En tanto unos prolongan el circo bicentenario, el nuevo matrimonio y otros no aciertan a dar pié con bola o se ponen solos el lazo en el cuello es prudente hacer un paréntesis.
Soy un adicto a los refranes y dichos; por simpatía personal, porque han resistido el paso del tiempo precisamente porque sucesivas generaciones verificaron en la práctica su certeza.
Ciencia popular les llaman, en rigor es el abismo que separa a Platón de Aristóteles, La teoría pura y los hechos comprobados, trasmitidos boca a boca por cientos de generaciones.
En el título el macaneo más actual y en boga, una simple frase hecha, para decir en apariencia lo que el refranero hace años había acuñado: No digas de esta agua no beberé. Al nunca digas no, se le cayó una conjunción y un adjetivo que le modifican el mensaje;… y jódete.
No conozco crío que aprenda a decir si ante que no. Personalmente lo tengo a boca de jarro y me ha dado invariablemente satisfacciones. Por el contrario al si le atribuyo todos los errores de mi vida.
El no es hijo de la responsabilidad y la prudencia el si de las calenturas y pasiones.
NO, es la única sentencia de solo dos letras, que se puede firmar sin pensarla dos veces.
El no puede reconvertirse en veremos o después hablamos y este en un si; del si no se vuelve sin grave daño a la propia autoridad, porque instantáneamente habilita a otro y se es responsable de las consecuencias que no pueden eludirse.
No digas de esta agua no beberé, pero di NO con energía y convicción, hasta estar seguro de las bondades del si y poder asumir todas sus consecuencias.
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