LARGO EL 2012
Si el pingo tiene resto hay que atropellar y acomodarlo de entrada para imponer el ritmo.
El año hay que comenzarlo con todo y la mejor manera de hacerlo es llevárselo puesto de movida, por eso es que le cedo el lugar a una de las más lúcidas analistas y escritoras políticas argentinas, que dice lo que tiene que decir con todas las letras sin disfraces, caretas, neologismos ni eufemismos.
POBRE SANTA
Si el pingo tiene resto hay que atropellar y acomodarlo de entrada para imponer el ritmo.
El año hay que comenzarlo con todo y la mejor manera de hacerlo es llevárselo puesto de movida, por eso es que le cedo el lugar a una de las más lúcidas analistas y escritoras políticas argentinas, que dice lo que tiene que decir con todas las letras sin disfraces, caretas, neologismos ni eufemismos.
POBRE SANTA
Esto sí que se pone complejo. Y oscuro. Prácticamente ya no quedan caretas puestas. Se han caído todas. Cristina Kirchner picó en punta cuando, entre los festejos por su triunfo en las elecciones de octubre de 2011, nos revoleó la quita de los subsidios con los que consiguió su reelección. La lista de pendientes que acumulaba en su Vuitton obtuvo trámite rápido y las medidas salieron una tras otra como trompada.
Su careta y la de su flamante vicepresidente que, con sonrisa indeleble dejó el camino arado al sucesor, se apilan con las de los empresarios que, uno a uno, formaron fila para succionarles las medias y apretarles la mano, en ese orden.
Del Congreso cuesta hablar. El mero hecho de describir la conducta o inconducta de los esbirros rentados que mantenemos allí adentro por centenas carcome la dignidad. Es un espectáculo vergonzoso, una galería y rejunte de farsantes, oportunistas, arrastrados e ignorantes salvo honrosas excepciones que, por aisladas, no modifican la estadística sino que confirman la regla. El Congreso Nacional es un espejo que nos devuelve el exacto contorno de nuestra sociedad. Que nadie se haga el distraído y balbucee con cara de sorprendido: “¿Yo, señor?”. Pues Sí, señor: ese amontonamiento de diputados, senadores, asesores, secretarias, beneficiados y ñoquis que aceptan conformar una suerte de asociación ilícita para despilfarrar anualmente casi tres millones de pesos por legislador, no son más que una muestra en escala de aquello en lo que nos hemos convertido. Ellos, elegidos por nosotros, no son peores que nosotros en conjunto. Parvas de caretas legislativas se hicieron trizas contra la realidad en los últimos años y eso los ha dejado expuestos con su hipocresía y sus miserias a la intemperie. La de Carlos Menem al caer fue una de las más ruidosas. Durante su primer mandato, el “Turco querido” de muchos antiperonistas se encargó, entre otras cosas, de convertir los medios de comunicación en un bruto oligopolio privado repulsivo para cualquier individuo que respete la libertad. Pero con su voto a favor del reciente proyecto oficial de controlar el insumo básico de los medios escritos, perdió algo más que la careta.
Justo es reconocer que el “rush” legislativo del último día no es invento K; lo practicaron todos las cámaras adictas porque no son adictas a una administración sino a sus privilegios de casta, de modo que votar lo que le viene bien al gobierno de turno es afianzar el sistema en el que todos ellos se benefician. Hoy es otra vez la emergencia económica, paradójica necesidad para el país de ensueño que describe la presidente, pero de esa delegación gozaron casi todos los anteriores, cada uno con su excusa.
La maratón de las leyes, una de las pocas tradiciones que conserva la Argentina, se corre los últimos días de diciembre y la canasta navideña de este año viene completita: una ley de tierras antidiluviana, delegación inconstitucional de funciones al Ejecutivo, zarpazo a la caja de peones rurales, nacionalización/expropiación del insumo papel para diarios, un “pito catalán” masivo a la Constitución Nacional y a los tratados internacionales a los que adherimos y alguna que otra nadería.
Es lógico que mientras esas cosas pasaban la gente estuviera por millones viendo llorar a los empleados de Tinelli. Aquella manga de crápulas que durante el año se rascaron a cuatro manos y prácticamente no sesionaron, son los mismos que votaron una ley de primarias que sella este círculo vicioso y viciado. Esa norma le pone un candado a la política y asegura que ningún independiente sueñe siquiera con llegar a ocupar espacios desde los cuales sea posible cambiar el sistema. Bravo por ellos, porque entre todos y haciendo la parodia de que se pelean, si con la lista sábana nos tenían empaquetados, ahora con la ley de primarias nos pusieron el moño. Ya tenemos garantizada la reelección indefinida de los mismos de siempre y/o sus secuaces.
También tenemos garantizada la monocromía de ideas. No se entiende la devoción del gobierno por controlarlo todo pues estos años quedó demostrado que ni la oposición se juega por sus convicciones, si las tuviere, ni el público se lo reclama. No logro decidir quién fue más apático de los dos.
Lo cierto es que, ante la eventualidad de que alguien se despertase y pusiera reparos al autoritarismo reinante, se sancionaron leyes de enorme riesgo institucional que garantizan problemas a quien se atreva a expresar disidencias. No es que los argentinos tuviéramos en la prensa nacional un semillero de cuestionadores implacables pero ahora no va a haberlos por imperio de la ley. Acallar el pensamiento crítico es un mandato genético de todas las dictaduras y ésta no quiso escapar a la tradición.
Cuando Perón atropelló a “La Prensa” la batalla fue campal. En el país, medio siglo después de consumir peronismo, todo es más berreta, más tibio y más parcial. Por eso hoy, el kirchnerismo y sus aliados (recordemos siempre que no lo hicieron solos) tienen enfrente sólo un puñado de camaleones.
Cada vez que el titular lo requería, el "gran diario argentino" no hesitó en tergiversar, omitir y reinterpretar la historia. Debe ser por eso que ahora, que la arbitrariedad les toca de cerca, hay tantos espectadores satisfechos con el mal momento que atraviesan.
No es q esté bien que los persigan pero es humano no lamentar los conflictos de quienes no pocas veces se apartaron de su misión primaria. Fueron muchos los q padecieron arbitrariedades varias y que no lograron conmover a Clarín ni a La Nación. Fueron muchos los silencios y las posturas capciosas. En lo personal, qué suerte haber sido coherente! Qué suerte haber seguido la tradición familiar y tener un pasado periodístico orgullosamente ligado a “La Prensa”, el referente indiscutido de la defensa de la libertad. Qué suerte no haber sucumbido a la tentación en la que cayeron Clarín y La Nación de pactar con el poder de turno para obtener privilegios. Qué suerte no haber pertenecido a medios involucrados con pactos espurios, sea por insumos como el papel para diario o de dinero en efectivo por publicidad oficial. Qué suerte!
Es probable que el vendaval autoritario se lleve puestos a antiguos socios. La tradición política está plagada de esos ejemplos. "Donde la justicia no existe, es peligroso tener razón ya que los imbéciles son mayoría" dijo Quevedo y huelgan agregados.
¿Quién podrá defenderlos ahora que nos hemos transformado en una sociedad en la que no importa tener razón sino tener amigos con poder y donde el poder vigente es esencialmente maniqueo y crematísticamente corrupto?
La justicia es un capitulito aparte. ¡Qué poco duró la alegría de los cambios que creímos haber introducido en los ámbitos de control! Alejandro Fargosi hizo campaña denunciando los atropellos K al deber ser y en la primera oportunidad, votó con ellos para ampliar la planta permanente de jueces adictos. Eso sí, contó con el inestimable apoyo de Federico Pinedo que, como su antiguo compañero de colegio, sabía bien a quién estaba defendiendo.
Tras este somero raconto se hace difícil desearles una Navidad feliz y casi peor, un 2012 con expectativas. No me salió un saludo navideño clásico pero, qué quiere que le diga, para lavarle el cerebro, están las autoridades.
Su careta y la de su flamante vicepresidente que, con sonrisa indeleble dejó el camino arado al sucesor, se apilan con las de los empresarios que, uno a uno, formaron fila para succionarles las medias y apretarles la mano, en ese orden.
Del Congreso cuesta hablar. El mero hecho de describir la conducta o inconducta de los esbirros rentados que mantenemos allí adentro por centenas carcome la dignidad. Es un espectáculo vergonzoso, una galería y rejunte de farsantes, oportunistas, arrastrados e ignorantes salvo honrosas excepciones que, por aisladas, no modifican la estadística sino que confirman la regla. El Congreso Nacional es un espejo que nos devuelve el exacto contorno de nuestra sociedad. Que nadie se haga el distraído y balbucee con cara de sorprendido: “¿Yo, señor?”. Pues Sí, señor: ese amontonamiento de diputados, senadores, asesores, secretarias, beneficiados y ñoquis que aceptan conformar una suerte de asociación ilícita para despilfarrar anualmente casi tres millones de pesos por legislador, no son más que una muestra en escala de aquello en lo que nos hemos convertido. Ellos, elegidos por nosotros, no son peores que nosotros en conjunto. Parvas de caretas legislativas se hicieron trizas contra la realidad en los últimos años y eso los ha dejado expuestos con su hipocresía y sus miserias a la intemperie. La de Carlos Menem al caer fue una de las más ruidosas. Durante su primer mandato, el “Turco querido” de muchos antiperonistas se encargó, entre otras cosas, de convertir los medios de comunicación en un bruto oligopolio privado repulsivo para cualquier individuo que respete la libertad. Pero con su voto a favor del reciente proyecto oficial de controlar el insumo básico de los medios escritos, perdió algo más que la careta.
Justo es reconocer que el “rush” legislativo del último día no es invento K; lo practicaron todos las cámaras adictas porque no son adictas a una administración sino a sus privilegios de casta, de modo que votar lo que le viene bien al gobierno de turno es afianzar el sistema en el que todos ellos se benefician. Hoy es otra vez la emergencia económica, paradójica necesidad para el país de ensueño que describe la presidente, pero de esa delegación gozaron casi todos los anteriores, cada uno con su excusa.
La maratón de las leyes, una de las pocas tradiciones que conserva la Argentina, se corre los últimos días de diciembre y la canasta navideña de este año viene completita: una ley de tierras antidiluviana, delegación inconstitucional de funciones al Ejecutivo, zarpazo a la caja de peones rurales, nacionalización/expropiación del insumo papel para diarios, un “pito catalán” masivo a la Constitución Nacional y a los tratados internacionales a los que adherimos y alguna que otra nadería.
Es lógico que mientras esas cosas pasaban la gente estuviera por millones viendo llorar a los empleados de Tinelli. Aquella manga de crápulas que durante el año se rascaron a cuatro manos y prácticamente no sesionaron, son los mismos que votaron una ley de primarias que sella este círculo vicioso y viciado. Esa norma le pone un candado a la política y asegura que ningún independiente sueñe siquiera con llegar a ocupar espacios desde los cuales sea posible cambiar el sistema. Bravo por ellos, porque entre todos y haciendo la parodia de que se pelean, si con la lista sábana nos tenían empaquetados, ahora con la ley de primarias nos pusieron el moño. Ya tenemos garantizada la reelección indefinida de los mismos de siempre y/o sus secuaces.
También tenemos garantizada la monocromía de ideas. No se entiende la devoción del gobierno por controlarlo todo pues estos años quedó demostrado que ni la oposición se juega por sus convicciones, si las tuviere, ni el público se lo reclama. No logro decidir quién fue más apático de los dos.
Lo cierto es que, ante la eventualidad de que alguien se despertase y pusiera reparos al autoritarismo reinante, se sancionaron leyes de enorme riesgo institucional que garantizan problemas a quien se atreva a expresar disidencias. No es que los argentinos tuviéramos en la prensa nacional un semillero de cuestionadores implacables pero ahora no va a haberlos por imperio de la ley. Acallar el pensamiento crítico es un mandato genético de todas las dictaduras y ésta no quiso escapar a la tradición.
Cuando Perón atropelló a “La Prensa” la batalla fue campal. En el país, medio siglo después de consumir peronismo, todo es más berreta, más tibio y más parcial. Por eso hoy, el kirchnerismo y sus aliados (recordemos siempre que no lo hicieron solos) tienen enfrente sólo un puñado de camaleones.
Cada vez que el titular lo requería, el "gran diario argentino" no hesitó en tergiversar, omitir y reinterpretar la historia. Debe ser por eso que ahora, que la arbitrariedad les toca de cerca, hay tantos espectadores satisfechos con el mal momento que atraviesan.
No es q esté bien que los persigan pero es humano no lamentar los conflictos de quienes no pocas veces se apartaron de su misión primaria. Fueron muchos los q padecieron arbitrariedades varias y que no lograron conmover a Clarín ni a La Nación. Fueron muchos los silencios y las posturas capciosas. En lo personal, qué suerte haber sido coherente! Qué suerte haber seguido la tradición familiar y tener un pasado periodístico orgullosamente ligado a “La Prensa”, el referente indiscutido de la defensa de la libertad. Qué suerte no haber sucumbido a la tentación en la que cayeron Clarín y La Nación de pactar con el poder de turno para obtener privilegios. Qué suerte no haber pertenecido a medios involucrados con pactos espurios, sea por insumos como el papel para diario o de dinero en efectivo por publicidad oficial. Qué suerte!
Es probable que el vendaval autoritario se lleve puestos a antiguos socios. La tradición política está plagada de esos ejemplos. "Donde la justicia no existe, es peligroso tener razón ya que los imbéciles son mayoría" dijo Quevedo y huelgan agregados.
¿Quién podrá defenderlos ahora que nos hemos transformado en una sociedad en la que no importa tener razón sino tener amigos con poder y donde el poder vigente es esencialmente maniqueo y crematísticamente corrupto?
La justicia es un capitulito aparte. ¡Qué poco duró la alegría de los cambios que creímos haber introducido en los ámbitos de control! Alejandro Fargosi hizo campaña denunciando los atropellos K al deber ser y en la primera oportunidad, votó con ellos para ampliar la planta permanente de jueces adictos. Eso sí, contó con el inestimable apoyo de Federico Pinedo que, como su antiguo compañero de colegio, sabía bien a quién estaba defendiendo.
Tras este somero raconto se hace difícil desearles una Navidad feliz y casi peor, un 2012 con expectativas. No me salió un saludo navideño clásico pero, qué quiere que le diga, para lavarle el cerebro, están las autoridades.
2 comentarios:
Gracias doc x encabezar tu instructivo semanal con mi nota. Es doloroso releerla pero no significa sino una descripción de la realidad.
Les envío a vos y a tus lectores un saludo y los deseos de un 2012 acorde con sus esfuerzos. Abrazo!
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