Ganó el socialismo en Santa Fe, el socialista Binner terminó con la hegemonía peronista en la provincia. El socialismo triunfa en argentina. No hay publicación medio de comunicación que se prive de repetirlo hasta el hartazgo. Los titulares y la información la levantan y reproduce la prensa internacional. Ya está instalada otra verdad. Al punto que siendo un hecho cierto que no discute, aparecen notas tratando de analizar que clase de socialismo es el triunfante, siglo XXI, americano antiguo o moderno europeo. A partir de esta verdad, se interpretan y valoran candidatos alianzas y propuestas.
La verdad tal como la veo. Cada región o provincia tiene sus propias tradiciones políticas que no son ideológicas, sino adhesión a una dirigencia o partidismo, que es una relación personal o familiar. La antigua pertenencia al clan, tribu o linaje. Este fenómeno que es común a todos los pueblos, independientemente de creencias o desarrollo cultural o económico, tiende a licuarse en la actualidad del mundo moderno por las migraciones internas, externas y el desarraigo, sin que ello signifique un avance de la ideología sobre las lealtades personales.
Pretender otra cosa, en argentina, sería elevar a la categoría de milagro la derrota del socialismo y el progresismo en Buenos Aires, precisamente su tradicional bastión electoral, casualmente el núcleo receptor de las migraciones y el desarraigo. El progresismo socialista triunfa en Santa Fe y se desploma en la Capital Federal con nada menos que dos fuertes duplas Filmus-Kirchner y Tellerman-Carrió, de esto no se habla, nunca pasó.
Vivimos sumergidos en una maraña de falsas verdades, que condicionan juicios. razonamientos e iluminan soluciones, que partiendo de falsas premisas, multiplican los problemas. Personajes históricos endiosados o demonizados tanto desde un extremo del arco ideológico o del otro. Casi excepcionales son en nuestra tierra los que no hayan sido pintados de colores que nunca tuvieron, interpretados o traducidos por los que acarrean agua para su molino.
Para muestra, un botón. La producción agropecuaria, el campo, es cosa de terratenientes,”la oligarquía vacuna” ricachones soberbios que desprecian al pueblo y los humildes, generó un odio visceral a todo lo que oliese a bosta o pasto. Una bolsa en la que entran desde la Sociedad Rural hasta la producción y exportación de carnes y granos, pasando por pequeños productores y colonos. Que llega al extremo de la paradoja: multinacionales de granos buenas y productores malos o frigoríficos buenos y ganaderos malos.
Es el más evidente, por las objetivas consecuencias a que ha dado lugar esta “verdad”, como este hay cientos en todos los órdenes de la actividad.
Se recuerda el techo del 40% de Macri, no puede crecer; la capital es progresista y de izquierdas. La esterilización operativa de las FFAA, genocidas. La inseguridad producto en parte de una policía encadenada.
El verbo, la palabra, es la expresión del poder, FIAT, solo cuatro letras, con el se creó el universo y confundiéndolo se desperdigó, en Babel, toda la humanidad a los cuatro vientos. Es útil recordarlo y ante cualquier afirmación de una de esas verdades absolutas preguntarse ¿Por qué?
La verdad tal como la veo. Cada región o provincia tiene sus propias tradiciones políticas que no son ideológicas, sino adhesión a una dirigencia o partidismo, que es una relación personal o familiar. La antigua pertenencia al clan, tribu o linaje. Este fenómeno que es común a todos los pueblos, independientemente de creencias o desarrollo cultural o económico, tiende a licuarse en la actualidad del mundo moderno por las migraciones internas, externas y el desarraigo, sin que ello signifique un avance de la ideología sobre las lealtades personales.
Pretender otra cosa, en argentina, sería elevar a la categoría de milagro la derrota del socialismo y el progresismo en Buenos Aires, precisamente su tradicional bastión electoral, casualmente el núcleo receptor de las migraciones y el desarraigo. El progresismo socialista triunfa en Santa Fe y se desploma en la Capital Federal con nada menos que dos fuertes duplas Filmus-Kirchner y Tellerman-Carrió, de esto no se habla, nunca pasó.
Vivimos sumergidos en una maraña de falsas verdades, que condicionan juicios. razonamientos e iluminan soluciones, que partiendo de falsas premisas, multiplican los problemas. Personajes históricos endiosados o demonizados tanto desde un extremo del arco ideológico o del otro. Casi excepcionales son en nuestra tierra los que no hayan sido pintados de colores que nunca tuvieron, interpretados o traducidos por los que acarrean agua para su molino.
Para muestra, un botón. La producción agropecuaria, el campo, es cosa de terratenientes,”la oligarquía vacuna” ricachones soberbios que desprecian al pueblo y los humildes, generó un odio visceral a todo lo que oliese a bosta o pasto. Una bolsa en la que entran desde la Sociedad Rural hasta la producción y exportación de carnes y granos, pasando por pequeños productores y colonos. Que llega al extremo de la paradoja: multinacionales de granos buenas y productores malos o frigoríficos buenos y ganaderos malos.
Es el más evidente, por las objetivas consecuencias a que ha dado lugar esta “verdad”, como este hay cientos en todos los órdenes de la actividad.
Se recuerda el techo del 40% de Macri, no puede crecer; la capital es progresista y de izquierdas. La esterilización operativa de las FFAA, genocidas. La inseguridad producto en parte de una policía encadenada.
El verbo, la palabra, es la expresión del poder, FIAT, solo cuatro letras, con el se creó el universo y confundiéndolo se desperdigó, en Babel, toda la humanidad a los cuatro vientos. Es útil recordarlo y ante cualquier afirmación de una de esas verdades absolutas preguntarse ¿Por qué?
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