UN MEDICO ACA POR FAVOR
Por María Zaldívar
Décadas tuvieron que pasar para que alcanzara el país una homogeneidad como la que ostenta hoy. Desde el primer gobierno de Juan Domingo Perón la Argentina no mostraba una situación tan pareja en la que nada está bien. Actualmente podemos decir que absolutamente todo está patas arriba y eso no es fácil de lograr; requiere de una sostenida acción de destrucción de algunos y de una contundente inacción de otros.
Sólo extranjeros o inconscientes pueden festejar algo por estos días en la Argentina. El país está en llamas y el futuro inmediato no puede lucir más oscuro. Sin embargo, ¿Por qué extraños logros brindan los que brindan? ¿Cuántos proyectos se pueden materializar en el presente contexto? ¿Qué días de gloria se vislumbran? ¿Cuáles son los éxitos posibles? ¿O es que hay quienes encuentran un motivo de alegría en el mero hecho cronológico de un año que termina?
El país atraviesa la peor crisis de su historia porque, a diferencia de otras, en esta oportunidad no existe una reserva moral ni cultural que apuntale a nuestra sociedad, despojada de valores y a la deriva. La educación hecha resultados vergonzosos al punto que hemos dado a luz una generación de mal instruidos y amorales. El principio de autoridad está desdibujado tras años de prédica disolvente; la figura del padre en la casa es tan insignificante como la del policía en la calle y la de la maestra en la escuela. De allí en más, todo fue posible, mientras la televisión alienta el consumo de baratijas de gusto escaso y sustancia nula; los sindicalistas de hecho manejan las empresas porque su poder no creció para beneficiar a sus representados sino para amenazar a los empleadores; las usurpaciones de viviendas son moneda corriente; el delito crece de manera exponencial pues la Argentina se ha convertido en tierra “amigable” para la proliferación de los delitos preferidos del crimen organizado: tráfico de drogas y lavado de dinero; la justicia está dividida en dos bandos: los timoratos y los adictos al régimen. Para finalizar un rapidísimo panorama de la realidad argentina, es interesante señalar que la política se convirtió en la vía de florecimiento económico de miles de marginales que alimentan este círculo perverso o al menos callan y otorgan por lo que es impensable suponer que a través de ella podrá alentarse el cambio de rumbo.
Si falta nafta para el auto, luz para la heladera y gas para la hornalla; si también falta seguridad para las personas, justicia para dirimir conflictos y libertad para transitar; si millones de argentinos pasan hambre hace décadas y los populismos sucesivos lo único que hacen por ellos es multiplicarlos; si nos hemos fumado en cuatro años la producción ganadera de una generación y nuestros alumnos son extremadamente poco calificados; si la policía deambula desarmada y siempre recibe la orden de proteger a "los malos"; si la delincuencia no conoce techo ni límite y respetar la propiedad privada se volvió “de cumplimiento imposible”; y si además de todo eso ahora conducen nuestros destinos quienes en los ´70 se armaron contra los habitantes y las instituciones del país y son los únicos que tienen un proyecto, me pregunto: ¿no habría que investigar la salud mental de los argentinos que aún así festejan?
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