abril 21, 2006

¿Qué hacemos con la violencia?

(Foto: lanacion.com.ar)
Es reiterativo lo se, y lo seguirá siendo. Su progresivo agravamiento no permite pasarlo a retiro ni esconderlo.
Tengo para mí una clarísima idea al respecto y mientras no vea otra mejor, seguiré insistiendo. Esta página no es “formadora de opinión”, simplemente siembra, e insospechadamente por esos imponderables de la moderna tecnología, llega mucho más allá de lo que uno piensa. Es simplemente un avatar del destino que llegue dónde sea útil. Con la posibilidad me basta y me sobra.
Sigo escuchando el mismo discurso ingenuo y facilista absolutamente divorciado de la realidad. Pareciera que todo es cuestión de unas leyes. Desde siempre, la manía legislativa y la sobreabundancia de leyes han sido el más claro síntoma de la decadencia.
Hoy se proponen con ligereza la modificación de códigos, edad de imputabilidad, aumento de penas, etc. No niego que sean importantes y necesarias, simplemente son medidas de fondo, para después. Primero se limpia, luego se ordena. Lo sabe la más humilde ama de casa ¿y los dirigentes?
¿Qué se hace con los menores que pasen a ser imputables, si no hay espacio para mantener detenidos a los mayores? No se cumple la ley penal y se inventan toda clase de argucias para liberar criminales. Hasta se premia la “buena conducta” de un delincuente como si no fuera una obligación tenerla. Se debiera incrementar la pena al que además de delincuente se rebela contra la sanción. “Visitas higiénicas”, cárceles cercanas a su domicilio para facilitar las visitas etc. ¿Acaso los simples ciudadanos tienen el privilegio de trabajar a pocas cuadras de sus casas?
Hoy se va a repetir una autopsia sin que haya noticias de que se haya acusado por impericia, negligencia y hasta quizás por asociación ilícita, a los que hicieron la primera, que de resultar responsables, a la sanción penal debiera adicionarse la inhibición por al menos de 30 años para desempeñar cargos públicos. Ésa sola sanción termina de cuajo con la irresponsabilidad y con la “obediencia debida” de los funcionarios. Todos se van a cuidar como de “hacerse pis en la cama” de no cumplir con celeridad y eficiencia aquello que su función le demanda. El bolsillo es el órgano que más duele.
Hace muy poco se destituyó al jefe de gobierno de la Ciudad y todos, oficialistas y “opositores” se olvidaron de inhibirlo para desempeñar cargos públicos, al punto que nada le impedía al destituido asumir al día siguiente como jefe de gabinete de su sucesor en el gobierno. Parece que nadie se enteró o se sorprendió ¿o será que hoy por ti, mañana por mi?
Estamos viendo a diario como desde el poder se digita la violencia y la intimidación en la calle, ¿cómo se les va a pedir a quienes administran la inseguridad, y hacen de ella una herramienta de gobierno que terminen con la violencia?
O lo que está pasando en el país es que hay mucho miedo a decir las cosas como son. Tengo la firme sospecha de ello, no es posible que haya tanta ingenuidad e ignorancia. .Al fin y al cabo es el objetivo del terrorismo; paralizar las defensas.
(Ver: "Miedo")

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