Es una ecuación que está en el ánimo de todos. Se repiten frases hechas y lugares comunes sin que parezca que se haya pensado acerca de lo que se dice o se reclama.
Se trata de conceptos que se contraponen; en la medida que aumenta uno disminuye el otro, una mayor seguridad solo es posible a expensas de la perdida de la libertad.
Siendo casi una verdad de Perogrullo, no parece que se lo tuviera presente, aún cuando es de práctica cotidiana.
Esto es tan así, que cada uno individualmente se protege haciendo concesiones a sus libertades: alarmas, sensores, vigiladores que registran quien entra, quien sale y hasta que lleva. Se modifican día a día los recorridos habituales y las puertas se trancan. Se recurre a cientos de procedimientos antes de llegar a la casa o entrar al garage. El llegar y entrar a la propia casa se convertido en una parodia de una película de guerra, cuando una patrulla regresa al campamento sorteando trampas cazabobos, emitiendo sonidos propios de aves nocturnas, que al momento son respondidos y llevan la certeza de haber sido reconocido por la guardia y señalan que el paso está franco.
Conozco quienes llaman por su celular antes de salir, cuando están en camino y cuando llegan. Códigos y contraseñas antes de tocar el timbre golpear la puerta o abrirla. Casi al extremo de vivir dando la posición a cada desplazamiento. A poco que se reflexione se convendrá que si esto se prolonga terminamos todos enfermos, decididamente esqizofrénicos viviendo en un mundo irreal. La inseguridad ya pasó el nivel de la sensación y de la certeza para estar en el umbral de una cuestión de salud mental. Convengamos que aunque sea necesario e imprescindible recurrir a estas técnicas de disuasión y camuflaje, el solo aceptar que este mundo es real es absolutamente enfermizo.
Las soluciones que se reclaman, se proponen o con morosidad se implementan son parte de esta cuadro patológico. Pretender señalar una causa para esta creciente inseguridad y violencia sin razón, es una simplicidad, son muchas; unas determinantes y otras coadyuvantes. Llama poderosamente la atención que unánimemente entre quienes son responsables por detentar el poder, quienes lo sufren y quienes se dicen expertos o versados en el tema, todos hacen hincapié únicamente en las causas coadyuvantes y no en las determinantes, llámeselas marginalidad, desarraigo, carencia de futuro y proyecto de vida etc.
Las determinantes son conocidas por todos: droga e impunidad. La droga porque al suprimir todos los frenos morales es la responsable de la violencia sin causa ni razón, y al crear dependencia hace del adicto, independientemente de su posición económica, un necesitado ya.
En medio de este panorama reaparecen los promotores de la despenalización, hoy auspiciada por un megalómano payaso que presume de indígena y al que se le rinde pleitesía porque tiene gas
La impunidad del que entra por una puerta y sale por la otra convierte al delito en un trabajo sin horarios, riesgos ni obligaciones y lo hace un dependiente forzoso de penalistas.
Faltan cárceles e institutos de detención, hasta se argumenta que el sistema no está capacitado para re-socializar al delincuente, por lo que detenerlo es darle una beca para que se especialice en la cárcel en otros delitos más rentables, son argumentos de cómplices.
Hay emergencias sociales no únicamente económicas. El delincuente debe ser aislado con sentencia o sin ella, una eventual injusticia es menos grave que la perdida de otra vida por no hacerlo. Las cárceles hasta que estén las adecuadas, y que nadie se preocupa siquiera en proyectar, se improvisan en poco tiempo.
De allí que está destinada al fracaso absoluto, como es evidente, toda movilización y petición a supuestas autoridades que son tan culpables como los propios delincuentes.
Por este camino llegará el día que por una “memez” corran ríos de sangre. Unos matan, otros mienten y los “amigos” estafan y defraudan la buena fe de las gentes. El producto de este cóctel explosivo será sin lugar a dudas la vindicta pública, los escuadrones de la muerte y por efecto de la vieja ley del péndulo, un brutal cercenamiento de las libertades individuales sobre la que se montarán los canallas de siempre para no dejar nada sin reprimir.
Lo que si debe hacerse a mi entender es poner las cosas en claro y repudiar a los mensajeros de la mentira, sean quienes sean.Hoy mismo el gobierno afirma en un diferendo internacional que el derecho a la protesta es superior al derecho circular libremente. Por si algo faltaba está todo dicho: “a confesión de parte relevo de prueba”. Los derechos humanos de los delincuentes en Argentina son jerárquicamente superiores a los individuales de los ciudadanos”.
Se trata de conceptos que se contraponen; en la medida que aumenta uno disminuye el otro, una mayor seguridad solo es posible a expensas de la perdida de la libertad.
Siendo casi una verdad de Perogrullo, no parece que se lo tuviera presente, aún cuando es de práctica cotidiana.
Esto es tan así, que cada uno individualmente se protege haciendo concesiones a sus libertades: alarmas, sensores, vigiladores que registran quien entra, quien sale y hasta que lleva. Se modifican día a día los recorridos habituales y las puertas se trancan. Se recurre a cientos de procedimientos antes de llegar a la casa o entrar al garage. El llegar y entrar a la propia casa se convertido en una parodia de una película de guerra, cuando una patrulla regresa al campamento sorteando trampas cazabobos, emitiendo sonidos propios de aves nocturnas, que al momento son respondidos y llevan la certeza de haber sido reconocido por la guardia y señalan que el paso está franco.
Conozco quienes llaman por su celular antes de salir, cuando están en camino y cuando llegan. Códigos y contraseñas antes de tocar el timbre golpear la puerta o abrirla. Casi al extremo de vivir dando la posición a cada desplazamiento. A poco que se reflexione se convendrá que si esto se prolonga terminamos todos enfermos, decididamente esqizofrénicos viviendo en un mundo irreal. La inseguridad ya pasó el nivel de la sensación y de la certeza para estar en el umbral de una cuestión de salud mental. Convengamos que aunque sea necesario e imprescindible recurrir a estas técnicas de disuasión y camuflaje, el solo aceptar que este mundo es real es absolutamente enfermizo.
Las soluciones que se reclaman, se proponen o con morosidad se implementan son parte de esta cuadro patológico. Pretender señalar una causa para esta creciente inseguridad y violencia sin razón, es una simplicidad, son muchas; unas determinantes y otras coadyuvantes. Llama poderosamente la atención que unánimemente entre quienes son responsables por detentar el poder, quienes lo sufren y quienes se dicen expertos o versados en el tema, todos hacen hincapié únicamente en las causas coadyuvantes y no en las determinantes, llámeselas marginalidad, desarraigo, carencia de futuro y proyecto de vida etc.
Las determinantes son conocidas por todos: droga e impunidad. La droga porque al suprimir todos los frenos morales es la responsable de la violencia sin causa ni razón, y al crear dependencia hace del adicto, independientemente de su posición económica, un necesitado ya.
En medio de este panorama reaparecen los promotores de la despenalización, hoy auspiciada por un megalómano payaso que presume de indígena y al que se le rinde pleitesía porque tiene gas
La impunidad del que entra por una puerta y sale por la otra convierte al delito en un trabajo sin horarios, riesgos ni obligaciones y lo hace un dependiente forzoso de penalistas.
Faltan cárceles e institutos de detención, hasta se argumenta que el sistema no está capacitado para re-socializar al delincuente, por lo que detenerlo es darle una beca para que se especialice en la cárcel en otros delitos más rentables, son argumentos de cómplices.
Hay emergencias sociales no únicamente económicas. El delincuente debe ser aislado con sentencia o sin ella, una eventual injusticia es menos grave que la perdida de otra vida por no hacerlo. Las cárceles hasta que estén las adecuadas, y que nadie se preocupa siquiera en proyectar, se improvisan en poco tiempo.
De allí que está destinada al fracaso absoluto, como es evidente, toda movilización y petición a supuestas autoridades que son tan culpables como los propios delincuentes.
Por este camino llegará el día que por una “memez” corran ríos de sangre. Unos matan, otros mienten y los “amigos” estafan y defraudan la buena fe de las gentes. El producto de este cóctel explosivo será sin lugar a dudas la vindicta pública, los escuadrones de la muerte y por efecto de la vieja ley del péndulo, un brutal cercenamiento de las libertades individuales sobre la que se montarán los canallas de siempre para no dejar nada sin reprimir.
Lo que si debe hacerse a mi entender es poner las cosas en claro y repudiar a los mensajeros de la mentira, sean quienes sean.Hoy mismo el gobierno afirma en un diferendo internacional que el derecho a la protesta es superior al derecho circular libremente. Por si algo faltaba está todo dicho: “a confesión de parte relevo de prueba”. Los derechos humanos de los delincuentes en Argentina son jerárquicamente superiores a los individuales de los ciudadanos”.
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