Cinco cambiaron en Francia y tienen el borrador de la sexta, en rigor, al uso de la monarquía con los reyes, solo se les cambia el número, para que sea lo mismo y parezca otra cosa.
En nuestro medio, las invocaciones “a la Nación”, fueron progresivamente substituidas por “la tercera posición” la democracia social y el nuevo país; ahora aparecen los republicanos; que no definen de qué hablan.
En todos los casos se deja entrever algo maravilloso que cura todos los males (una droga política) el autoritarismo, los proyectos hegemónicos, la demagogia y la corrupción, dejando a la libre interpretación de cada uno el como y el porque. Todas nuestras penurias derivan de haber dejado de serlo. Otra repetición de aquel discurso que con la democracia se vive se come, se cura y etc. etc.
Todos fundamentalismos efímeros, que al poco tiempo necesitan agregar un aditamento, para disimular que solo son palabras huecas. ¿vendrán los republicanos sociales?
Como síntesis: en una reciente entrevista televisiva la candidata Dra. Carrió, tras una lúcida y coherente exposición de ideas, remató su intervención afirmando que “hay que buscar coincidencias entre los republicanos y cerrar las puertas a quien no lo sea. ¿Totalitaria yo? – No, republicana.
Sin ser experto en historia ni ciencias políticas, entiendo que la república romana; pasó sin violencia institucional de la legal dictadura acotada en el tiempo, a darle una duración cada vez más elástica, hasta hacerla vitalicia; al Imperio y a la divinización de los Césares. Las mal llamadas guerras civiles que se sucedieron, no fueron en pro o en contra de posiciones principistas, sino un enfrentamiento armado entre legiones y clientes que respondía a distintos candidatos a quedarse con todo.
El nepotismo, la demagogia, el clientelismo y la corrupción política y moral son hijos dilectos de aquella república prostituida a partir de la acumulación de cargos y funciones y la permanencia, para acentuar y profundizar los cambios. Todo “legalmente aprobado y constitucional”
Nos encontramos ante una práctica conocida. Vaciar las palabras de contenido, para luego rellenarlas de sensaciones; lindo, feo, bueno, malo; ocurrió con viejo y joven, antiguo y moderno: medieval/malo; demócrata/bueno, el listado es casi infinito.
Se sostiene que la piedra angular de la república es la división de poderes, afirmación que a secas me genera dudas, por cuanto en principio, fragmentar el poder es destruir su esencia y en la práctica por nuestra corrupta naturaleza humana, significa institucionalizar el permanente conflicto de poderes.
Por otra parte, tal república es inviable en la concepción actual de un sistema democrático regido por las mayorías. Quien tenga la mayor porción del poder controla y somete a los otros. Si jugamos el futuro a dividir por tres poderes (por ahora) 33,33333333 c/u; quien compre un nano millonésimo de 0.33 rompió el equilibrio. Las mayorías se compran o se fabrican, sobran los ejemplos en el mundo y su historia para cuestionarlo.
Habiendo vaciado los términos de contenido, no hay dificultad en llamar democracia republicana a una vulgar plutocracia; poder y gobierno, en manos de los que pueden comprar o hacer mayorías. En esto no valen los argumentos de la “tradición y educación institucional y democrática del primer mundo” Basta una bomba o un atentado, culpar de los terroristas islámicos, para dar vuelta toda mayoría que se oponga por ejemplo a una guerra o una intervención armada preventiva. El clientelismo, la dependencia, el soborno y en última instancia el terrorismo son las herramientas para construir y modelar mayorías. ¿Vamos hacia un IV Reich Republicano?
¿Por qué no habrían de hacerlo estos “despistados” dirigentes, cuando algo amenace su entelequia? ¿Acaso no estamos saturados de la invocación a “razones sociales, emergencias económicas o institucionales” que hacen tabla rasa con todo, en aras de supremos intereses, que solo los pontífices interpretan y reconocen?
La transparencia que se invoca y reclama como otra pata de la república, tampoco parece coherente ni posible. Una libertad absoluta de información, que permita una decisión informada de los ciudadanos o sus representantes con la conducción responsable del estado en estas épocas, no pasa de otra utopía.
Las demandas de la opinión sobre información y transparencia son consecuencia directamente proporcional a la desconfianza en dirigentes y gobernantes, producto de la reiteración de mentiras y la demagogia populista, que no se denuncia ni demuestra, la siente y olfatea hasta el más ignorante. Esta perversión política por muy condenable que sea, se explica dentro del sistema, es consecuencia no causa; demagogia y populismo hacen número, que el sistema transforma en votos ¡el origen del poder!
Siempre me encuentro en el fondo con ese germen mortal del “hombre bueno” de Rousseau, la “soberana soberanía popular” y todo el pensamiento que parió ideológicamente a la Revolución Francesa, al Socialismo Soviético y al Nacional Socialismo Alemán; con razón la Dra. Carrió lleva siempre bajo el brazo sus “contratos morales y sociales”
Basta modificar en un par de puntos las tasas de interés o aumentar el precio del barril de petróleo, para descalabrar todo y condicionar mayorías y decisiones.
El quid pro quo es el verdadero sistema de gobierno en todas partes, encubierto bajo el nombre de democracia. Su verdadero nombre es mafia, una criminal asociación ilícita.
Cuando las masas, que solo son número, están entretenidas, bien comidas y arropadas, las quejas son menores, simple puterío de barrio. Es el punto que se llama un país culto, educado en la democracia y el respeto a las instituciones. Pan y Circo.
No pretendo curar males, ni arremeter contra todo, simplemente poner los puntos sobre las íes, a mi leal saber y entender.
Si hay algo que acordar o consensuar con urgencia es hablar el mismo idioma, ancestral y única manera de entenderse; dejando de lado palabrejas que ya no expresan ideas sino sensaciones.
No es fácil, en este mundo interdependiente, por eso me asombra que en esta época tan ilustrada, científica y moderna se vuelva al pensamiento mágico y aparezcan sacerdotisas, oráculos y augures invocando a la República y a la Democracia como si se tratase de Zeus, Baal o Amón y no uno de las tantas formas de gobierno y de estado; mejores o peores que otras según el momento y el lugar.
La soberbia absolutista es incurable, casi diría genética. Es el mortal cáncer de la humanidad y sus sociedades, aquel fruto prohibido que faltó comer para ser como dioses.
En nuestro medio, las invocaciones “a la Nación”, fueron progresivamente substituidas por “la tercera posición” la democracia social y el nuevo país; ahora aparecen los republicanos; que no definen de qué hablan.
En todos los casos se deja entrever algo maravilloso que cura todos los males (una droga política) el autoritarismo, los proyectos hegemónicos, la demagogia y la corrupción, dejando a la libre interpretación de cada uno el como y el porque. Todas nuestras penurias derivan de haber dejado de serlo. Otra repetición de aquel discurso que con la democracia se vive se come, se cura y etc. etc.
Todos fundamentalismos efímeros, que al poco tiempo necesitan agregar un aditamento, para disimular que solo son palabras huecas. ¿vendrán los republicanos sociales?
Como síntesis: en una reciente entrevista televisiva la candidata Dra. Carrió, tras una lúcida y coherente exposición de ideas, remató su intervención afirmando que “hay que buscar coincidencias entre los republicanos y cerrar las puertas a quien no lo sea. ¿Totalitaria yo? – No, republicana.
Sin ser experto en historia ni ciencias políticas, entiendo que la república romana; pasó sin violencia institucional de la legal dictadura acotada en el tiempo, a darle una duración cada vez más elástica, hasta hacerla vitalicia; al Imperio y a la divinización de los Césares. Las mal llamadas guerras civiles que se sucedieron, no fueron en pro o en contra de posiciones principistas, sino un enfrentamiento armado entre legiones y clientes que respondía a distintos candidatos a quedarse con todo.
El nepotismo, la demagogia, el clientelismo y la corrupción política y moral son hijos dilectos de aquella república prostituida a partir de la acumulación de cargos y funciones y la permanencia, para acentuar y profundizar los cambios. Todo “legalmente aprobado y constitucional”
Nos encontramos ante una práctica conocida. Vaciar las palabras de contenido, para luego rellenarlas de sensaciones; lindo, feo, bueno, malo; ocurrió con viejo y joven, antiguo y moderno: medieval/malo; demócrata/bueno, el listado es casi infinito.
Se sostiene que la piedra angular de la república es la división de poderes, afirmación que a secas me genera dudas, por cuanto en principio, fragmentar el poder es destruir su esencia y en la práctica por nuestra corrupta naturaleza humana, significa institucionalizar el permanente conflicto de poderes.
Por otra parte, tal república es inviable en la concepción actual de un sistema democrático regido por las mayorías. Quien tenga la mayor porción del poder controla y somete a los otros. Si jugamos el futuro a dividir por tres poderes (por ahora) 33,33333333 c/u; quien compre un nano millonésimo de 0.33 rompió el equilibrio. Las mayorías se compran o se fabrican, sobran los ejemplos en el mundo y su historia para cuestionarlo.
Habiendo vaciado los términos de contenido, no hay dificultad en llamar democracia republicana a una vulgar plutocracia; poder y gobierno, en manos de los que pueden comprar o hacer mayorías. En esto no valen los argumentos de la “tradición y educación institucional y democrática del primer mundo” Basta una bomba o un atentado, culpar de los terroristas islámicos, para dar vuelta toda mayoría que se oponga por ejemplo a una guerra o una intervención armada preventiva. El clientelismo, la dependencia, el soborno y en última instancia el terrorismo son las herramientas para construir y modelar mayorías. ¿Vamos hacia un IV Reich Republicano?
¿Por qué no habrían de hacerlo estos “despistados” dirigentes, cuando algo amenace su entelequia? ¿Acaso no estamos saturados de la invocación a “razones sociales, emergencias económicas o institucionales” que hacen tabla rasa con todo, en aras de supremos intereses, que solo los pontífices interpretan y reconocen?
La transparencia que se invoca y reclama como otra pata de la república, tampoco parece coherente ni posible. Una libertad absoluta de información, que permita una decisión informada de los ciudadanos o sus representantes con la conducción responsable del estado en estas épocas, no pasa de otra utopía.
Las demandas de la opinión sobre información y transparencia son consecuencia directamente proporcional a la desconfianza en dirigentes y gobernantes, producto de la reiteración de mentiras y la demagogia populista, que no se denuncia ni demuestra, la siente y olfatea hasta el más ignorante. Esta perversión política por muy condenable que sea, se explica dentro del sistema, es consecuencia no causa; demagogia y populismo hacen número, que el sistema transforma en votos ¡el origen del poder!
Siempre me encuentro en el fondo con ese germen mortal del “hombre bueno” de Rousseau, la “soberana soberanía popular” y todo el pensamiento que parió ideológicamente a la Revolución Francesa, al Socialismo Soviético y al Nacional Socialismo Alemán; con razón la Dra. Carrió lleva siempre bajo el brazo sus “contratos morales y sociales”
Basta modificar en un par de puntos las tasas de interés o aumentar el precio del barril de petróleo, para descalabrar todo y condicionar mayorías y decisiones.
El quid pro quo es el verdadero sistema de gobierno en todas partes, encubierto bajo el nombre de democracia. Su verdadero nombre es mafia, una criminal asociación ilícita.
Cuando las masas, que solo son número, están entretenidas, bien comidas y arropadas, las quejas son menores, simple puterío de barrio. Es el punto que se llama un país culto, educado en la democracia y el respeto a las instituciones. Pan y Circo.
No pretendo curar males, ni arremeter contra todo, simplemente poner los puntos sobre las íes, a mi leal saber y entender.
Si hay algo que acordar o consensuar con urgencia es hablar el mismo idioma, ancestral y única manera de entenderse; dejando de lado palabrejas que ya no expresan ideas sino sensaciones.
No es fácil, en este mundo interdependiente, por eso me asombra que en esta época tan ilustrada, científica y moderna se vuelva al pensamiento mágico y aparezcan sacerdotisas, oráculos y augures invocando a la República y a la Democracia como si se tratase de Zeus, Baal o Amón y no uno de las tantas formas de gobierno y de estado; mejores o peores que otras según el momento y el lugar.
La soberbia absolutista es incurable, casi diría genética. Es el mortal cáncer de la humanidad y sus sociedades, aquel fruto prohibido que faltó comer para ser como dioses.
1 comentario:
¡buen blog! Me encantan los post escritos por usted. Parece todo un poesta. Mis felicitaciones y saludos.
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