mayo 31, 2006

Vergüenza

El texto que se publica es una espontánea colaboración, sobre un hecho que lamentablemente no fue tocado porque en la última semana los hechos desgraciados aparecieron en avalancha. Le hago un lugar porque estoy absolutamente de acuerdo y entiendo que es conveniente que quienes llegan a ésta página desde lejanas tierras, tengan otra opinión que la obsecuente y servil de la prensa. Quizás les sirva para comprender cualquier locura que ocurra, en donde es difícil conservar el equilibrio en medio de este desquicio moral e intelectual. Al autor ¡¡¡ brillante!!! Muchas gracias.
Vergüenza

"La ignorancia es la noche de la mente; pero una noche sin luna ni estrellas"
Confucio

Los argentinos tenemos una característica además de los muchos tópicos que nos rodean, y es que cuando parece que hemos sobrepasado todos los límites posibles, rizamos el rizo.
Ayer la Cámara de Diputados debatía sobre permitir o no el ingreso a un candidato electo en unas elecciones “democráticas”. Para quienes desconocen el tema al que me refiero, diré que en la últimas elecciones para renovar el Congreso Nacional, un candidato, Luis Patti un ex comisario, obtuvo cerca de cuatrocientos mil votos que le otorgaban una banca en el Congreso como diputado por la Provincia de Buenos Aires. El diploma de diputado fue impugnado por otro diputado, Miguel Bonasso, amparándose en las acusaciones que pesan sobre el diputado electo sobre su posible participación en hechos de tortura durante el período subversivo argentino, pero que nunca han sido motivo de una condena. Este esperpento público y vergonzante, no es sino una de las manifestaciones más explícitas de las miserias de la clase política Argentina. No se discute en éste caso si la participación en hechos de tortura como funcionario público es un óbice moral para ejercer un cargo público, puesto que aquello ya resulta evidente, lo que se discute acá es que no existe una condena que determine que el Sr. Patti haya cometido actos de tortura, ni que haya cometido ilícitos penales de cualquier otra magnitud. La competencia para determinar cuándo una persona el responsable de un delito, reside en la jurisdicción penal en exclusividad y no existen en ningún ordenamiento los delitos de “sospecha”. El principio penal básico que rige cualquier estado de derecho es el principio de inocencia, que no puede ser alterado por un “creer popular” ciertamente nada inocente, ni por encendidos discursos que se arropan una autoridad que no les corresponde. La principal regla básica de un estado de derecho es el funcionamiento de sus instituciones y la diferenciación de sus roles, y ningún ciudadano tiene el poder de secuestrar la jurisdicción y la competencia que pertenece a cada institución y dictaminar, sin contradicción alguna y de forma absolutamente sumaria, quién es un delincuente y quién no.
Hablaba al principio de las miserias de la dirigencia política Argentina, y es que no existen límites de ningún tipo. No existe respeto por nada ni nadie. Si ahora cualquiera se considera con autoridad moral para determinar, quién es un delincuente y quién no sin estar facultado para ello, incluso impidiendo el acceso a una bancada obtenida en elecciones democráticas, ¿cuál es el límite? ¿acaso estamos todos locos?
Quizás se trata de una versión criolla de la democracia, algo así como “somos un país absolutamente democrático mientras nuestros candidatos sean los que ganen”. Si en cambio ganan “los malos” ondeamos los fantasmas de los demonios de la democracia y recordamos que hasta Hitler fue electo democráticamente. Se está en presencia de un debate delirante, surrealista y retrógrado, en donde quien impugna la catadura moral de alguien que por ahora es inocente, fue un dirigente de un movimiento terrorista que no tuvo ningún problema en declarar al Diario La Nación el 23 de marzo de 1997 “Matar a Rucci fue un error, deberíamos haber matado a López Rega...” (ver: “Cámpora se parecía a Illia” ) ¿Es que estamos todos locos y no hay nadie con sentido común?
Resulta indignante ver como de perderse se ha perdido hasta el sentido de la vergüenza, y en donde la gente por fuerza de una anestesia permanente, consecuencia de ver como se suceden destrozos de las instituciones de forma diaria, ya ni se sorprende. Quizás lo más triste de todo y probablemente también lo más desesperante, no es que se planteen éste tipo de cosas, pues gente delirante hay en todos lados, lo tremendo es que esto se esté discutiendo en el Congreso y peor aún, que esté dividido!!!
De más está decir que el proceso que se está llevando acabo resulta una aberración jurídica desde cualquier punto de vista. En primer lugar porque el Congreso de los Diputados no está facultado para “juzgar” la catadura moral de un diputado electo, y la Constitución Nacional solo le faculta a hacerlo cuándo se derive de un hecho posterior a la asunción como diputado, es decir de forma sobrevenida y no retroactiva. Como si esto fuera poco el Art. 23 del Pacto de San José de Costa Rica, determina que solo aquellos que posean una sentencia penal firme dictada por un juez competente, no podrán ser elegibles. Se trata en éste caso de un Tratado Internacional del que Argentina forma parte y que por su propia virtualidad posee rango supremo. En definitiva la televisión transmite en vivo y en directo la destrucción de un estado de forma “pacífica”. La televisión pone imagen y sonido a las caras y voces que fundamentan con un discurso populista y simplista la destrucción de las instituciones de un estado. Unos seres que con total impunidad destruyen y encima pretenden, fundamentar la destrucción. Unos seres que le dicen a uno muy sueltos de cuerpo "estamos en un país democráctico, pero sus votos no sirven porque el candidato electo es un delincuente, aún cuando la justicia nunca lo haya dicho".
La posibilidad de discrecionalidad sobre la democracia y la facultad de decidir sin fundamento alguno si alguien que ha sido respaldado por la población mediante sus votos, posee o no altura moral para ejercer las funciones para las que se lo ha elegido, resulta a todas luces incompatibe con el estado de derecho en el que creemos vivir . Es algo así como “estamos en un país democrático, pero como los votantes son imbéciles, una vez que elijan, nosotros vemos si el elegido nos sirve o no. Si no nos sirve decimos que no tiene altura moral y aireamos todo tipo de sospechas para destruir su imagen y no lo dejamos asumir”. Esa es la política Argentina. Una política mafiosa, implacable y vengativa, que utiliza la ignorancia de la gente para sumarla a caballos de Troya que no tienen otra intención que obtener la ventaja y el rédito personal.
Dicen que los pueblos tienen los políticos que se merecen y va a ser cierto aquello, pero de nosotros depende recuperar la vergüenza y a nuestro país antes que sea demasiado tarde.

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