conveniente reedición de aquellos juegos del Coliseo Romano, que por cien o más días mantenían entretenida a la chusma de los dramas cotidianos. Un conveniente y necesario recreo de tantas malas noticias. Está y sería tonto no aprovecharlo, mirar todo y extraer el riquísimo jugo que va a dar.
Rascando un poco el barniz pseudo deportivo de competencia, aparece otra realidad. No es ni más ni menos que una moderna guerra humanitaria; repárese en cánticos, actitudes y despachos de prensa, todo remeda antiguas batallas: la “scuadra azurra” y la “furia” española, si Alemania arranca bien se hablará de la “blitzkrieg” o de los “panzer” hasta quizás Francia tenga su “Watterloo” Brasil con más ritmo bailará la Samba.
Un caso aparte es el de las naciones africanas que asombran con sus antiguos ritos guerreros y sus ancestrales tabúes. No hay diferencia entre el ugandés que entierra un hueso de pollo dentro del arco para que no entre la pelota y el inglés que se pone desodorante en una sola axila por cábala, las últimas veces que lo hizo su equipo ganó. El enfrentamiento de distintas selecciones arrastra, quieras que no, una vieja rivalidad histórica. Son distintos los componentes de un Francia vs. Italia que los de Francia vs. Inglaterra, en esto toman partido el periodismo, los dirigentes y las barras de simpatizantes.
Hay buenos que pasan a ser la encarnación de Satanás y deben ser aniquilados sin piedad. Si por razón de las circunstancias el enemigo fuera Serbia Montenegro con los que no tenemos cuentas pendientes, todos los argentinos serán ingleses si a ellos les toca aplastarlos.
Por un tiempo se hacen y deshacen alianzas y enemistades, capaces de poner patas arriba la historia la política y la geografía.
La cuestión de la inmigración desaparece, ninguno puede prescindir de la habilidad y rendimiento físico de los llamados subsaharianos, cuestión capaz de recalentarse si alguna de sus selecciones contra adversarios, dirigentes y árbitros se corta en punta.
Será interesante ver que tanto maduró el mundo por amor a una bolsa de relucientes rupias.
Que gane el más mejor mientras no sea inglés.
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