En el país del “falta todo” han desaparecido hasta los responsables y están embozados los perros guardianes. Una semana al garete en medio de vientos huracanados, si no es estar al filo de la navaja, no se que se espera.
La izquierda pensante embate “off de record” contra el zurdaje patagónico y la montonera resentida, conciente que los llevan al abismo, pero también les da de comer; muchos liberales descubren que el gobierno es ideológicamente anónimo y solo piensa con el bolsillo, pero desconfían por naturaleza de los ordinarios e improvisados y vacilan entre el si pero no y el no pero si. Los teóricos principistas perdieron el rumbo; ya no hay mercado para la asepsia republicana, declamaciones institucionales, los contratos sociales ni la soberana democracia electoral de mayorías. Han descubierto que con guantes blancos solo se `puede barrer bajo la alfombra el polvo de los Casinos y Tragamonedas, para limpiar a fondo la casa, hay que arremangarse, sacarse los anillos y los guantes.
¡Cuánta calle y barro les falta a los prolijos!
Miran desesperados el proceso electoral y el presunto recambio en el Norte, en espera de un gesto para imitar; alternancia, bipartidismo; sin ver que allá y en todas partes son sistemas vacíos de contenido, que no se instalan por decreto. Solo dirimen permanencia y parcelas de influencia. Igual que acá, pero en otro idioma.
Hay mucho miedo, entre quienes tienen un trocito de poder. Es la mercadería que todos demandan para poder mantenerse o aplastar a otro. Tiembla la tierra y faltan puntos de apoyo. Nadie sabe quien es, de dónde viene ni dónde va. Todos contra todos, en la prensa, en la Web, en ministerios, asociaciones, sindicatos, empresas, pasillos, en la calle y en las casas; se van perdiendo hasta los límites tradicionales de prudencia y vergüenza, solo falta que en cualquier momento caigan los últimos códigos; ¡vale todo, sálvese quien pueda!
Era previsible, el vacío siempre lo ocupa alguien, la acefalía deriva naturalmente hacia la anarquía, esta deviene en caos que reclama a gritos la fuerza que imponga orden, para restituir el orden natural de las cosas, con independencia de la voluntad e intenciones de los protagonistas.
No se trata de determinismo histórico, es la búsqueda de restablecer el equilibrio; una ley suprema de la naturaleza de la que somos parte y no podemos eludir, como todas las sociedades intermedias creadas por el hombre.
El error es una constante; cuando la fuerza viene de la mano de los “explosivos espontáneos” o de los organizados iluminados, con delirantes y utópicas construcciones personales, divorciadas de la realidad y del orden natural de las cosas.
En el mejor de los casos es comprar tiempo, que no saben para que sirve ni como se utiliza, hasta que se reinicie el ciclo. Decían que muerto el perro terminó la rabia, por eso no basta con encadenarlo por un rato y escaparse. El futuro se construye todos los días.
La izquierda pensante embate “off de record” contra el zurdaje patagónico y la montonera resentida, conciente que los llevan al abismo, pero también les da de comer; muchos liberales descubren que el gobierno es ideológicamente anónimo y solo piensa con el bolsillo, pero desconfían por naturaleza de los ordinarios e improvisados y vacilan entre el si pero no y el no pero si. Los teóricos principistas perdieron el rumbo; ya no hay mercado para la asepsia republicana, declamaciones institucionales, los contratos sociales ni la soberana democracia electoral de mayorías. Han descubierto que con guantes blancos solo se `puede barrer bajo la alfombra el polvo de los Casinos y Tragamonedas, para limpiar a fondo la casa, hay que arremangarse, sacarse los anillos y los guantes.
¡Cuánta calle y barro les falta a los prolijos!
Miran desesperados el proceso electoral y el presunto recambio en el Norte, en espera de un gesto para imitar; alternancia, bipartidismo; sin ver que allá y en todas partes son sistemas vacíos de contenido, que no se instalan por decreto. Solo dirimen permanencia y parcelas de influencia. Igual que acá, pero en otro idioma.
Hay mucho miedo, entre quienes tienen un trocito de poder. Es la mercadería que todos demandan para poder mantenerse o aplastar a otro. Tiembla la tierra y faltan puntos de apoyo. Nadie sabe quien es, de dónde viene ni dónde va. Todos contra todos, en la prensa, en la Web, en ministerios, asociaciones, sindicatos, empresas, pasillos, en la calle y en las casas; se van perdiendo hasta los límites tradicionales de prudencia y vergüenza, solo falta que en cualquier momento caigan los últimos códigos; ¡vale todo, sálvese quien pueda!
Era previsible, el vacío siempre lo ocupa alguien, la acefalía deriva naturalmente hacia la anarquía, esta deviene en caos que reclama a gritos la fuerza que imponga orden, para restituir el orden natural de las cosas, con independencia de la voluntad e intenciones de los protagonistas.
No se trata de determinismo histórico, es la búsqueda de restablecer el equilibrio; una ley suprema de la naturaleza de la que somos parte y no podemos eludir, como todas las sociedades intermedias creadas por el hombre.
El error es una constante; cuando la fuerza viene de la mano de los “explosivos espontáneos” o de los organizados iluminados, con delirantes y utópicas construcciones personales, divorciadas de la realidad y del orden natural de las cosas.
En el mejor de los casos es comprar tiempo, que no saben para que sirve ni como se utiliza, hasta que se reinicie el ciclo. Decían que muerto el perro terminó la rabia, por eso no basta con encadenarlo por un rato y escaparse. El futuro se construye todos los días.
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