La cuestión se ha hecho casi cotidiana como para ignorarla.
Carlos Menem hijo, Juan Castro, María Marta García Belsunce, Nora Dalmaso, Forza, Bina y Ferrón o Solange por citar los más conocidos de los últimos tiempos.
Existe en el inconciente colectivo una secuencia inevitable: asesinado o muerte dudosa, autopsia y medicina legal, desfile de peritos que se contradicen, nuevas autopsias, pasa el tiempo y huye la verdad.
Desde los maestros de Francia que llevaron la disciplina médico legal a nivel de ciencia esta todo escrito y sabido, Solo se han agregado los aportes de los fantásticos recursos de las técnicas modernas, en materia de identificación, levantamiento de rastros o data del hecho; pero se han perdido en el camino verdades de Perogrullo.
En medicina legal hay axiomas que no se discuten como el que hay una sola autopsia, la primera; las siguientes están contaminadas, si el primer forense olvidó constatar un hallazgo esta todo sospechado de negligencia; que en la autopsia el legista hace hablar al cadáver y frecuentemente se olvida que en la “levee du corps” el investigador hace hablar al lugar del hecho y el relato debe ser coincidente o complementario, es inadmisible una sola contradicción. De no ser así alguna está mal.
Los casos citados y todos los impunes están unidos por el mismo hilo conductor producto de negligencia o impericia dolosa o culposa en un acto o en el otro.
Fallas que pueden excusarse en ambientes de ignorancia y falta de recursos, pero no tienen excusa en ciertos niveles culturales o sociales, como son los citados, todos ocurridos en medios con todos los recursos disponibles. Muchísimo menos cuando la responsabilidad cae en médicos, fiscales o policías sin la más elemental capacitación.
Desde hace ya unos años el prestigio mundial de nuestro cuerpo médico forense e investigador está en entredicho.
La ingerencia de fiscales sin capacidad ni experiencia en criminología o criminalística, dirigiendo la investigación, despierta la nostalgia de aquellos beneméritos jueces criminales de instrucción que con escasos recursos y a fuerza de años en la materia, carrera judicial le llamaban, de ver escuchar y comprobar; ejercer la lógica y el sentido común al menos tocaban de oído sin equivocar una sola nota.
Ausencia de una capacitada policía judicial formada en investigación y los recursos de la ciencia.
En caso de muerte violenta o dudosa la presencia en el lugar del hecho del policía de la esquina es tan irresponsable y contaminante como la de cualquier transeúnte que pasa por la puerta. El comisario de la seccional, debe ser también de palo salvo para sus tareas específicas: disponer de los efectivos y móviles para aislar el lugar, efectuar allanamientos, reunir información de soplones o buscar y detener sospechosos, su materia específica.
Incluso un médico de emergencias, amigo o vecino solo tiene una función: certificar el deceso y retirarse o constatar que hay vida y dar de inmediato asistencia.
Resulta inadmisible que se realicen reuniones sociales en el lugar del hecho con el cuerpo presente.
Olvidarse de tomarle la temperatura al cuerpo de la víctima es como el abogado que deja vencer el plazo para apelar, no tiene remedio ni arreglo. Hay otros recursos pero lo más simple suele ser lo más seguro.
Las fuerzas de seguridad solo deben limitarse a acordonar el sitio, aislar el lugar del hecho e impedir sin excepciones la entrada o salida de personas, sean familiares, allegados, abogados o funcionarios, dejando de lado toda consideración. Se trata de hechos trágicos y dolorosos pero ya pasó todo, no hay marcha atrás. Las despedidas y lamentos tienen su tiempo y lugar en los velatorios.
Mantener lejos a la policía y a la prensa es un antiguo recurso de defensa de familias de cierto prestigio social para evitar el linchamiento de la prensa y opinión pública o evitar la autopsia de un ser querido; quien haya presenciado una o el trato al cuerpo antes y despues sabe que evitarla es una fundada razón de peso y no la pretensión de ejercer un privilegio.
Los tiempos han cambiado los portadores de apellido con un ilustre y pretérito pasado hoy son tan sospechosos como cualquiera.
Cada casa es un mundo y en el hay corderos y alimañas independientemente de cuentas bancarias, cultura y nivel intelectual.
No opino sobre ninguno de los casos en particular porque no me corresponde ni tengo el exhaustivo conocimiento de ellos, simplemente señalo causas comunes que deben ser corregidas porque no existe el crimen perfecto hasta el diablo olvida tapar la olla. A fuerza de desprestigiar procedimientos la duda proclamará su imperio hasta en lo evidente.
La opinión pública solo sirve para embarrar la cancha. No existen procedimientos democráticos en la materia, acá las mayorías son un cero a la izquierda.
Una cosa es reclamar que se investigue o demandar seguridad y orden público y otra son las presiones.
Blumberg ya paso después de hacer mucho teatro y mucho ruido para su promoción personal, involucrándose sin invitación en cuanto caso ocurría, sin aportar un comino a la verdad.
La opinión pública solo sirve para embarrar la cancha. No existen procedimientos democráticos en la materia, acá las mayorías son un cero a la izquierda.
Una cosa es reclamar que se investigue o demandar seguridad y orden público y otra son las presiones.
Blumberg ya paso después de hacer mucho teatro y mucho ruido para su promoción personal, involucrándose sin invitación en cuanto caso ocurría, sin aportar un comino a la verdad.
Estos casos deben ser preservados del trato público y sensacionalista de quienes no tienen habilitación ni conocimientos en la materia. La ley de Lynch que es la negación del derecho y la justicia, consagrando la venganza es la única alternativa.
Basta gritar ¡justicia, justicia! Con la foto de la víctima en una mano y la cabeza del culpable en una pica en la otra.
Todos hemos sido testigos de programas de TV del periodismo amarillo sin límites ni principios, tirando muñecos por un balcón, asesorados por especialistas.
No se trata de posibilidades futuras, está entre nosotros casi semanalmente en que vecinos destruyen o queman las viviendas de presuntos sospechosos ante la certeza que la justicia no existe en esta tierra.
Es responsabilidad es de todos, no participar ni adherir a estos circos necrófilos a los que el morbo del escándalo mantiene vivos.
Los muertos descansan en paz o no según la sentencia del tribunal supremo, independientemente de lo que le ocurra a sus asesinos. No debe olvidarse que la justicia humana solo juzga hechos y estos requieren pruebas, las intenciones están reservadas al juicio de Dios.
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