Nos dormimos después de los actos de Rosario y Buenos Aires, nos dormimos cuando cayó la 125, nos dormimos después del triunfo del 28 J. Es cierto, al menos es un reconocimiento de los horrores cometidos, el primer paso para rectificarlos.
Pero…¿por qué diablos siempre hay uno? El cansancio y el sueño no parece haber sido consecuencia del empeño puesto en hacer bien las cosas, de las horas de comunicaciones clandestinas con ministros y jefes de gabinete: se los vio festejar tupido triunfos de fantasía.
Dormir tan profundo y pesado como para no enterarse que el país se caía a pedazos suena más a una curda machaza.
¡Se despertaron! esperemos que sin resaca, con los reflejos vivos y la atención aguzada.
Quizás sea prudente recordar hacia dónde van los que no entienden los mensajes. Ayer recibieron uno: entre diez y veinte mil personas sumando dos actos y a todos los impresentables disponibles a no más de diez cuadras de sus casas. ¿Cuántos presume Bergman que eran suyos, cuántos de la UIA, cuántos de la UCR, el ARI, el PRO el peronismo disidente, federal o lo que sea, cuantos fueron equivocados a un acto contra el gobierno?
¿Finalmente les queda alguno de los trescientos mil o medio millón de los que dijeron presente cuando todo era fiesta, Champagne y un sueño profundo?
No estaría de más detenerse a pensar un poco después de tanto descanso.
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