junio 17, 2005

Cromagnon

La delgada línea que separa la vida de la muerte.
La tragedia ocurrida en Bs. As. hace cinco meses con 200 muertos y más de 1000 heridos, lesionados o afectados.
Si bien es un hecho policial, puede ocurrir nuevamente en cualquier ciudad.
Es una cuestión donde se han mezclado tantas cosas, que puede ser abordada desde infinitos ángulos. No me sumo ni a lo jurídico ni a lo político, en el primer caso porque no es mi materia, y en el segundo porque ya lo he dicho, me da asco la especulación sobre los cadáveres y el dolor, sea para atacar a otro o para defender posiciones indefendibles. Mis conciudadanos a no dudar tienen clarísima posición tomada al respecto, pero se ha embarrado tanto la cancha que se pierde perspectiva.
Lo voy a tratar desde el ángulo de la prevención y seguridad porque va a volver a ocurrir, no se cuando ni donde, pero están todos los elementos para que ocurra. No faltan sofisticados medios para evitarlo, falta voluntad para aplicarlos. Y ante la manifiesta falta de idoneidad de los responsables y la ausencia de autoridades es necesario que cada uno comience a cuidar de si mismo.
Pese al tiempo transcurrido sigue tan vigente como el primer día y opino porque he dedicado las últimas décadas, a la Prevención e Higiene y seguridad Industrial como médico especialista y como profesor en la formación de Técnicos Superiores en Higiene y Seguridad.
Ocurrieron recientemente tres hechos gravísimos; en Asunción del Paraguay, en Atocha (Madrid) y en Bs. As. Por una razón circunstancial los vi a todos desde el primer minuto en las transmisiones en vivo, desde el principio hasta el final me fue imposible despegarme de las imágenes. Esos videos que salieron al aire en “crudo” sin editar, constituyen el más acabado tratado sobre lo que no debe de hacerse.
El del supermercado de Asunción sumó a una primera reacción culposa que agravó las consecuencias, el colapso de los sistemas de emergencia. Y las autoridades con muchos menos elementos y capacidad de respuesta estuvieron con sus limitaciones a la altura de las circunstancias.
El de Atocha puede calificarse del único imprevisible. No puedo opinar en este caso de los sistemas de emergencia porque no dispongo de toda la información y la cobertura de imágenes fue muy acotada. Pero impresionó como eficiente y seria en relación a la magnitud de la emergencia. El sólo hecho de la movilización inmediata de psiquiatras y psicólogos para apoyar y contener a las familias define el respeto, seriedad y responsabilidad con que se manejó la situación.
El de Bs. As. es un caso verdaderamente notable porque a la incompetencia de quienes debieron asumir la coordinación y dirección del auxilio, se sumó el hecho que desaparecieron todas las autoridades en forma tan grosera que terminaron todos involucrados. Todo fue una exhibición de voluntarismo muy peligroso en esas circunstancias.
Traigo a colación esos hechos, porque en prevención se enseña casi como dogma que los accidentes son imprevistos pero no imprevisibles. Todos son precedidos por lo que denominamos “cuasi accidentes” en los que no hay pérdidas materiales (maquinarias, instalaciones) o lesiones en las personas. Cromagnon fue precedida en días anteriores de dos “cuasi accidentes” en el mismo lugar y de iguales características, Y esta secuencia se da siempre, pero como no se rompe nada ni se lesiona nadie no se lo tiene en cuenta. Moral utilitaria diría. Asunción y Atocha fueron un aviso que debió obligar a los responsables a verificar los sistemas de emergencia y auxilio. No se hizo nada.
No hay día sin marchas o declaraciones explosivas, todos tienen su culpable y todos son culpables, pero ha sido tan brutal el maltrato de las autoridades a víctimas y familiares que cualquier actitud parece justificarse.
En los tres casos, pero particularmente en Cromagnon hubo curiosamente imágenes repetidas.
Ambulancias que no pueden acceder al lugar por la presencia de cientos de curiosos, ausencia de una autoridad que ponga un vallado o zona de exclusión, cientos de personas conversando en las inmediaciones, yendo y viniendo sin sentido ni razón y todos, absolutamente todos, con guantes y barbijos y haciendo nada ¿para qué y quien se los dio?. He visto retirar materiales, comer sándwiches con guantes y levantar después heridos o cadáveres, ¿en que estúpido manual de distribución mundial se lo aconseja?. He visto en Bs. As. las imágenes siniestras de un profesional o para-médico tratando de mantener sentado erguido a los empujones, el cuerpo de alguien que era ya presuntamente cadáver para suministrarle oxígeno “en cámara”, y las escandalosas maniobras de resucitación efectuadas por inútiles o improvisados
Los asistentes no pueden saber para cuantas personas está habilitado un local, pero entre 1000 y 4000 personas hay una diferencia que sólo un irresponsable no puede ver. Por acción por omisión o por imprudencia todos son culpables.
Desde entonces apareció la histeria de los matafuegos, puedo afirmar que antes de pensar en ellos hay que pensar en no hacer fuego donde no se debe; no tengo la más mínima duda que sería excepcional que de 10 personas 1 sea capaz de bajar un matafuego y accionarlo. Y ello siempre y cuando lo encuentre, es decir el matafuego este señalizado, sea accesible y no este tapado por algo, no son “decorativos”. O la histeria de las salidas de emergencia, éstas son eso “de emergencia” para el caso que la salida normal esté bloqueada o resulte insuficiente, por ello la primera reacción es salir por la puerta de ingreso y después buscar la alternativa de emergencia, esto en general nadie lo sabe.
El espacio de una salida de emergencia debe estar en relación a la cantidad de personas que haya que evacuar, pero es muy distinto una evacuación ordenada que un tropel desorbitado por el pánico y la histeria. En esta situación no hay abertura que alcance, caerán unos sobre otros y taparan la salida ¿Alguien ha desarrollado el hábito al ingresar a un lugar poco conocido, de observar por dónde va salir en caso de emergencia?. Si usted no lo hace empiece a hacerlo, no es paranoia es la diferencia entre la vida y la muerte. Si usted delega su existencia, en “papá estado” o en la responsabilidad de un comerciante desconocido, allá usted.
El momento de salir por prudencia de un lugar, es un minuto antes que los demás decidan lo mismo. El “no pasa nada”, “todos están bien”; se suele pagar con un viaje sin retorno. Si algo no le cierra o no le gusta, decida ya, no espere a entenderlo o verlo claro, va a ser tarde. En el momento que alguien diga ¡fuego! se terminó, comienza el pánico y la histeria.
Durante un par de días haga el ejercicio a cualquier lado que vaya o incluso en su mismo departamento o casa, de imaginar una emergencia, incendio, corte de luz, bomba, terremoto etc. y recorra mentalmente las alternativas para salir, ¿las escaleras terminan con un libre acceso al exterior? o hay puertas cerradas que se interponen por “una razón de seguridad” para que no ingresen extraños. Sin ser tremendista va a concluir que está vivo por casualidad. Haga memoria de cuantos “cuasi accidentes” han ocurrido en su entorno y que respuesta les dio. Vivimos en ciudades, en la civilización pero en nuestro derredor seguimos conviviendo con lobos, osos y leones que se llaman electricidad, explosivos, vehículos, inclusive personas..
En prevención o seguridad explicamos los accidentes por el “efecto dominó”, puestas las fichas paradas una detrás de otra a una distancia no mayor que el largo de cada una, si se empuja la primera van lentamente cayendo todas, basta sacar una y el movimiento se detiene, de ello se deduce que el accidente (la caída de la última ficha) no responde a una causa, sino a un proceso o secuencia de hechos y en todos están presentes; o la falla mecánica pura o el acto inseguro, si no se ponen estas fichas no se llega al accidente, de allí que se sostenga que este es “imprevisto pero no imprevisible”.
El más común de los hechos de estos días: el accidente de tránsito. Ponga en la lista de fallas mecánicas: defectos ocultos de los neumáticos, dirección o frenos y pérdida de fluidos (líquido de frenos, aceite) y en la cuenta de actos inseguros: estado y mantenimiento de los neumáticos, dirección o frenos, viaje excesivamente largo y sin descanso, comidas o bebidas excesivas, conducir agobiado por problemas o en estado de gran irritabilidad, “sacado” le dicen, olvidar que la relación peso potencia de los nuevos autos es mortal, no se puede en una emergencia controlar a un vehículo liviano lanzado a más de 120 Km/hora y así suma y sigue.
Traslade esto al tema que nos ocupa. Falla mecánica, no la hubo. El componente de cianuro de los paneles ignífugos es acto inseguro doloso o culposo de los fabricantes o los que autorizaron su producción y venta. La utilización de bengalas en un local cerrado es acto inseguro o criminal como también la clausura de la salida de emergencia.
Hasta acá el hecho en si, ahora comienza la monstruosa cadena de irresponsabilidades, post accidente. Bomberos sin elementos; máscaras para gases tóxicos, equipos de respiración autónomos, herramientas de corte, equipo electrógeno propio y de iluminación.
Policía ausente o al menos sin cumplir ninguna función, aislar el lugar, despejar accesos y salidas. Servicio de emergencia médica inepto, ausencia de una central de informaciones, tarea que insólitamente cumplió como pudo el periodismo, ausencia de una elemental coordinación entre los centros asistenciales que evacuaban cadáveres por falta de espacio y la capacidad de la morgue judicial para recibirlos o derivarlos y el desconocimiento de la existencia y disponibilidad de lugares para su conservación en frío.
De este rosario de incompetencias sólo salen indemnes los Hospitales que por la acción de médicos, enfermeras y personal auxiliar estuvo en su lugar y haciendo lo que debía y el periodismo que cubrió todas las falencias que pudo.
Son tantos los ángulos de esta cuestión que podría ser interminable, por lo que me comprometo a una segunda parte en que trataré las respuestas a estos casos y de cómo tenemos los medios y el material humano capacitado para resolverlo. A condición que exista voluntad política y decisión de dejar las cosas en manos de los que saben en lugar de especular políticamente con las desgracias.
Mientras eso no ocurra cuidémonos, esto vuelve a pasar y nadie está libre. Puede ser un boliche bailable, un recital, un restaurante, un supermercado, un centro comercial (a) shopping, playa de estacionamiento etc.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente análisis, un trabajo que debiera llegar al despacho de todas las autoridades intervinientes y de los familiares de todas las víctimas. Felicitaciones

Anónimo dijo...

Yo de solo pensar que el 95% de todos los locales que diariamente visitamos en la Argentina, no tiene ni las más mínimas medidas de seguridad y peor aún que no existe nadie que controle que las tengan, se me hiela la sangre.