Unas elecciones comunales que definen el futuro próximo de la nación. Habiendo tanto en juego, el tono de la melodía no lo ponen los candidatos ni las ideologías, la suciedad de la campaña, ni los infinitos recursos que se vuelquen para comprar votos.
Buenos Aires es irracional, se expresa con el buen o mal humor de los porteños.
Una fuerte lluvia más o una sudestada, pueden definir el resultado del distrito más lúcido, informado e inteligente del país; más allá de asesores de imagen, millonarias campañas, denuncias y estadísticas. Con la misma fuerza que la imagen, la realidad se impone a la razón.
Si no lo cree, calentita y a la vista está España, con su Atocha y etarras.
Precisamente en una semana que comienza con malos augurios.
Crisis energética total con el sistema al límite, sale de servicio la central atómica de Atucha, no hay gas, ni en la red ni en las garrafas y hasta el clima se suma para poner su cuota, ni hablar del transporte aéreo terrestre o subterráneo. Conflictos gremiales y estudiantiles, la inseguridad desmadrada, hasta la simple y previsible niebla puede desencadenar un desastre.
Que sabios previsores dispusieron que la Capital de la nación, donde se cocinan las sensaciones y tendencias, la gobernase a través de un delegado, intendente, el Presidente de la Nación, que de una forma u otra tiene en sus manos todas las riendas de las decisiones que conciernen a su propia casa. Sin absurdos conflictos de jurisdicciones.
Gane uno o gane otro se subirá al podio de un triunfo que no le pertenece, y eso será muy malo.
Hasta hoy, veo solo dos ganadores si resisten la tentación de mostrarse o abrir la boca: los Drs. Lavagna y López Murphy; los grandes ausentes, paradójicamente los que no van por nada, los que intervienen y los patrocinan a la corta o a la larga pierden todos.
Buenos Aires es difícil de ganar y más difícil de gobernar en medio de una avalancha de mentiras, sobre la que no se tiene capacidad de prevención ni decisión.
Para el futuro de los porteños veo el resultado ya puesto, otro gobierno altamente conflictivo con sus intereses.
El resultado, por las consecuencias que desencadene interesa y mucho al conjunto de la nación, que no tendrá voz ni voto en lo que ocurra. Curiosísimo sistema electoral el nuestro, así estamos.
Para quien no lo vea, es el resultado de las autonomías disgregadoras de la unión nacional, siempre latentes y encubiertas, precisamente en el territorio con más fuerte tradición autonómica.
El viejo fantasma de unitarios y federales, liberales progresistas y conservadores tradicionales, nunca muere, se recicla en cada generación con los matices de la época.
Buenos Aires es irracional, se expresa con el buen o mal humor de los porteños.
Una fuerte lluvia más o una sudestada, pueden definir el resultado del distrito más lúcido, informado e inteligente del país; más allá de asesores de imagen, millonarias campañas, denuncias y estadísticas. Con la misma fuerza que la imagen, la realidad se impone a la razón.
Si no lo cree, calentita y a la vista está España, con su Atocha y etarras.
Precisamente en una semana que comienza con malos augurios.
Crisis energética total con el sistema al límite, sale de servicio la central atómica de Atucha, no hay gas, ni en la red ni en las garrafas y hasta el clima se suma para poner su cuota, ni hablar del transporte aéreo terrestre o subterráneo. Conflictos gremiales y estudiantiles, la inseguridad desmadrada, hasta la simple y previsible niebla puede desencadenar un desastre.
Que sabios previsores dispusieron que la Capital de la nación, donde se cocinan las sensaciones y tendencias, la gobernase a través de un delegado, intendente, el Presidente de la Nación, que de una forma u otra tiene en sus manos todas las riendas de las decisiones que conciernen a su propia casa. Sin absurdos conflictos de jurisdicciones.
Gane uno o gane otro se subirá al podio de un triunfo que no le pertenece, y eso será muy malo.
Hasta hoy, veo solo dos ganadores si resisten la tentación de mostrarse o abrir la boca: los Drs. Lavagna y López Murphy; los grandes ausentes, paradójicamente los que no van por nada, los que intervienen y los patrocinan a la corta o a la larga pierden todos.
Buenos Aires es difícil de ganar y más difícil de gobernar en medio de una avalancha de mentiras, sobre la que no se tiene capacidad de prevención ni decisión.
Para el futuro de los porteños veo el resultado ya puesto, otro gobierno altamente conflictivo con sus intereses.
El resultado, por las consecuencias que desencadene interesa y mucho al conjunto de la nación, que no tendrá voz ni voto en lo que ocurra. Curiosísimo sistema electoral el nuestro, así estamos.
Para quien no lo vea, es el resultado de las autonomías disgregadoras de la unión nacional, siempre latentes y encubiertas, precisamente en el territorio con más fuerte tradición autonómica.
El viejo fantasma de unitarios y federales, liberales progresistas y conservadores tradicionales, nunca muere, se recicla en cada generación con los matices de la época.
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