Algún nombre hay que darle para entenderse, en rigor es la nueva máscara de La Revolución en su versión zurda, socialista, progre o como guste. A buen entendedor pocas palabras bastan.
El relativismo es su quinta esencia, al punto que cuestionan lo social y popular, en tanto y en cuanto se opongan a su proyecto de un progreso revolucionario eterno. La fracasada sociedad comunista como objetivo de un orden social perfecto a quedado relegado a no más de una etapa, para demoler resistencias.
Quedaron en el pasado y son tabú (según el momento y lugar) el despotismo y autoritarismo soviético. Estigmatizan a socialistas, fundamentalistas islámicos (en rigor socialistas ateos, aupados en un credo religioso) al socialismo siglo XXI de Chávez, y al anquilosado progresismo hispanoamericano. A todos los malos autoritarios en oposición a los simpáticos Putin y Hu Jintao, los buenos comunistas demócratas y capitalistas. Obsérvese la prostitución del lenguaje, que identifica autoridad con autoritarismo.
Han reemplazado su discurso en pro de las mayorías populares por la seducción a las minorías, sean étnicas, intelectuales o de degenerados morales.
Lo único que permanece inmutable es su visceral enfrentamiento con el orden natural de las cosas, causa original y objetivo permanente de La Revolución.
No precisa de pensadores, sociólogos o intelectuales que le den forma; es producto de las síntesis entre falsas contradicciones, brota sola en cerebros infectados, nace del error de un pensamiento intrínsecamente perverso, que no ha menester tener un carnet de afiliación partidario para adscribir a él.
Sus apóstoles se reconocen a la legua, todos productos descartables de utilería, buscadores y receptores de cuanto premio o cucarda internacional este disponible, personajes de fantasía, llenos del vacío absoluto.
Son tan fundamentalistas, autoritarios y dogmáticos como aquellos a los que acusan de serlo, la diferencia es el “quid” de su perverso razonamiento. Están “contra” su “pro” es tan vacío como la nada. Reniegan de todo lo que signifique orden, estabilidad o convicción, su razón de ser es demolerlos. No es necesario pensar ni razonar mucho para saber dónde apuntan sus cañones.
En nuestro medio hay varios tapados que no pueden ocultar la hilacha y una turista permanente, juntando “currículum” la catalana (dice qué) Pilar Rahola, a quien bastan para definirla sus propias palabras: “de izquierdas, atea, pero de familia de cristianos viejos”, sin mezcla de moros, judíos ni conversos (es el real y verdadero significado del término castizo) fanáticamente pro israelí; una despótica fundamentalista, tan anti-islámica como anti-católica, defensora de herejes, tercermundistas y teólogos de la liberación, protectora de homosexuales y gente diferente, siempre y cuando no sean subsaharianos, afganos, persas y tantos otros resabios de un mundo extinguido, feo y desagradable para gente tan fina y delicada.
Hetaira intelectual para seducir culturosos que le abran puertas. Los asesinos etarras son parte de una compleja cuestión vasca que elegantemente elude para no aburrir, los jóvenes idealistas asesinos no figuran en su guión, el terrorismo es cosa de derechas con uniforme, sean militares o religiosos, católicos o musulmanes
Su lista negra es tan pequeña como curiosa: Franco, Videla, Castro y Chávez. Una salsa mayonesa que mediáticamente pega en la comunidad de los idiotas, una socialista que reniega de Castro y Chávez, debe ser buena persona y demuestra que su libreto no es improvisado.
El listado de los que gozan con los encantos intelectuales de la hetaira es mucho más irrelevante: La Nación, González Oro, Longobardi y Mariano Grondona.
Vendrán otros, esta es tierra de gansos presumidos y la resaca de la marea deja en nuestras playas, los restos carcomidos de todos los naufragios.
El relativismo es su quinta esencia, al punto que cuestionan lo social y popular, en tanto y en cuanto se opongan a su proyecto de un progreso revolucionario eterno. La fracasada sociedad comunista como objetivo de un orden social perfecto a quedado relegado a no más de una etapa, para demoler resistencias.
Quedaron en el pasado y son tabú (según el momento y lugar) el despotismo y autoritarismo soviético. Estigmatizan a socialistas, fundamentalistas islámicos (en rigor socialistas ateos, aupados en un credo religioso) al socialismo siglo XXI de Chávez, y al anquilosado progresismo hispanoamericano. A todos los malos autoritarios en oposición a los simpáticos Putin y Hu Jintao, los buenos comunistas demócratas y capitalistas. Obsérvese la prostitución del lenguaje, que identifica autoridad con autoritarismo.
Han reemplazado su discurso en pro de las mayorías populares por la seducción a las minorías, sean étnicas, intelectuales o de degenerados morales.
Lo único que permanece inmutable es su visceral enfrentamiento con el orden natural de las cosas, causa original y objetivo permanente de La Revolución.
No precisa de pensadores, sociólogos o intelectuales que le den forma; es producto de las síntesis entre falsas contradicciones, brota sola en cerebros infectados, nace del error de un pensamiento intrínsecamente perverso, que no ha menester tener un carnet de afiliación partidario para adscribir a él.
Sus apóstoles se reconocen a la legua, todos productos descartables de utilería, buscadores y receptores de cuanto premio o cucarda internacional este disponible, personajes de fantasía, llenos del vacío absoluto.
Son tan fundamentalistas, autoritarios y dogmáticos como aquellos a los que acusan de serlo, la diferencia es el “quid” de su perverso razonamiento. Están “contra” su “pro” es tan vacío como la nada. Reniegan de todo lo que signifique orden, estabilidad o convicción, su razón de ser es demolerlos. No es necesario pensar ni razonar mucho para saber dónde apuntan sus cañones.
En nuestro medio hay varios tapados que no pueden ocultar la hilacha y una turista permanente, juntando “currículum” la catalana (dice qué) Pilar Rahola, a quien bastan para definirla sus propias palabras: “de izquierdas, atea, pero de familia de cristianos viejos”, sin mezcla de moros, judíos ni conversos (es el real y verdadero significado del término castizo) fanáticamente pro israelí; una despótica fundamentalista, tan anti-islámica como anti-católica, defensora de herejes, tercermundistas y teólogos de la liberación, protectora de homosexuales y gente diferente, siempre y cuando no sean subsaharianos, afganos, persas y tantos otros resabios de un mundo extinguido, feo y desagradable para gente tan fina y delicada.
Hetaira intelectual para seducir culturosos que le abran puertas. Los asesinos etarras son parte de una compleja cuestión vasca que elegantemente elude para no aburrir, los jóvenes idealistas asesinos no figuran en su guión, el terrorismo es cosa de derechas con uniforme, sean militares o religiosos, católicos o musulmanes
Su lista negra es tan pequeña como curiosa: Franco, Videla, Castro y Chávez. Una salsa mayonesa que mediáticamente pega en la comunidad de los idiotas, una socialista que reniega de Castro y Chávez, debe ser buena persona y demuestra que su libreto no es improvisado.
El listado de los que gozan con los encantos intelectuales de la hetaira es mucho más irrelevante: La Nación, González Oro, Longobardi y Mariano Grondona.
Vendrán otros, esta es tierra de gansos presumidos y la resaca de la marea deja en nuestras playas, los restos carcomidos de todos los naufragios.
2 comentarios:
Tiene razón, la primera vez que la vi me sorprendió su discurso, he leido articulos publicados en La Nación, en los que fue mostrando que no es lo que parece ser.
Había que ponerla en evidencia de una vez pòr todas.
Excelente Leopoldo, una nueva izquierda mucho más peligrosa.
Adhiero al comentario, no se quien es peor, si la estrellita o sus presentadores
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