El que mata por matar es un perverso, degenerado moral y como tal irrecuperable, no lo previene la educación ni la inclusión social, es simplemente una bestia subhumana, excepcionales fallas de la naturaleza.
Sigue el subgrupo de los que matan por una alteración circunstancial de la conducta, alcoholizados y drogados en sus dos variantes, dolosos y culposos, estado al que llegan sin propósito de delinquir o voluntariamente para darse valor y hacerlo.
Finalmente los que matan por algo, anteponiendo ese interés personal a la vida ajena.
Es un hecho que no todos le damos el mismo valor a la vida. Salvo estadios superiores del espíritu, no es natural darle más valor a la vida ajena que a la propia. Aún en casos extremos de marginalidad y pérdida de valores al punto de despreciarse la propia y la ajena, no hay justificación, porque el sentido del bien y del mal es innato a todos, incluso en las sociedades más salvajes y primitivas.
Los intereses son casi infinitos, tantos como puede concebir un humano.
Desde facilitar un delito, impedir ser identificado, temor a la resistencia de la víctima, sacar patente de bravo o controlar un territorio que se tiene por propio, una conducta que ni las peores fieras depredadoras tienen, solo hacen fintas y se amenazan, y el débil se retira sin perder la vida. El animal solo mata en dos circunstancias: en defensa de su vida o de sus crías y para comer, ambas circunstancias por mandato del superior instinto que los rige, conservación de la vida y la especie.
En la crónica diaria encontrará todos los días ejemplos de cada uno.
Pretender meter a todos en la misma bolsa y juzgarlos con las mismas leyes es propio de ignorantes, al igual que poner el acento en la pobreza, marginalidad o falta de educación, como atenuante.
A la hora de las presuntas soluciones es necesario distinguir, no puede haber una solución para un problema de múltiples raíces. Una cosa son las medidas que a través del tiempo removerán las causas; tiempo nunca inferior a una o dos generaciones; y otra cosa son las medidas que den un corte y paren el desmadre, evitando que se sumen problemas satélites. Dicho en sencillo: “Para que sirva de escarmiento”
Alguna vez lo escribí cargando la tinta, referido a los accidentes en ruta; nada mejor para disuadir al apurado y al irresponsable que una larga fila al costado del camino de postes sosteniendo empalados a los asesinos del volante, para alimento de buitres y caranchos. Mucho mejor que policías distribuyendo folletería en colores y carteles que distraen.
Quien desprecia la muerte no se asusta por tenerla como castigo pero el dolor y el sufrimiento van por otro camino.
¿Dónde voy? Pues a ninguna parte, simplemente a plantearlo e invitar a la reflexión sin hipocresías.
Desde siempre detrás de cada asesino hubo un responsable intelectual peor que el. El que tira la piedra y esconde la mano.
Los que azuzan con arengas, los que proclaman que hay derecho a todo, los que garantizan la impunidad o los que liberan el territorio a las drogas porque su consumo es recreativo en el 75% de los casos y solo un 5% son adictos porque se hacen mal a si mismos o a otros; según la delirante opinión de Aníbal Fernández, jefe de Gabinete que comparte con el jueces de la Corte Zaffaroni y Arguibay Molina la responsabilidad intelectual de este genocidio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario