En vísperas electorales la cuestión brota como hongos después de la lluvia, este solo hecho basta para descalificar toda presunción de legitimidad electoral. No se vota por, se vota contra.
No es el momento ni el lugar para entrar en disquicisiones sobre política o filosofía, acerca si la democracia electoral es inviable o el sistema perverso en que se apoya, la partidocracia, es el responsable. Está presente, se lo ve, se lo siente y padece no se lo puede negar.
Tengo la convicción a través de la experiencia que el mal menor suele ser el peor de los males, es solo cuestión de tiempo y que caigan las máscaras porque escoba nueva barre bien.
La sabiduría popular de antiguo acuñó una máxima: Más vale malo conocido que bueno por conocer, si a ello le sumamos que el único titulo del bueno por conocer es que parece ser el menos malo comparado con el peor, estamos en el horno.
Por lo general no se trata de una falsa opción sino de un falso planteo
No hace falta remontarse en el tiempo, es actual: Hitler o Stalin, no eran el menos malo a elegir o descartar este se llamaba totalitarismo que era el gen común de maldad de uno y otro; Saddam Hussein y sus armas químicas o George Bush y sus guerras preventivas; El buen Kadahfi inversor en todas partes, financista de democráticas campañas o los justicieros del mundo y protectores de pueblos oprimidos: Obama, Sarkozy y Cia. Fidel o Raúl Castro; Cristina Kirchner o los peronistas federales, socialistas rojos y rosados, Alfonsin y Nuevos Políticos S.A.
El colmo de esta supuesta estrategia política es que se la conoce como el “voto inteligente” Sin duda es la posición más cobarde y de peor mala fe que se puede tener, patear el problema hacia delante y que otro se haga cargo de resolverlo, tranquilizando la conciencia de haber puesto un granito de arena por el bien común.
Por esa vía llegó Kirchner de la mano de Duhalde. Cuando se llega a este punto aparece el otro argumento mafioso “Si hay elecciones por alguno hay que votar hay que involucrarse y participar, no es posible abstenerse y dejarles la mayoría absoluta”. Pues ¿y qué? si gobiernan por decreto y no respetan nada. Ni presupuesto necesitan, meten la mano en cualquier caja.
Alguien cree honestamente que todos los partidos que se dicen opositores firmarían una declaración pública diciendo que se abstienen porque no hay garantías de prescindencia del estado y sus recursos para influir en el resultado, que no hay independencia del poder judicial, Apuesto doble contra sencillo que si dos se ponen acuerdo es mucho y solo para joder a un tercero.
No conozco un solo régimen absolutista que controla todo y hace de su permanencia una bandera, haya sido desalojado por un pronunciamiento electoral. Hasta aquí llego, punto y aparte.
No voy a caer en la trampa dialéctica sofista de buscar una solución dentro de un sistema institucional perverso al que todos han blindado legalmente contra toda posibilidad de ser cambiado.
Yo no elegí el fraude, legisladores serviles ni los magistrados corruptos, que cada uno se haga cargo en solitario de sus creaciones.
Si no los sostuviesen los que se desvelan pensando en la continuidad institucional y la paz social, hace rato hubiesen caído, sobreviven a fuerza de concesiones de todos, emergencia económica, delegación de poderes, saqueo a los jubilados, retenciones, impuestos extraordinarios por única vez para siempre. etc.
Releyendo lo escrito pareciera que de manera encubierta sostengo como única hipótesis un pronunciamiento militar. Nada más lejos de la realidad. No escribo ni opino con tapujos.
Los militares son excelentes especialistas en entrar por la fuerza y ordenar el caos bajo el principio que las órdenes no se discuten, se obedecen; lo que ignoran en forma absoluta es como se sale, no es su materia, para eso están otros. Los mismos que golpearon las puertas de los cuarteles para que restablecieran el orden.
Finalmente recomenzamos el ciclo volviendo al mismo punto de la rueda, reaparecen los asesores y calienta orejas llevando agua para su molino.
De allí que cada día me convenzo más que vale la pena probar ese plato que nunca elegimos. Que sea lo que Dios quiera y dedicarnos a ordenar la propia casa y vida que seguramente a todos nos hace agua por muchos agujeros que no vemos por mirar lo que está más allá de nuestras posibilidades, por grave que sea.
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