Proyecto de país: Rehacer, remendar o remedar

Se nos desintegra la nación ¿Los que están son la causa o la consecuencia?
Se repiten en el tiempo las mismas cuestiones que deforman las instituciones y comprometen el funcionamiento del sistema político por vía de la generalización de la demagogia, los desbordes autocráticos, la substitución de los partidos políticos por asociaciones oligárquicas que reemplazan de hecho, el gobierno en representación de los ciudadanos por la representación de la voluntad e interés de minorías asociadas en el imperio de una partidocracia, que substituye la adhesión libre y voluntaria por el clientelismo mafioso, y la corrupción que es su consecuencia.
Parecen oponerse tiranía y democracia, cuando en rigor hoy día, por falta de límites son el absolutismo de uno o de la mayoría. Lo que cuenta son los valores y los principios que no pueden ser modificados por la fuerza del número sea uno o infinito. Si las armas no “dictan” el número tampoco. Una vieja cuestión; sea el número o la espada, lo que doblega es la fuerza y cuando la amenaza de fuerza se utiliza para doblegar la libre voluntad se llama, quiérase o no: terrorismo.
Es necesario preguntarse si todos los que han participado en el sistema, como gobierno u oposición a través de un siglo y medio desde la llamada organización nacional, estaban equivocados o eran perversos enemigos de una mayoría que solo quiere en última instancia, respeto por sus derechos individuales, por su libertad, para trabajar, vivir y progresar en un medio que ponga orden y límites a los abusos, para que todos gocen de esos beneficios.
Ni tanto ni tan poco, ha sido el producto de una mezcla de buena gente, idealistas descolgados de la realidad, soberbios iluminados, ingenuos, voluntariosos y algunos canallas.
¿Somos una “rara avis” o estamos enconsertados en un envase que no nos contiene, que siempre hace agua por algún lado y requiere un “golpe de palacio, de mercado” o una intervención militar, cada tanto, para evitar que nos disolvamos?
Que no somos un caso para estudio, lo demuestra una sola mirada a nuestro vecindario, con el que particularidades mediante, compartimos orígenes, tradiciones, cultura e historia; y el mismo proyecto político que deviene en idénticos fracasos.
El envase no sirve, la solución no está en cambiarnos nosotros. Pretensión que tienen los mismos defensores e importadores de este inservible corset que llevamos puesto, son los que insisten en que es un problema de educación, que en nuestra historia acuñó una consigna “civilización o barbarie”, creación de instruidos que ignoraban que la llamada barbarie -onomatopeya que designa a quienes se expresan en un idioma que los “instruidos no entienden”- sin saberlo y sin quererlo, rescató por dos veces, en casi 2.500 años, la civilización que los educados habían prostituido.
Resultado: hemos sumado más años de incultura y primitivismo político desde que se acuñó la frase, que los que la precedieron y supuestamente justificaron; argumento de peso, si lo hay, para no recurrir a otros.
Soy conciente que es uno de los cientos de sapos que los argentinos tendremos que tragar, para poder comenzar de “0” sin prejuicios ni espejismos, para dejar de repetir “más de lo mismo”
¿Quienes somos o cual es la medida de nuestro pié para poder encontrar el zapato que nos permita caminar sin tantos problemas?
Cambiando uno por otro, dentro del mismo modelo solo conseguimos vivir comenzando, arrasando lo que había para reemplazarlo por algo nuevo que terminará igual.
Hasta aquí una opinión. La solución la desconozco, solo tengo por cierto que no será el producto de copistas ni iluminados alquimistas; no me seduce un progresismo que no sabe donde va, ni los conservadores de momias. No soy de derechas ni de izquierdas; soy de arriba, un lugar tan válido como cualquier otro, con la ventaja de estar vacío de multitudes desorbitadas y libre de debates bizantinos.
Cuantos se esfuerzan penosamente en coincidir en lo que se debe hacer, cuando es más sencillo y más sólido, definir lo que no se está dispuesto a tolerar, para después buscar coincidencias. La cabra siempre tira al monte y allí es donde mueren pactos, frentes y alianzas.
Quizás a fuerza de definir lo que no sirve y acordar salvaguardas inviolables, comencemos a permitir que entre luz en esta maraña. Sólo el tiempo dirá si había razón en la propuesta, lo que tengo por cierto es que por este camino no volveremos a tropezar con las mismas piedras. Habrá otras, y es bueno ¡Que insulsa una vida sin desafíos ni pruebas! A nuestros hijos tenemos que dejarles algo, no es bueno resolverles todos los problemas. Con las herramientas, el entendimiento y el ejemplo les basta y sobra, si no fuese así, no hubiésemos avanzado un paso desde la edad de piedra.
¡Somos mortales señores! basta de utópicos monumentos eternos, quienes no pueden resolver el hoy, elucubran planes y modelos “perfectos” para los siglos venideros.
No somos mejores que los que fueron, ni que los que vendrán.
Ni las fantásticas pirámides les pudieron garantizar a los divinos faraones el descanso y hoy duermen su sueño eterno en modestos cajones o salas de museos; sin vino, sin granos y sin oro. Hace tiempo que se sabe que las mortajas no tienen bolsillos y las grandes obras, como nuestro cuerpo, la mayor de todas, vuelven a ser polvo.
Comenzar por corregir simplemente lo que desmadró lo poco bueno o malo que había, eliminando las fatuas pretensiones de perpetuación en todos los órdenes, que hoy alcanza a cadáveres políticos insepultos e instituciones agusanadas.
Que si mujeres u hombres; que si jóvenes o mayores, que si blanco o tinto ¡La mesa está servida y la comida se enfría!