Basta mencionar tiranía o dictadura e instantáneamente se representa la imagen del autoritario de película. Permítaseme olvidar por un rato este par de “jetas” siniestras que en el Plata vemos hasta en la sopa.
Sin embargo esta especie se caracteriza por variadas tipologías, que no coinciden con la imagen de consumo, sino que incluso son el reverso. Del rugido y apostura amenazante del león al sereno arrullo de la paloma o el siseo de la víbora.
El común denominador es la imposición de una voluntad o proyecto personal utilizando todos los recursos del poder, sea la fuerza de la arbitrariedad o las mayorías sometidas por prebendas, engaño o terror. Y el absoluto desprecio por la opinión de aquellos que los elevan a las posiciones de mando.
Mandatos electivos, posiciones directivas en sociedades intermedias, éxitos empresariales o gerencias exitosas son solo trampolines para su elevación personal, una reedición del Bellum Gallicum del divino Julio Cesar.
¿Que diferencia el proyecto de dominación de un gobernante para someter al mundo por la fuerza, a una ideología socialista atada a la supremacía de una raza, a una clase social o a un sistema político? En estas tierras la variedad es riquísima.
Unos construyen un nuevo país para ellos, porque en el nuestro no saldrían jamás de prisión. Otros republicanos e institucionalistas que destruyeron lo que quedaba con la última reforma constitucional del 84, para poder llegar a mostrarse, elucubran nuevas fórmulas que les permitan permanecer hasta que lleguen.
Que el proyecto y su ejecución estén montados sobre la violencia, el terror, el chantaje o camuflados de legalidad democrática y decorados por fantásticas operaciones de mercadeo, no cambia la cuestión. Vuelvo sobre lo tratado un par de días atrás. Poco importa si se utiliza un elaborado cincel, un martillo o una piedra; un pincel un trozo de carbón o los dedos. El producto final es uno, más o menos prolijo de acuerdo a la capacidad del artista.
Organización política y social por decreto, entiéndase bien hoy por hoy en argentina, nada distingue una ley de la “sugerencia” de un Cesar Augusto asambleas o convenciones, incluso referendos, que son el bautismo pagano o el manto leguleyo democrático que todo lo permite y beatifica.
Que esto sea obra de los tiranos que ejercen el poder, no puede sorprender; me asombra ver cuantos se hacen cruces viendo rugir a los tigres o despedazar cadáveres a las hienas, que es lo único que saben hacer, es la razón de su existencia. Más me asombra descubrir en los que se escandalizan y proclaman oponerse a estos animalitos de Dios, los mismos patrones de conducta, una verdadera identidad genética. Eso si, bien adornado con discursos cultos, intelectualoides, plagados de advocaciones al respeto a la ley, el derecho y las instituciones.
Los “nuevos representantes” que antes de asumir tiraron el lastre del respeto a sus electores para saltar cómodamente la cerca.
A unos las palabras libertad y respeto en la boca les provocan arcadas, otros si no las tienen se sienten tan perdidos como un “marine” sin chicle. Ambos dentro de la cabeza tienen la misma basura.
En las últimas semanas y cada vez con mayor difusión e insistencia aparece la cuestión; tanto los que se quedaron a “profundizar” como los que se oponen, simplemente porque tienen un proyecto distinto en las formas; animado por el mismo gen autoritario, “mi proyecto para siempre y que nadie lo toque”
Desde el 4 de Junio de 1943 a la fecha lo hemos visto repetirse hasta el hartazgo. Tanto va el cántaro a la fuente… que uno al final aprende.
Brotan como hongos después de la lluvia; las moncloas, las concertaciones de políticas de estado, retoques constitucionales etc.
Unos y otros con distintas máscaras y herramientas, construyendo perfectas sociedades para siempre. El gran pantano de la permanencia en que se hundieron todos los imperios y civilizaciones. Curiosa y soberbia pretensión de construir monumentos eternos cuando no se tiene la certeza de vivir el minuto siguiente.
Sin embargo esta especie se caracteriza por variadas tipologías, que no coinciden con la imagen de consumo, sino que incluso son el reverso. Del rugido y apostura amenazante del león al sereno arrullo de la paloma o el siseo de la víbora.
El común denominador es la imposición de una voluntad o proyecto personal utilizando todos los recursos del poder, sea la fuerza de la arbitrariedad o las mayorías sometidas por prebendas, engaño o terror. Y el absoluto desprecio por la opinión de aquellos que los elevan a las posiciones de mando.
Mandatos electivos, posiciones directivas en sociedades intermedias, éxitos empresariales o gerencias exitosas son solo trampolines para su elevación personal, una reedición del Bellum Gallicum del divino Julio Cesar.
¿Que diferencia el proyecto de dominación de un gobernante para someter al mundo por la fuerza, a una ideología socialista atada a la supremacía de una raza, a una clase social o a un sistema político? En estas tierras la variedad es riquísima.
Unos construyen un nuevo país para ellos, porque en el nuestro no saldrían jamás de prisión. Otros republicanos e institucionalistas que destruyeron lo que quedaba con la última reforma constitucional del 84, para poder llegar a mostrarse, elucubran nuevas fórmulas que les permitan permanecer hasta que lleguen.
Que el proyecto y su ejecución estén montados sobre la violencia, el terror, el chantaje o camuflados de legalidad democrática y decorados por fantásticas operaciones de mercadeo, no cambia la cuestión. Vuelvo sobre lo tratado un par de días atrás. Poco importa si se utiliza un elaborado cincel, un martillo o una piedra; un pincel un trozo de carbón o los dedos. El producto final es uno, más o menos prolijo de acuerdo a la capacidad del artista.
Organización política y social por decreto, entiéndase bien hoy por hoy en argentina, nada distingue una ley de la “sugerencia” de un Cesar Augusto asambleas o convenciones, incluso referendos, que son el bautismo pagano o el manto leguleyo democrático que todo lo permite y beatifica.
Que esto sea obra de los tiranos que ejercen el poder, no puede sorprender; me asombra ver cuantos se hacen cruces viendo rugir a los tigres o despedazar cadáveres a las hienas, que es lo único que saben hacer, es la razón de su existencia. Más me asombra descubrir en los que se escandalizan y proclaman oponerse a estos animalitos de Dios, los mismos patrones de conducta, una verdadera identidad genética. Eso si, bien adornado con discursos cultos, intelectualoides, plagados de advocaciones al respeto a la ley, el derecho y las instituciones.
Los “nuevos representantes” que antes de asumir tiraron el lastre del respeto a sus electores para saltar cómodamente la cerca.
A unos las palabras libertad y respeto en la boca les provocan arcadas, otros si no las tienen se sienten tan perdidos como un “marine” sin chicle. Ambos dentro de la cabeza tienen la misma basura.
En las últimas semanas y cada vez con mayor difusión e insistencia aparece la cuestión; tanto los que se quedaron a “profundizar” como los que se oponen, simplemente porque tienen un proyecto distinto en las formas; animado por el mismo gen autoritario, “mi proyecto para siempre y que nadie lo toque”
Desde el 4 de Junio de 1943 a la fecha lo hemos visto repetirse hasta el hartazgo. Tanto va el cántaro a la fuente… que uno al final aprende.
Brotan como hongos después de la lluvia; las moncloas, las concertaciones de políticas de estado, retoques constitucionales etc.
Unos y otros con distintas máscaras y herramientas, construyendo perfectas sociedades para siempre. El gran pantano de la permanencia en que se hundieron todos los imperios y civilizaciones. Curiosa y soberbia pretensión de construir monumentos eternos cuando no se tiene la certeza de vivir el minuto siguiente.
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