No es por casualidad que a 24 hs. de las elecciones se instaló el tema de la policía como la primera cuestión a resolver.
Tal como están las cosas, en el instante que se traspase parte de la Federal a la ciudad, su jefe de gobierno se hace cargo de todas las consecuencias; excesos y delincuencia desmadrada.
Aníbal Fernández no solo es insalubre es definitivamente ponzoñoso y mortal.
Nadie, se llame como se llame, por mucha que sea su preparación y voluntad, está en condiciones de asumir tamaño riesgo y responsabilidad de un día para otro.
La pretensión de armar una policía propia de la nada es una fantasía que solo cabe en teóricos de escritorio, solo posible tiempo mediante, integrándola progresivamente a una base preexistente con años de experiencia y conocimiento de la calle. La pretendida policía aséptica es estéril, solo sirve para desfiles.
Ni los antiguos “zorros grises” ni la promocionada Guardia Urbana (Boy Scout para turistas y escolares) tienen algún parecido con una policía, para guardar el orden, prevenir y reprimir la delincuencia.
En momentos que las bandas de narcotraficantes, después de controlar villas y asentamientos comienzan a extenderse a los barrios más urbanizados, la cuestión no es menor ni da para irresponsables pruebas.
No es posible enfrentar el delito sin conocerlo, modalidades operativos, códigos y la red de relaciones, de la que forman parte destacada los establecimientos penales, ajenos a un jefe de gobierno de una “ciudad autónoma” entelequia que después de muchos fracasos, se llegará a la convicción, en el caso puntual de Buenos Aires, que es un aborto político.
El no confrontar no puede llevar a descocer que quienes tienen la sartén por el mango, carecen de límites.
En mi opinión si se quiere llegar a demostrar lo que se es capaz de hacer hay que comenzar por cerrar la boca y recordar que el hombre digno es esclavo de sus palabras y señor de sus silencios: la más inofensiva pregunta de un periodista puede ser un anzuelo envenenado y por la boca muere el pez.
Tal como están las cosas, en el instante que se traspase parte de la Federal a la ciudad, su jefe de gobierno se hace cargo de todas las consecuencias; excesos y delincuencia desmadrada.
Aníbal Fernández no solo es insalubre es definitivamente ponzoñoso y mortal.
Nadie, se llame como se llame, por mucha que sea su preparación y voluntad, está en condiciones de asumir tamaño riesgo y responsabilidad de un día para otro.
La pretensión de armar una policía propia de la nada es una fantasía que solo cabe en teóricos de escritorio, solo posible tiempo mediante, integrándola progresivamente a una base preexistente con años de experiencia y conocimiento de la calle. La pretendida policía aséptica es estéril, solo sirve para desfiles.
Ni los antiguos “zorros grises” ni la promocionada Guardia Urbana (Boy Scout para turistas y escolares) tienen algún parecido con una policía, para guardar el orden, prevenir y reprimir la delincuencia.
En momentos que las bandas de narcotraficantes, después de controlar villas y asentamientos comienzan a extenderse a los barrios más urbanizados, la cuestión no es menor ni da para irresponsables pruebas.
No es posible enfrentar el delito sin conocerlo, modalidades operativos, códigos y la red de relaciones, de la que forman parte destacada los establecimientos penales, ajenos a un jefe de gobierno de una “ciudad autónoma” entelequia que después de muchos fracasos, se llegará a la convicción, en el caso puntual de Buenos Aires, que es un aborto político.
El no confrontar no puede llevar a descocer que quienes tienen la sartén por el mango, carecen de límites.
En mi opinión si se quiere llegar a demostrar lo que se es capaz de hacer hay que comenzar por cerrar la boca y recordar que el hombre digno es esclavo de sus palabras y señor de sus silencios: la más inofensiva pregunta de un periodista puede ser un anzuelo envenenado y por la boca muere el pez.
¡Suerte y prudencia Ingeniero!
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