Una decisión fatal que invariablemente les llega a todos los que han llevado la necedad y soberbia más allá de todo límite.
Nunca están solos, siempre hubo senados y barones complacientes dispuestos a legalizar y acompañar todos los excesos, para que no estallara la caldera, que finalmente vuela con toda la violencia acumulada. Las leyes de la física no se suspenden ni se derogan se cumplen, le pese a quien le pese.
Se han ensayado distintas variantes. Nerón Quemó Roma; Felipe IV a los Templarios; Roosevelt incendió Europa, Hitler a los judios; Bush a Irak y Afganistán. Castro y Chávez quisieron incendiar América pero se les mojó la mecha.
Históricamente pareciera que el fuego es un elemento constante e imprescindible.
La cuestión es armar un gran desastre para que nadie se ocupe si el príncipe avanza o retrocede.
Estúpidamente gastaron el incendio de campos, lo de “maten a la yegua,” los atentados de Rio Gallegos y los policías que fusilan mujeres solo para desestabilizar.
Están en el descrédito absoluto, el próximo que prenda un fósforo lo va a pagar con intereses.
El fuego que purifica, es una atávica convicción que todos tenemos asumida, incluso la practicamos ingenuamente en nuestra vida cotidiana. ¿Cuantas veces antes de reconocer un error lo quemamos, si tenemos un responsable a mano para salir limpios y purificados? (Me dijo… No me avisó)
No es la solución, ninguno sobrevivió a ese último paso de la soberbia.
Los Narcisos no tienen defectos, no se equivocan, no cometen errores ni se curan.
La única alternativa al incendio que tienen ,es darle pa’lante, redoblar la apuesta o profundizar según su doctrina política, vale una reflexión reciente: a un mal paso sigue otro y el tercero es porrazo. Parece que llegó el tiempo. Esta vez si, con convicción absoluta:
¡¡¡SEA!!! No hay mal que por bien no venga.
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