febrero 21, 2007

Si carnaval son máscaras y disfraces, es carnaval todo el año

Con una fuerza arrolladora y cuasi invisible aparecen como subproducto de la comparsa, los militantes.
Hay católicos, ateos, socialistas, progresistas, capitalista, marxistas militantes y en todo el vasto arco ideológico y de las creencias.
El ser militante, como activa y voluntaria adhesión a una ideología y su difusión no es la única acepción del término, y a eso apunto.
No solo hay lobos con piel de cordero sino que hay otros convencidos de ser ovejas, pero que tiene afilados colmillos y más allá de sus declamadas convicciones, siendo carniceros depredadores actúan como lo que son.
El ateo a secas y el ateo militante se diferencian en que uno niega la existencia de Dios y argumenta en ese sentido y el otro vive como si Dios no existiera, sin entrar en cuestiones filosóficas o de principios; es más van misa, comulgan y hasta puede defender apasionadamente la doctrina mientras desconocen la existencia de Dios en cada uno de sus actos y pensamientos. Estos son los verdaderos ateos los demás están en pose.
Suelen hacer honor al aserto: nada más fanático que un converso.
Vale para católicos, judíos e islámicos; todas las religiones, credos e ideologías.
Es la antigua y cada vez más omnipresente cuestión de ser o parecer.
No se trata de una disquisición teórica sino eminentemente práctica, un simple recurso para saber quien es quien en este carnaval de mascaritas y disfrazados. Basta cerrar los ojos y recorrer a sus conocidos o con mayor honestidad, mirar para adentro ¿Cuántos viven y hacen de acuerdo a lo que dicen creer?
¿Cuántos se sienten soberanos y exclusivos artífices de su éxito, ignorando a Dios y su Providencia?
Encontrará cientos de progresistas que en su kiosco, taller, comercio o empresa, actúan como el más despiadado explotador capitalista, “socialistas caviar” dicen los franceses; librepensadores cuyo dogmatismo es de antología; demócratas y liberales que ponen muros, leyes y barreras a todo el que no piense como ellos. No en vano se acuñó un refrán para definirlos: “no hay mejor cuña que la del mismo palo”
Desde la “democracia obligatoria” impuesta a cañonazos hasta el “socialismo o muerte” hay para todos los gustos.
Súmele los defensores de los “derechos para algunos humanos”, los redentores de pobres que legislan para suprimirlos, convirtiéndolos en miserables o condenándolos de por vida a ese situación con subsidios y asistencialismo (esclavos dependientes del estado) y que tendrá un panorama sin fronteras, el mundo convertido en una gran comparsa carnavalesca.
“Hay que sumar”. No importa a quien ni para que, está en boca de todos los que pretenden llegar por los votos a otros, donde su capacidad no les permite acceder y es casi el paradigma de la “praxis marxista” que repiten y practican, militan, personajes insospechados de serlo.
El consenso, verdadero Olimpo de un demócrata, es en esencia un “quid pro quo” el familiar “toma y daca” cuyo resultado final es una salsa mayonesa sin huevo.
La individualidad, condenada a desaparecer, aplastada por la supremacía de lo social. La dictadura del número que paradójicamente parece ser el fundamento de esta democracia moderna.
Así podría seguirse hasta el infinito, no son únicamente los seguidores de esta o aquella ideología quienes lo repiten y practican, son todos aún los que descreen de esos conceptos; militantes en estado puro. No cuestionan la verdad o el error de la idea, simplemente la practican. Actúan como lo que son.
Aventar la niebla de la confusión, distinguir a cada uno por su esencia, por lo que es y no por lo que parece, es el necesario objetivo de la hora para no equivocar el camino de la mano de “compañeros de ruta”.


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