abril 14, 2005

Conversando con Atila

Siento golpear la puerta, más que golpes la puerta flamea, corro a abrir….y no puedo creerlo, no lo conocía pero no puede haber dudas ¡ATILA!
L - Buen día, Pase por favor Gran Rey de los Hunos.-
A - Deje los títulos de lado, siempre fui Atila, lo de rey, su alteza, sire, o su majestad es para los que no son nadie y necesitan agrandarse con títulos. Entre mi gente siempre me sobró autoridad nunca precisé poses ni poner distancia.
Me enteré que quería hablar conmigo y me sorprendió, no son muchos los que me buscan. -
L - Pase, póngase cómodo, no es una tienda pero es lo que tengo.-
A -Vea amigo, he vivido y conocido mucho, hace tiempo que estoy muerto, desde arriba vemos todo, no me ven pero vengo siempre, ¡hay tanto para ver y sorprenderse!, aunque siempre es la misma historia, está visto que el hombre nunca aprende. Pero vayamos a lo nuestro ¿Por qué quería verme?-
L - Me intrigó esa fama que tiene o le han hecho. Quería escuchar la historia de su boca, nunca me convenció que los “malos” sean del todo malos, algo bueno siempre tienen, o los buenos sean siempre buenos, todos tienen un muerto en el placard. -
A – Es muy cierto, pero ¿por qué piensa que fui malo?-
L – Es lo que dice la historia, arrasaba y destruía todo lo que encontraba.-
A - ¿Y para qué habría de hacer eso ¿Quién lo dice? Si ya lo se, y que nos comíamos a los chicos, violábamos a las mujeres… ¡Por favor! ¿Se lo contaron las “carmelitas descalzas” de Sajonia o Germania?. Es largo no voy a cansarlo y le cuento rápido. Nací en una de las mayores tribus de hunos en el Asia central, mi papá era el Jefe, el Imperio Romano de Oriente, Bizancio, le pagaba regularmente una contribución. De chiquito los veía siempre, cuando no estaban sus embajadores eran los de otras tribus: es más se quedaban varios días con nosotros y algunos varios meses aprendiendo como manejábamos nuestra nación. Cansaban con sus preguntas, querían saber todo, especialmente los griegos que venían; ellos me contaban muchas cosas y me enseñaron a leer, siempre andaban llenos de papeles. Cuando murió papá con mi hermano Bleda nos hicimos cargo de todo.
Una noche mataron a Bleda, un asunto de polleras y me lo cargaron a mi, ahí empezó mi mala fama. ¿Por qué habría de hacerlo?, ¿para quedarme con todo?. Si así hubiera sido lo hubiera matado a Papá y a Bleda juntos ¿o no?.
Vino una gran sequía, faltaban alimentos, nuestros caballos eran puro hueso, tomé la decisión y marchemos hacia el poniente en busca de praderas.
Si hubiera sido un ambicioso conquistador hubiese ido a Grecia o Bizancio, llegaba, entraba y me quedaba, otra que “vini vidi vinci” las tenía servidas en bandeja de plata. Y de que me servía Grecia, pura piedra, que iba a hacer mi pueblo acostumbrado a llanuras infinitas, ¿comer aceitunas solamente?
Y Bizancio, puro circo, azules y verdes, como Boca-River o Merengues y catalanes, todo el día discutiendo por discutir, así que emprendimos con toda mi gente la marcha.
Siempre tuvimos reglas, normas o códigos de conducta, nunca escritas ¿para qué? en mi pueblo el respeto por las leyes y costumbres, los mayores y nuestros dioses siempre fue sagrado. El que lo violaban lo pagaba con la cabeza.
Cuando llegábamos a una aldea o plaza fuerte, un emisario intimaba la rendición y entrega de las llaves, si aceptaban pedíamos provisiones, le imponíamos una contribución en efectivo y a otra cosa. Si se negaban nos retrasaban, moría nuestra gente, los hombres se ponían nerviosos, por eso arrasábamos todo. Eran las reglas de la guerra, como si le dijera la Convención de Ginebra de ahora, todos lo sabían, todos lo hacían.
¿Ud. cree que se resistían de héroes que eran?, No, lo hacían de miserables, para no pagar. -
L – Lo interrumpo, creo que ustedes conquistaban e imponían tributos que los dejaban en la miseria.-
A - Se equivoca, eso era cosa de persas y romanos, ellos cobraban en granos, aceitunas, pescados, lo que hubiera.
Después hacían enormes depósitos para estas mercaderías con las que alimentaban a sus legiones y repartían bolsitas de comida a los barrabravas en el Coliseo o a los concurrentes a vitorear a los Césares.
No se olvide, 150 días seguidos de juegos en el Coliseo, todo gratis, ¿quién pagaba estas jodas?; ¿sabe lo que ganaba un buen gladiador o un entrenador de osos en Bizancio?, como un futbolista de ahora. Gastaban más en guardar las mercaderías y distribuirlas que los impuestos que cobraban, y ellos anotaban todo.
Cuando venían con sus caravanas tenían no menos de cinco funcionarios para controlar lo que nos dejaban y toneladas de papeles, remitos y facturas. Por suerte, los usábamos para hacer fuego, no había mucha leña. El problema no éramos nosotros, nunca mentíamos y lo sabían, tenían que controlarse ellos.
En ese sistema como el de ustedes todos mordían, y al que designaba los funcionarios de control había que llevarle su tajada.
¿Por qué cree que se derrumbaron?, eran un asco al final, eso no podía durar, lo veía un ciego. -
L – Pero de una forma u otra imponían impuestos.-
A – Contribuciones, pagaban por la protección, les costaba menos que sus ejércitos. -
L – ¡Eso es de mafiosos!. -
A – Se equivoca, los sicilianos copiaron eso de nosotros, nunca vendimos mujeres ni explotamos el juego, no falsificábamos bebidas ni teníamos desarmaderos de carros o distribución de drogas. En nuestra tierra no existían los piratas del asfalto ni del agua, nunca hicimos trampa.
Además no comprábamos ni vendíamos nada, no existían en nuestro pueblo aduanas, D.G.I, patentes, impuestos municipales, nunca tuvimos presupuesto para alimentar vagos y concesiones inmorales. Entre nosotros no se necesitaba plata, cada uno atendía sus propias necesidades: caza, pesca, sus caballos etc. Nuestros gastos: leche de yegua, yogur y carne por supuesto de yak o bisonte, durísima, la poníamos sobre el lomo del caballo y a la noche era una milanesa tiernita. La ropa la hacían nuestras mujeres. Algún lujo por supuesto, cadenas de oro o plata, brazaletes etc., eso venía con las contribuciones, y se las distribuía entre la gente.
Éramos ricos, teníamos todo lo que un hombre puede necesitar, caballos, armas, nuestras mujeres e hijos, comida y libertad, el orden y la seguridad estaba en nuestros brazos, no delegada en nadie, respetábamos y nos respetaban, todos éramos necesarios para nuestra nación. ¿Qué más se puede querer?.-
L - Atila me sorprende, no lo imaginaba tan actualizado ¿cómo nos ve?.-
A - ¿Ud. no quiere dormir ésta noche? Se la voy a hacer liviana, solamente dos cosas: Primero terminen con el verso del déficit fiscal. Nadie desapareció por eso. Arréglense con lo que tienen y gasten menos. Preocúpense por el déficit moral, por eso se cayeron todos. Y eso se arregla únicamente con el ejemplo desde arriba, las sociedades como el pescado, se pudren por la cabeza.
He escuchado que es un año electoral y todos asumen que van aumentar el gasto, ¿pensaron lo que dicen?. El que es capaz y tiene autoridad propia es jefe por naturaleza, no necesita comprar cargos y honores, si se empeñan en continuar eligiendo inútiles e incompetentes que juegan a hacerse los malos para simular una autoridad que no tienen, aguántense, no tienen remedio.
Segundo: ustedes son pocos, reprodúzcanse, es sano, vale la pena. He visto a sus mujeres, flacas para mi gusto, pero debieran estar todas preñadas, a la naturaleza le repugna el vacío. Si no ocupan su tierra otros lo van a hacer…
Lo noto pensativo y preocupado, su expresión me recuerda a los Griegos que nos visitaban y le digo lo mismo que a ellos, no trate de aplicar este modelo, fue bueno para nosotros, en nuestro pueblo y en ése momento, no copien, creen. Y que la creatividad sea en base a lo que son y lo que tienen, dejen de lado los delirantes discursos de los intelectuales que viven en una burbuja y les venden espejitos de colores de lo que pasa en Suecia, Dinamarca y Norteamérica, el famoso primer mundo. Yo los conocí cuando comenzaban a organizarse y no se los recomiendo a nadie.
Le agradezco esta charla, me comprometo a volver, me quedó mucho por contarle. ¡Que los dioses lo protejan!.-
L - Adios Atila, y vuelva pronto, esta es su casa.-

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Que le pasó a Atila que salío corriendo? Parece que no estaba muy cómodo, porque sino me lo imagino desparramado en el sillón de su salón comiendo uvas, tomado del pico de las botellas y poniendo los pies encima de la mesilla.

Anónimo dijo...

me gustó mucho, VIVA HONDURAS!

Anónimo dijo...

¿quien es más malo Atila o Kichner? Sí, ya leí, Atila no era malo. Kichner tampoco es malo en realidad, apenas llega a guarango, a patotero de terminal de colectivo

Anónimo dijo...

Si Atila no era malo, Menem va al cielo y nosotros somos todos arcángeles. Los malos siempre son los otros.

Anónimo dijo...

Con solo imaginarme a Atila hablando del déficit fiscal, me parto de risa.

Anónimo dijo...

Atila es una masa