Con motivo de una exposición en Marsella, ante la juventud, el Ministro del Interior de Francia, a la par que jefe de la oposición por ese galimatías que es la política francesa, Nicolás Sarkozy entró de lleno en uno de sus temas favoritos: revalorizar la cultura del trabajo y del esfuerzo para "reinventar la República" bajo el signo del "mérito". "No hay derechos sin obligaciones", les dijo a los jóvenes, y aprovechó para descalificar a la generación de 1968, a la que atribuye los males del presente. Los culpables de este desaguisado surgido del mayo del 68 no son otros, según Sarkozy, que los socialistas, "herederos" de aquella revolución que "dilapidó la herencia" de sus antecesores e impuso "una inversión de valores y un pensamiento único del que los jóvenes actuales son las principales víctimas". La sociedad subvencionada, en la que el éxito es castigado y el igualitarismo castra cualquier iniciativa.
Mensaje impensable en occidente y que a no dudar, los dirigentes políticos calificarían de “políticamente incorrecto”, pero Marsella está en Francia y a la hora de decir o hacer los franceses no se privan de nada.
Tengo la convicción que cuando se opina o comenta la actualidad y el devenir de la historia no se puede quitar un ojo de Francia ni dejar de prestar atención al mínimo susurro que de allí venga.
Apenas hace un año que contra la opinión de su dirigencia política, Francia dijo NO a la Constitución de la Unión Europea y dejó boqueando en el desconcierto a políticos y analistas de todo el mundo.
Nuevamente se escucha el rumor de movimiento, esta vez ante la juventud, renegando de aquel Mayo del 68 y su consigna “prohibido prohibir” que tanto daño causó a Francia y al mundo.
Por ahora pareciera solo un posicionamiento de campaña de frente a las próximas elecciones. A mi modo de ver, para posicionamiento muy jugado. Transcribo un párrafo de una opinión que recibí de España de uno de mis hijos y que sintetiza lo que pienso.
La pregunta debería ser si puede el ciudadano promedio de la sociedad francesa relacionarse con su estado de igual a igual, desde la responsabilidad, el respeto y el nacionalismo.
Parece imposible en el mundo globalizado actual a menos que Francia cierre sus fronteras, apague los televisores y "corte" internet, cosa que se antoja improbable. Suena a aquello de "en vez de estar al pedo tirado en el sillón, anda a recoger papelitos de la calle o a pintar paredes" que suena muy ideal pero inaplicable y contradictorio con la idea del "estado recaudador" al que se le paga para que se ocupe de todo en el sistema actual, ciertamente conveniente para el ciudadano cuya responsabilidad cívica se reduce casi en exclusiva al pago de impuestos.
Yo lo leería más en clave electoral en donde todas las encuestas vuelven a decir "OJO CON LE PEN que ésta vez puede ir enserio" lo que se traduce en un giro a la extrema derecha del electorado y esta propuesta, aunque ilusa, encajaría con el pensamiento de la derecha en general de potenciar la cultura del trabajo y no de "andar manteniendo a tanto vago desocupado"; aunque ya se sabe que si bien todos los caminos conducen a Roma, es en París en donde divergen. Francia divide siempre las aguas y no sería la primera vez que cuando toda la corriente va en un sentido, Francia pegue un golpe de timón solo por joder o ver que pasa.-
Para bien o para mal, de las Galias siempre viene la luz, conviene mirar para no perderse.
Mensaje impensable en occidente y que a no dudar, los dirigentes políticos calificarían de “políticamente incorrecto”, pero Marsella está en Francia y a la hora de decir o hacer los franceses no se privan de nada.
Tengo la convicción que cuando se opina o comenta la actualidad y el devenir de la historia no se puede quitar un ojo de Francia ni dejar de prestar atención al mínimo susurro que de allí venga.
Apenas hace un año que contra la opinión de su dirigencia política, Francia dijo NO a la Constitución de la Unión Europea y dejó boqueando en el desconcierto a políticos y analistas de todo el mundo.
Nuevamente se escucha el rumor de movimiento, esta vez ante la juventud, renegando de aquel Mayo del 68 y su consigna “prohibido prohibir” que tanto daño causó a Francia y al mundo.
Por ahora pareciera solo un posicionamiento de campaña de frente a las próximas elecciones. A mi modo de ver, para posicionamiento muy jugado. Transcribo un párrafo de una opinión que recibí de España de uno de mis hijos y que sintetiza lo que pienso.
La pregunta debería ser si puede el ciudadano promedio de la sociedad francesa relacionarse con su estado de igual a igual, desde la responsabilidad, el respeto y el nacionalismo.
Parece imposible en el mundo globalizado actual a menos que Francia cierre sus fronteras, apague los televisores y "corte" internet, cosa que se antoja improbable. Suena a aquello de "en vez de estar al pedo tirado en el sillón, anda a recoger papelitos de la calle o a pintar paredes" que suena muy ideal pero inaplicable y contradictorio con la idea del "estado recaudador" al que se le paga para que se ocupe de todo en el sistema actual, ciertamente conveniente para el ciudadano cuya responsabilidad cívica se reduce casi en exclusiva al pago de impuestos.
Yo lo leería más en clave electoral en donde todas las encuestas vuelven a decir "OJO CON LE PEN que ésta vez puede ir enserio" lo que se traduce en un giro a la extrema derecha del electorado y esta propuesta, aunque ilusa, encajaría con el pensamiento de la derecha en general de potenciar la cultura del trabajo y no de "andar manteniendo a tanto vago desocupado"; aunque ya se sabe que si bien todos los caminos conducen a Roma, es en París en donde divergen. Francia divide siempre las aguas y no sería la primera vez que cuando toda la corriente va en un sentido, Francia pegue un golpe de timón solo por joder o ver que pasa.-
Para bien o para mal, de las Galias siempre viene la luz, conviene mirar para no perderse.
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