Es una necesaria definición para tratar cuestiones que se han instalado como de actualidad, llámense: aborto, eutanasia, eugenesia, transplantes de órganos, clonaciones y las que vendrán.
Tan delicada es la cuestión que desde la partida deben definirse con precisión todos los términos, atento a la Babel e improvisación idiomática en que vivimos.
Para muestra basta un botón: ¿hay dos personas que al momento de leer estas líneas coincidan en el significado de vida?
De hecho casi todos reconocemos una vida terrenal y una vida eterna. ¿Coincidimos en que vida es sinónimo de existencia? ¿Hay una existencia o vida conciente y otra vegetativa?
Sin caer en el exabrupto de una militante política y legisladora de la llamada izquierda; Vilma Ripoll, que nadie levanto ni refutó, en un conocido programa de desinformación (por cosas como esta, lo digo) de dejarle a la audiencia el concepto que el comienzo de la vida “es una cuestión ideológica”, con lo cual olímpicamente se lava las manos, siendo que las cuestiones ideológicas son materia opinable, queda limpia de polvo y paja a la hora de hacer apología de un asesinato.
Como en este caso, el debate sobre estas cuestiones está preñado de mala fe y a partir de esa posición no hay intercambio de ideas posible. Repárese que desde los orígenes del hombre no ha existido una sola civilización que negara la vida eterna, llámense Hititas, Caldeos, Persas, Indos, Egipcios, Celtas, Chinos etc. No es la ciencia que entra en conflicto con las creencias y religiones, es la soberbia de los científicos, que no pueden aceptar un ser supremo que no ven ni pueden medir.
Antes de todo debate, deben precisarse dentro de los estrictos límites de toda definición a que vida no referimos. ¿Es una acepción filosófica o biológica?
A mi entender el concepto biológico de vida es absolutamente claro y preciso y su comienzo es el del exacto momento en que los 24 cromosomas del gameto masculino se unen a los 24 de la madre, para integrar los 24 pares que todos los humanos tenemos en cada una de nuestras células y se resuelve la identidad del cóctel genético que ambos aportan y que conformarán desde ese instante un ser único e irrepetible en la historia de la creación, capaz por si mismo de dividirse, crecer, desarrollarse y multiplicarse de acuerdo a un código ancestral y a la personal y particular respuesta que le de a las influencias del ambiente. Pretender que esto es una cuestión ideológica es un despropósito sin medida o un argumento de “pura mala leche”.
La cuestión ideológica si se quiere, en realidad es filosófica, esta un punto anterior. El que debate acerca si cromosomas, genes y otros derivan de una accidental reacción química, catalizada por una radiación solar o espacial a partir de la cual se inicia una cadena de desarrollos y adaptaciones hasta llegar al humano, teoría tenida por verdad absoluta sin que la “ciencia” haya podido demostrarla en forma incontrovertible. Productos de la casualidad en oposición a un ser, obra del Supremo, hecho a su imagen y semejanza. Sin que pueda ser posible imaginar oposición y contradicción entre una cosa y la otra. Diferencias que hacen imposible todo diálogo y hasta la posibilidad de coexistencia. En cuanto una cosa es creerse obra de la casualidad y muy otra, el saberse originado por la voluntad Suprema de Dios nada menos que a su imagen y semejanza. Desde ya que en un caso y en otro divergen el respeto por la vida y la dignidad de las personas.
Basta ver los adeptos que nuclean todas las marchas y manifestaciones en pro del aborto, la eutanasia o el matrimonio de homosexuales para encontrar las mismas caras, logotipos y banderas.
Si se trata el inicio de la vida, entiendo que debe básicamente plantearse que diferencia hay, entre la vida de un embrión de 24 hs. un feto de 5 meses, un recién nacido, un niño de 5 años y un adulto. Cuando se pierde el respeto a la vida, cualquiera sea la edad o las expectativas, se la pierde para todos. De allí que estas posiciones aglutinen a abortistas junto a partidarios de le eugenesia, eutanasia, de los bebes de repuesto y tantas otras.
Todos hipócritas por definición, especuladores del golpe bajo de la sensiblería barata se oponen sistemáticamente a la pena de muerte y si la hay que “sea humana y piadosa” Todos militan contra la guerra y aborrecen las armas.
¿Las curetas y químicos abortivos que son? ¿O acaso al feto abortado no se le da el mismo tratamiento que a un enemigo en el campo de batalla?
En la otra punta de la cuestión, la muerte, ocurre lo mismo,
Acá el cóctel de sensiblería, la solidaridad con menores que pueden morir por falta de un órgano para transplante, llega a extremos demenciales, al punto que con sordina hasta se esgrimen argumentos económicos (costo de tratamiento) se recurre a una supuesta piedad para terminar con el sufrimiento de un paciente terminal en base a la determinación de un ingenio: “el Electroencefalograma”, que registra hasta donde su imperfecta sensibilidad se lo permite la actividad eléctrica del cerebro.
La muerte como un hecho natural no es algo puntual, es un proceso que como todos, en un punto pasa el límite de “no retorno” y se hace irreversible, lo que hace que en un tiempo más o menos corto haya sistemas que han caído definitivamente y otros que se mantienen. Pretender determinar con precisión en que instante ocurre esto es una clarísima demostración de soberbia y necedad.Es una modesta contribución a lo que no debe hacerse a la hora de tratar públicamente o debatir estas cuestiones. O se parte de un punto conocido y se sigue una línea o se busca un cubilete con dados, un mazo de barajas y a pasar en paz el rato.
Tan delicada es la cuestión que desde la partida deben definirse con precisión todos los términos, atento a la Babel e improvisación idiomática en que vivimos.
Para muestra basta un botón: ¿hay dos personas que al momento de leer estas líneas coincidan en el significado de vida?
De hecho casi todos reconocemos una vida terrenal y una vida eterna. ¿Coincidimos en que vida es sinónimo de existencia? ¿Hay una existencia o vida conciente y otra vegetativa?
Sin caer en el exabrupto de una militante política y legisladora de la llamada izquierda; Vilma Ripoll, que nadie levanto ni refutó, en un conocido programa de desinformación (por cosas como esta, lo digo) de dejarle a la audiencia el concepto que el comienzo de la vida “es una cuestión ideológica”, con lo cual olímpicamente se lava las manos, siendo que las cuestiones ideológicas son materia opinable, queda limpia de polvo y paja a la hora de hacer apología de un asesinato.
Como en este caso, el debate sobre estas cuestiones está preñado de mala fe y a partir de esa posición no hay intercambio de ideas posible. Repárese que desde los orígenes del hombre no ha existido una sola civilización que negara la vida eterna, llámense Hititas, Caldeos, Persas, Indos, Egipcios, Celtas, Chinos etc. No es la ciencia que entra en conflicto con las creencias y religiones, es la soberbia de los científicos, que no pueden aceptar un ser supremo que no ven ni pueden medir.
Antes de todo debate, deben precisarse dentro de los estrictos límites de toda definición a que vida no referimos. ¿Es una acepción filosófica o biológica?
A mi entender el concepto biológico de vida es absolutamente claro y preciso y su comienzo es el del exacto momento en que los 24 cromosomas del gameto masculino se unen a los 24 de la madre, para integrar los 24 pares que todos los humanos tenemos en cada una de nuestras células y se resuelve la identidad del cóctel genético que ambos aportan y que conformarán desde ese instante un ser único e irrepetible en la historia de la creación, capaz por si mismo de dividirse, crecer, desarrollarse y multiplicarse de acuerdo a un código ancestral y a la personal y particular respuesta que le de a las influencias del ambiente. Pretender que esto es una cuestión ideológica es un despropósito sin medida o un argumento de “pura mala leche”.
La cuestión ideológica si se quiere, en realidad es filosófica, esta un punto anterior. El que debate acerca si cromosomas, genes y otros derivan de una accidental reacción química, catalizada por una radiación solar o espacial a partir de la cual se inicia una cadena de desarrollos y adaptaciones hasta llegar al humano, teoría tenida por verdad absoluta sin que la “ciencia” haya podido demostrarla en forma incontrovertible. Productos de la casualidad en oposición a un ser, obra del Supremo, hecho a su imagen y semejanza. Sin que pueda ser posible imaginar oposición y contradicción entre una cosa y la otra. Diferencias que hacen imposible todo diálogo y hasta la posibilidad de coexistencia. En cuanto una cosa es creerse obra de la casualidad y muy otra, el saberse originado por la voluntad Suprema de Dios nada menos que a su imagen y semejanza. Desde ya que en un caso y en otro divergen el respeto por la vida y la dignidad de las personas.
Basta ver los adeptos que nuclean todas las marchas y manifestaciones en pro del aborto, la eutanasia o el matrimonio de homosexuales para encontrar las mismas caras, logotipos y banderas.
Si se trata el inicio de la vida, entiendo que debe básicamente plantearse que diferencia hay, entre la vida de un embrión de 24 hs. un feto de 5 meses, un recién nacido, un niño de 5 años y un adulto. Cuando se pierde el respeto a la vida, cualquiera sea la edad o las expectativas, se la pierde para todos. De allí que estas posiciones aglutinen a abortistas junto a partidarios de le eugenesia, eutanasia, de los bebes de repuesto y tantas otras.
Todos hipócritas por definición, especuladores del golpe bajo de la sensiblería barata se oponen sistemáticamente a la pena de muerte y si la hay que “sea humana y piadosa” Todos militan contra la guerra y aborrecen las armas.
¿Las curetas y químicos abortivos que son? ¿O acaso al feto abortado no se le da el mismo tratamiento que a un enemigo en el campo de batalla?
En la otra punta de la cuestión, la muerte, ocurre lo mismo,
Acá el cóctel de sensiblería, la solidaridad con menores que pueden morir por falta de un órgano para transplante, llega a extremos demenciales, al punto que con sordina hasta se esgrimen argumentos económicos (costo de tratamiento) se recurre a una supuesta piedad para terminar con el sufrimiento de un paciente terminal en base a la determinación de un ingenio: “el Electroencefalograma”, que registra hasta donde su imperfecta sensibilidad se lo permite la actividad eléctrica del cerebro.
La muerte como un hecho natural no es algo puntual, es un proceso que como todos, en un punto pasa el límite de “no retorno” y se hace irreversible, lo que hace que en un tiempo más o menos corto haya sistemas que han caído definitivamente y otros que se mantienen. Pretender determinar con precisión en que instante ocurre esto es una clarísima demostración de soberbia y necedad.Es una modesta contribución a lo que no debe hacerse a la hora de tratar públicamente o debatir estas cuestiones. O se parte de un punto conocido y se sigue una línea o se busca un cubilete con dados, un mazo de barajas y a pasar en paz el rato.
(Ver: "Eutanasia I"; "Eutanasia II")
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