(Francia en Indochina)
Un planteo peligroso va tomando cuerpo desde distintos sectores; confundir lo esencial con lo circunstancial. En este caso particular, desacreditar una doctrina en razón de los métodos de su aplicación.
El procedimiento es similar a quienes cuestionan las privatizaciones, por sus resultados. Que la actividad empresaria y los servicios que no son de excluyente obligación del estado, estén en manos de la actividad privada no es malo, es lo natural. Que los procedimientos hayan sido corruptos y los controles subsecuentes hayan sido dejados de lado por funcionarios y gobiernos más corruptos es otra cuestión.
La doctrina de la guerra contrarrevolucionaria, elaborada por los oficiales del ejército francés a partir de su propia experiencia en el campo de combate y no en cómodos escritorios, es hasta el día de hoy impecable. Desvirtuarla por los supuestos excesos que su aplicación pudo generar es como mínimo de muy mala fe. La guerra es de suyo, exceso. Comienza cuando se cierra toda posibilidad de diálogo, cuando la fuerza reemplaza a una razón que no existe o no se sabe expresar. Se escribió con sangre y la dictaron cadáveres y deshechos humanos resultantes de las más refinadas técnicas de tortura, lavado de cerebro y aniquilación de la personalidad. La doctrina contrarrevolucionaria francesa nace para detener esta impía barbarie.
Los desaparecidos que hoy parecen la “Question”, son precisamente una “creación” de los revolucionarios subversivos. En esta particular modalidad de conflicto, es tan combatiente y militante el que empuña un arma como el que hace de correo u observa los movimientos de un blanco potencial para que otro lo elimine. La libertad de información en un conflicto armado nunca existió ni existirá, la información es un arma como lo son la infantería y la artillería; a la hora de las armas no hay lugar para jóvenes idealistas ni nenes de mamá.
La doctrina requiere como punto fundamental que sea aplicada con toda la fuerza, unidad y capacidad del poder. Si la revolución existe y comienza a prender es porque subyacen arbitrariedades e injusticias que deben ser removidas con la misma energía que los combatientes enemigos.
La fuerza del poder político del estado es fundamental y no se compadece de veleidades pseudo democráticas para dorarle la píldora a la comunidad internacional.
El absurdo de “estamos en guerra, pero vivimos en paz, con todos los derechos y garantías” es el gérmen de la derrota final.
La justicia debe ser implantada a rajatabla sin concesiones, privilegios, disimulos ni ocultamientos. La corrupción en todos los niveles, aniquilada por ser parte del enemigo, Si no se entendió esto, no se entendió nada.
Por ello Francia perdió Indochina y Argelia. Perdió el territorio y la oportunidad de una transición ordenada. Le sobraron guerreros y le faltaron cabezas. Por ello es bueno recordarlo; Dien Bien Phu e Indochina no fueron derrotas del ejército de Francia sino de su conducción política, a tal punto que en Argelia sucumbió la IV República.
Los ejércitos son profesionales del combate, la paz, la guerra y los objetivos son cuestiones políticas de estadistas.
De nada vale un formidable guerrero sin cabeza, no es preciso recurrir a la historia, ni a Alejandro, Amilcar o Anibal a la vista están bien actuales y vivos Irán e Irak.
Son seres humanos quienes deben aplicar las doctrinas, por tanto sujetos a todas las miserias y perversiones de los hombres, sea en Indochina, Argelia o Argentina.
Llama poderosamente la atención que esta crítica se haga hacia un solo lado y se omita toda referencia a las doctrinas revolucionarias, urbanas y rurales, meticulosamente sistematizadas por soviéticos y chinos.
Nuevamente y con ligereza digna de mejor causa se pone el acento en lo circunstancial para destruir lo esencial.
Que Francia es de muy antiguo el reino de la hipocresía, no tengo dudas, diariamente lo certifica. Esa certeza no justifica caer en la confusión de meter en la misma bolsa a sus gobiernos y a los franceses.
De no haberse contado con las enseñanzas de los oficiales de Francia, hace rato que en estas tierras del Plata era noche cerrada para todos.
Indudablemente es mucho más cómodo mirar para otro lado en busca de un chivo emisario. Nadie sabe lo que viene o puede pasar, preavisos sobran, como sobraron antes. Desarmar conciencias y convicciones en tales circunstancias es suicida. Si vis pacem para bellum
El procedimiento es similar a quienes cuestionan las privatizaciones, por sus resultados. Que la actividad empresaria y los servicios que no son de excluyente obligación del estado, estén en manos de la actividad privada no es malo, es lo natural. Que los procedimientos hayan sido corruptos y los controles subsecuentes hayan sido dejados de lado por funcionarios y gobiernos más corruptos es otra cuestión.
La doctrina de la guerra contrarrevolucionaria, elaborada por los oficiales del ejército francés a partir de su propia experiencia en el campo de combate y no en cómodos escritorios, es hasta el día de hoy impecable. Desvirtuarla por los supuestos excesos que su aplicación pudo generar es como mínimo de muy mala fe. La guerra es de suyo, exceso. Comienza cuando se cierra toda posibilidad de diálogo, cuando la fuerza reemplaza a una razón que no existe o no se sabe expresar. Se escribió con sangre y la dictaron cadáveres y deshechos humanos resultantes de las más refinadas técnicas de tortura, lavado de cerebro y aniquilación de la personalidad. La doctrina contrarrevolucionaria francesa nace para detener esta impía barbarie.
Los desaparecidos que hoy parecen la “Question”, son precisamente una “creación” de los revolucionarios subversivos. En esta particular modalidad de conflicto, es tan combatiente y militante el que empuña un arma como el que hace de correo u observa los movimientos de un blanco potencial para que otro lo elimine. La libertad de información en un conflicto armado nunca existió ni existirá, la información es un arma como lo son la infantería y la artillería; a la hora de las armas no hay lugar para jóvenes idealistas ni nenes de mamá.
La doctrina requiere como punto fundamental que sea aplicada con toda la fuerza, unidad y capacidad del poder. Si la revolución existe y comienza a prender es porque subyacen arbitrariedades e injusticias que deben ser removidas con la misma energía que los combatientes enemigos.
La fuerza del poder político del estado es fundamental y no se compadece de veleidades pseudo democráticas para dorarle la píldora a la comunidad internacional.
El absurdo de “estamos en guerra, pero vivimos en paz, con todos los derechos y garantías” es el gérmen de la derrota final.
La justicia debe ser implantada a rajatabla sin concesiones, privilegios, disimulos ni ocultamientos. La corrupción en todos los niveles, aniquilada por ser parte del enemigo, Si no se entendió esto, no se entendió nada.
Por ello Francia perdió Indochina y Argelia. Perdió el territorio y la oportunidad de una transición ordenada. Le sobraron guerreros y le faltaron cabezas. Por ello es bueno recordarlo; Dien Bien Phu e Indochina no fueron derrotas del ejército de Francia sino de su conducción política, a tal punto que en Argelia sucumbió la IV República.
Los ejércitos son profesionales del combate, la paz, la guerra y los objetivos son cuestiones políticas de estadistas.
De nada vale un formidable guerrero sin cabeza, no es preciso recurrir a la historia, ni a Alejandro, Amilcar o Anibal a la vista están bien actuales y vivos Irán e Irak.
Son seres humanos quienes deben aplicar las doctrinas, por tanto sujetos a todas las miserias y perversiones de los hombres, sea en Indochina, Argelia o Argentina.
Llama poderosamente la atención que esta crítica se haga hacia un solo lado y se omita toda referencia a las doctrinas revolucionarias, urbanas y rurales, meticulosamente sistematizadas por soviéticos y chinos.
Nuevamente y con ligereza digna de mejor causa se pone el acento en lo circunstancial para destruir lo esencial.
Que Francia es de muy antiguo el reino de la hipocresía, no tengo dudas, diariamente lo certifica. Esa certeza no justifica caer en la confusión de meter en la misma bolsa a sus gobiernos y a los franceses.
De no haberse contado con las enseñanzas de los oficiales de Francia, hace rato que en estas tierras del Plata era noche cerrada para todos.
Indudablemente es mucho más cómodo mirar para otro lado en busca de un chivo emisario. Nadie sabe lo que viene o puede pasar, preavisos sobran, como sobraron antes. Desarmar conciencias y convicciones en tales circunstancias es suicida. Si vis pacem para bellum
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