Si ni fuese por las muertes en las rutas o los derrumbes, da la sensación que el país esta paralizado.
El dólar, la sensación térmica o la de inseguridad, índices inflacionarios, aburren y ya no conmueven a nadie, como la lluvia, no se la puede parar, hay que esperar que escampe.
Todo parece seguir por donde va, hacia ninguna parte, la atracción del vacío y de la nada que desintegra o ¿es la calma chicha que precede a las tormentas? que todos huelen en el aire y resignadamente esperan.
El vecindario igual y allende la mar océana, la vieja Europa pura fintas da asco. Sería de muy mal gusto estando saturados de payasos e hipócritas locales, aburrir con los extranjeros.
No escribo por escribir, presumir de informado o darle el gusto a nadie, por eso salgo del paso reproduciendo un artículo que me llamó la atención en cuanto he recibido a veces críticas por utilizar un estilo demasiado agresivo y otras el contador de visitas me dice que los parroquianos piden, que la página chorree sangre.
Dice don Arturo Pérez Reverte en la última entrega de su web oficial
HABLANDO MAL Y PRONTO
No soy mal hablado. Al contrario. Como mi viejo amigo el maestro de esgrima Jaime Astarloa, me precio de no haber sido grosero nunca, incluso ante casos de impertinencia pertinaz. Rara vez se me escapa una palabra gruesa en el transcurso de una conversación civilizada, y lo mismo puedo decir de mis novelas. Otra cosa es esta página pecadora y semanal, donde quien se expresa no es el arriba firmante, sino un personaje literario, o algo por el estilo, situado a medias entre el novelista que soy, el reportero que fui y el ciudadano de barra de bar inclinado a ajustar cuentas con métodos y expresiones que buscan la eficacia; sobre todo considerando que estos artículos se publican en un país de autistas voluntarios, donde nadie se da por aludido a menos que permítanme esta contradicción perifrástica que refuerza lo que pretendo decir le pateen directamente los huevos.
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