Juicio histórico le llaman y lo fue, se crucifico la verdad, violando todos los procedimientos y normas del derecho. No se juzgaron hechos porque no se los pudo probar, se juzgaron intenciones, violando normas universales de derecho elemental y la exclusiva competencia del Juez Supremo.
Cristian Von Wernich, no fue el condenado, fue solo un símbolo de lo que querían condenar, el objeto del odio el resentimiento y la venganza, una sentencia dolorosamente avalada por la Jerarquía de la Iglesia, que era la verdadera acusada.
Ante el vergonzoso y cobarde silencio de toda la dirigencia, en Argentina se ha crucificado la Verdad, y de eso no hay retorno. Se ha enterrado la imperfecta justicia humana, se ha erigido, sin discusión posible el Terrorismo de Estado.
Una parodia de juicio, que tipifica a mayor abundamiento al Estado Terrorista, ilegítimo por naturaleza y que a nadie obliga. Hoy se condenaron todos, los que lo hicieron y los que en silencio lo garantizaron.
Para el caso, CHRISTIAN VON WERNICH, resultó un hombre sin precedentes, nació sin saberlo culpable, por su linaje germano; a partir de ese primer minuto sin pensarlo ni quererlo fue acumulando en su vida agravantes para su actual condena. Bautizado Christian, consagró su vida al sacerdocio, por circunstancias ajenas a su voluntad llegó a capellán de la Policía, un destino para un sacerdote como cualquier otro. Si cometió en su vida, errores como todos, carecen de significación, tenía el perfil adecuado para concentrar el odio de La Revolución. Nació condenado.
Es el primer asesino que se identifica ante sus víctimas por su cargo o función, nombre y apellido.
Será asesino sin haber matado, secuestrador sin tener poder para privar a nadie de la libertad, genocida sin haber exterminado géneros étnicos, políticos o religiosos; no interesa, es Católico Romano, es sacerdote capellán de la Policía, de apellido alemán y dependiente en su tarea pastoral de los vencedores de una guerra impía declarada contra los argentinos por los asesinos subversivos terroristas ¿Qué más se necesita, para despellejar a un cristiano?
Quizás sin verlo, para muchos fue la última oportunidad, con su habitual contumacia, perfeccionaron la maldad, hacerse cargo. Sepultaron la justicia de los hombres y se remitieron a la Suprema.
¡Que Dios tenga misericordia de los ciegos!
Cristian Von Wernich, no fue el condenado, fue solo un símbolo de lo que querían condenar, el objeto del odio el resentimiento y la venganza, una sentencia dolorosamente avalada por la Jerarquía de la Iglesia, que era la verdadera acusada.
Ante el vergonzoso y cobarde silencio de toda la dirigencia, en Argentina se ha crucificado la Verdad, y de eso no hay retorno. Se ha enterrado la imperfecta justicia humana, se ha erigido, sin discusión posible el Terrorismo de Estado.
Una parodia de juicio, que tipifica a mayor abundamiento al Estado Terrorista, ilegítimo por naturaleza y que a nadie obliga. Hoy se condenaron todos, los que lo hicieron y los que en silencio lo garantizaron.
Para el caso, CHRISTIAN VON WERNICH, resultó un hombre sin precedentes, nació sin saberlo culpable, por su linaje germano; a partir de ese primer minuto sin pensarlo ni quererlo fue acumulando en su vida agravantes para su actual condena. Bautizado Christian, consagró su vida al sacerdocio, por circunstancias ajenas a su voluntad llegó a capellán de la Policía, un destino para un sacerdote como cualquier otro. Si cometió en su vida, errores como todos, carecen de significación, tenía el perfil adecuado para concentrar el odio de La Revolución. Nació condenado.
Es el primer asesino que se identifica ante sus víctimas por su cargo o función, nombre y apellido.
Será asesino sin haber matado, secuestrador sin tener poder para privar a nadie de la libertad, genocida sin haber exterminado géneros étnicos, políticos o religiosos; no interesa, es Católico Romano, es sacerdote capellán de la Policía, de apellido alemán y dependiente en su tarea pastoral de los vencedores de una guerra impía declarada contra los argentinos por los asesinos subversivos terroristas ¿Qué más se necesita, para despellejar a un cristiano?
Quizás sin verlo, para muchos fue la última oportunidad, con su habitual contumacia, perfeccionaron la maldad, hacerse cargo. Sepultaron la justicia de los hombres y se remitieron a la Suprema.
¡Que Dios tenga misericordia de los ciegos!
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