Es muy caro el precio de ignorarla. No se puede mentir a todos permanentemente y mucho menos tener el cinismo de confesar las mentiras y decir; -¡joderse! La política del hecho consumado es de patas muy cortas, una vez cada tanto pasa, todos los días cansa.
Los dichos y refranes son la historia menuda transmitida boca a boca, cuya exactitud certifican cientos de generaciones que los comprobaron, quizás por eso sea prudente para muchos recordar “que cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”.
Lo ocurrido no es sorpresa, estaba cantado y posiblemente fue mas grande de lo esperado por todos y de allí el silencio. La renuncia de Rumsfeld no lo invalida, su salida era obligada, una interpelación en el congreso se lleva a Bush antes de tiempo, la sombra de un Watergate Irakí, estremece a Washington.
El efecto en Norteamérica es medianamente previsible, el silencio en el mundo sorprende, huele a miedo o al menos a prevención ante el peligro. Nadie ignora que si bien fueron elecciones parlamentarias, este Bush no es el autócrata de ayer, habrá que rendir prolijas cuentas antes y después de cada intervención salvaje, en dos años hay elecciones presidenciales y los demócratas no van a quemar en la pira republicana lo conseguido, que no es capital propio, fue un regalo de la Casa Blanca.
Puede haber llegado el tiempo de limpiar la casa y sacar tanta mugre guardada bajo la alfombra, los posibles nuevos inquilinos entrarán con “beneficio de inventario”.
Si alguien les envía una factura explosiva, tendrán las manos atadas; Asia y Europa lo saben, por eso temen o desconfían.
En otras latitudes se comprende el acceso del partido populista de los sindicatos que no augura nada bueno para los tratados comerciales bilaterales. Los que se acomodaron en esa almohada para dormir la siesta se han desvelado. Viene el proteccionismo a ultranza.
Se terminó la fiesta, hay que pagar los platos rotos, los norteamericanos no están para donaciones ni graciosas concesiones. Los demócratas tienen fama de populistas, siempre de puertas adentro. Unos gastan en balas, otros en concesiones y subsidios; unos dicen defender las fronteras, la seguridad del pueblo y del mundo al que tienen por su patio trasero; los otros defienden el clientelismo electoral, de una forma o de otra todos gastan más de lo que deben a expensas de los contribuyentes forzadamente complacientes de dónde parece que los verdaderos dueños de la torta son los proveedores, los mismos parásitos que en todas partes viven de la teta del estado.
Si recordamos las “realizaciones” de la dupla Kissinger-Kennedy, queda claro lo que se viene.
No lo veo como un cambio, sino como un paso más en una dirección no muy clara.
Siguiendo la costumbre de poner un hito; comenzó con una verdadera explosión en las comunicaciones y la movilidad de las personas. Un pensamiento, un hecho que ocurría en cualquier parte, era al instante conocido en todo el planeta. A la información siguió la imagen en tiempo real, se instaló la interdependencia y por consecuencia la abolición de las fronteras; la globalización, aún sin consolidarse y vigentes los subsidios y el proteccionismo comercial, retornan las fronteras, esta vez para que no queden dudas, en forma de muros visibles, la sugerida libertad de entrar y salir, ir y venir, con el argumento de la seguridad y la prevención del terrorismo, se cancela, con la reimplantación de visas y “papeles”.
La convivencia de un mundo globalizado y rígidamente compartimentado, parece ser la constante. Al muro segregacionista de Bush, típica inauguración de campaña, los Demócratas de una manera u otra le van a poner candado.
Los tratados comerciales bilaterales se transformaran en tratados culturales “psico-sociales”; la penetración por la fuerza política o militar, será reemplazada por la penetración cultural e ideológica, allá está en carpeta aquella “Alianza para el Progreso” (Kissinger-Kennedy) que nunca pudo ver la luz. Versión sajona de los alfabetizadores e “instructores” Castro-Chavistas.
Los Imperios no pueden renunciar a sus políticas hegemónicas, son lo que son, cambian de máscara.
Los dichos y refranes son la historia menuda transmitida boca a boca, cuya exactitud certifican cientos de generaciones que los comprobaron, quizás por eso sea prudente para muchos recordar “que cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”.
Lo ocurrido no es sorpresa, estaba cantado y posiblemente fue mas grande de lo esperado por todos y de allí el silencio. La renuncia de Rumsfeld no lo invalida, su salida era obligada, una interpelación en el congreso se lleva a Bush antes de tiempo, la sombra de un Watergate Irakí, estremece a Washington.
El efecto en Norteamérica es medianamente previsible, el silencio en el mundo sorprende, huele a miedo o al menos a prevención ante el peligro. Nadie ignora que si bien fueron elecciones parlamentarias, este Bush no es el autócrata de ayer, habrá que rendir prolijas cuentas antes y después de cada intervención salvaje, en dos años hay elecciones presidenciales y los demócratas no van a quemar en la pira republicana lo conseguido, que no es capital propio, fue un regalo de la Casa Blanca.
Puede haber llegado el tiempo de limpiar la casa y sacar tanta mugre guardada bajo la alfombra, los posibles nuevos inquilinos entrarán con “beneficio de inventario”.
Si alguien les envía una factura explosiva, tendrán las manos atadas; Asia y Europa lo saben, por eso temen o desconfían.
En otras latitudes se comprende el acceso del partido populista de los sindicatos que no augura nada bueno para los tratados comerciales bilaterales. Los que se acomodaron en esa almohada para dormir la siesta se han desvelado. Viene el proteccionismo a ultranza.
Se terminó la fiesta, hay que pagar los platos rotos, los norteamericanos no están para donaciones ni graciosas concesiones. Los demócratas tienen fama de populistas, siempre de puertas adentro. Unos gastan en balas, otros en concesiones y subsidios; unos dicen defender las fronteras, la seguridad del pueblo y del mundo al que tienen por su patio trasero; los otros defienden el clientelismo electoral, de una forma o de otra todos gastan más de lo que deben a expensas de los contribuyentes forzadamente complacientes de dónde parece que los verdaderos dueños de la torta son los proveedores, los mismos parásitos que en todas partes viven de la teta del estado.
Si recordamos las “realizaciones” de la dupla Kissinger-Kennedy, queda claro lo que se viene.
No lo veo como un cambio, sino como un paso más en una dirección no muy clara.
Siguiendo la costumbre de poner un hito; comenzó con una verdadera explosión en las comunicaciones y la movilidad de las personas. Un pensamiento, un hecho que ocurría en cualquier parte, era al instante conocido en todo el planeta. A la información siguió la imagen en tiempo real, se instaló la interdependencia y por consecuencia la abolición de las fronteras; la globalización, aún sin consolidarse y vigentes los subsidios y el proteccionismo comercial, retornan las fronteras, esta vez para que no queden dudas, en forma de muros visibles, la sugerida libertad de entrar y salir, ir y venir, con el argumento de la seguridad y la prevención del terrorismo, se cancela, con la reimplantación de visas y “papeles”.
La convivencia de un mundo globalizado y rígidamente compartimentado, parece ser la constante. Al muro segregacionista de Bush, típica inauguración de campaña, los Demócratas de una manera u otra le van a poner candado.
Los tratados comerciales bilaterales se transformaran en tratados culturales “psico-sociales”; la penetración por la fuerza política o militar, será reemplazada por la penetración cultural e ideológica, allá está en carpeta aquella “Alianza para el Progreso” (Kissinger-Kennedy) que nunca pudo ver la luz. Versión sajona de los alfabetizadores e “instructores” Castro-Chavistas.
Los Imperios no pueden renunciar a sus políticas hegemónicas, son lo que son, cambian de máscara.
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