Nadie está inmune al cargo, de hecho lo somos todos por la simple razón de estar vivos en este mundo, que construye por las dudas, defensas hasta para lo que no existe y nos deja expuestos a todos los peligros e inseguridades reales. ¿Podrá ser consecuencia de que la realidad está siendo reemplazada por lo virtual, los objetos por hologramas, las imágenes fotografiadas o filmadas por montajes?
El ser fue reemplazado por el parecer, y hoy ya nada es lo que parece, cosa de locos pero cierta. Los cambios ocurren a tal velocidad que si se perdió uno, cuando viene el siguiente ya no se sabe donde se esta parado, o que significado tienen un si o un no.
Volvamos al sospechoso; es una imputación penal, que con sorprendente velocidad se ha extendido a todos los ámbitos y afecta a todos.
No existía el sospechoso en general, el delito se tipificaba por adherir o simpatizar con sectores o ideas que han sido execrados por la opinión pública a criterio de los nuevos médicos sociales que toman el pulso, la presión y temperatura de los pueblos.
Era imputable el sospechoso de fundamentalismo, el creyente en el Islam, el presunto agente de la C.I.A. o de un “ servicio”, un militar, un policía, el ateo social que no comulga con la moda o el venerable “San Progreso”, pero todo esto casi es historia antigua, el terreno de las creencias e ideologías ha sido superado y de el mundo exterior ya penetró en el privado.
Hoy todos somos sospechosos.
No se trata de una sensacional revelación, es conocido por quienes se mueven en el imperio virtual que se transforma en real a la hora de recaudar derechos en moneda cantante y sonante.
Seamos claros para quienes no conocen la cuestión.
El meollo del asunto pasa por la “propiedad intelectual y los derechos de autor” y la imposibilidad de recaudarlo en el espacio virtual. Para ser sintético, no se trata si usted baja música, videoclips, textos, juegos etc. Por el solo hecho de tener una PC o un reproductor, se convierte en sospechoso de piratería informática y siendo materialmente imposible de controlar, la solución a la vista es aplicar un “canon” a la adquisición o tenencia de algún dispositivo que le permita “piratear” estas creaciones de intelectos superiores y reproducirlas o copiarlas. Que lo haga o no es irrelevante, puede hacerlo y eso solo configura la presunción que lo acredita como sospechoso “ipso facto” delincuente.
Extremando la comparación, podríamos llegar al absurdo que por comprar un arma de fuego, tuviera que constituirse detenido una semana por año a cuenta del asesinato que puede cometer, no lo olvide, es un sospechoso y sus derechos están “en capilla”.
No se trata de una fantástica ficción, ya es realidad. En menos tiempo del que tarde en leer de nuevo estará pagando el bendito “canon”, prolijamente disimulado en sus horas de conexión a Internet o en la compra de equipos o accesorios.
El sistema final está por verse de acuerdo a la guerra salvaje desatada entre editores, empresas de comunicaciones, fabricantes y proveedores de bienes y servicios; no será larga, cada día todo está más concentrado en las mismas manos.
Se ha aceptado la doctrina de la “guerra preventiva” y se practica el atentado terrorista como forma lícita de la respuesta “asimétrica”. No imagino un argumento que se oponga a la aparición “legal” de la justicia y la pena preventiva, dicho así de pronto parece un delirio fantástico, lo es, ¿o acaso no es razonable esperarlo del mundo esquizofrénico en que vivimos?
La cuestión no se detiene en esta práctica menor de piratear derechos intelectuales ajenos, se extiende a velocidad impensable a todos los órdenes de la actividad humana. Una vez instalado el concepto de sospechoso no hay límites.
Un par de décadas atrás, esto era una fantástica construcción de ciencia-ficción, hoy está presente y se extiende con fuerza arrolladora.
El ser fue reemplazado por el parecer, y hoy ya nada es lo que parece, cosa de locos pero cierta. Los cambios ocurren a tal velocidad que si se perdió uno, cuando viene el siguiente ya no se sabe donde se esta parado, o que significado tienen un si o un no.
Volvamos al sospechoso; es una imputación penal, que con sorprendente velocidad se ha extendido a todos los ámbitos y afecta a todos.
No existía el sospechoso en general, el delito se tipificaba por adherir o simpatizar con sectores o ideas que han sido execrados por la opinión pública a criterio de los nuevos médicos sociales que toman el pulso, la presión y temperatura de los pueblos.
Era imputable el sospechoso de fundamentalismo, el creyente en el Islam, el presunto agente de la C.I.A. o de un “ servicio”, un militar, un policía, el ateo social que no comulga con la moda o el venerable “San Progreso”, pero todo esto casi es historia antigua, el terreno de las creencias e ideologías ha sido superado y de el mundo exterior ya penetró en el privado.
Hoy todos somos sospechosos.
No se trata de una sensacional revelación, es conocido por quienes se mueven en el imperio virtual que se transforma en real a la hora de recaudar derechos en moneda cantante y sonante.
Seamos claros para quienes no conocen la cuestión.
El meollo del asunto pasa por la “propiedad intelectual y los derechos de autor” y la imposibilidad de recaudarlo en el espacio virtual. Para ser sintético, no se trata si usted baja música, videoclips, textos, juegos etc. Por el solo hecho de tener una PC o un reproductor, se convierte en sospechoso de piratería informática y siendo materialmente imposible de controlar, la solución a la vista es aplicar un “canon” a la adquisición o tenencia de algún dispositivo que le permita “piratear” estas creaciones de intelectos superiores y reproducirlas o copiarlas. Que lo haga o no es irrelevante, puede hacerlo y eso solo configura la presunción que lo acredita como sospechoso “ipso facto” delincuente.
Extremando la comparación, podríamos llegar al absurdo que por comprar un arma de fuego, tuviera que constituirse detenido una semana por año a cuenta del asesinato que puede cometer, no lo olvide, es un sospechoso y sus derechos están “en capilla”.
No se trata de una fantástica ficción, ya es realidad. En menos tiempo del que tarde en leer de nuevo estará pagando el bendito “canon”, prolijamente disimulado en sus horas de conexión a Internet o en la compra de equipos o accesorios.
El sistema final está por verse de acuerdo a la guerra salvaje desatada entre editores, empresas de comunicaciones, fabricantes y proveedores de bienes y servicios; no será larga, cada día todo está más concentrado en las mismas manos.
Se ha aceptado la doctrina de la “guerra preventiva” y se practica el atentado terrorista como forma lícita de la respuesta “asimétrica”. No imagino un argumento que se oponga a la aparición “legal” de la justicia y la pena preventiva, dicho así de pronto parece un delirio fantástico, lo es, ¿o acaso no es razonable esperarlo del mundo esquizofrénico en que vivimos?
La cuestión no se detiene en esta práctica menor de piratear derechos intelectuales ajenos, se extiende a velocidad impensable a todos los órdenes de la actividad humana. Una vez instalado el concepto de sospechoso no hay límites.
Un par de décadas atrás, esto era una fantástica construcción de ciencia-ficción, hoy está presente y se extiende con fuerza arrolladora.
Ver la siguiente información, recordando que Gran Bretaña es ese primer mundo que ansiamos imitar y del que importamos todos los ejemplos y novedades. Quien clama por seguridad, debe ser conciente que solo se consigue a expensas de la libertad. Ahora si, adelante "Los Británicos son los más vigilados de todo occidente"
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