En medio de un silencio absoluto, no hay antecedentes de una situación similar, ni prójima siquiera. Elecciones Nacionales, que en éste caso van más allá que elegir un gobierno por cuatro años, elegimos mal que nos pese, si nuestro país permanece arrastrándose penosamente o desaparece.
Gobierno y oposición embretados en sus propias fábulas y mentiras. Unos inventaron una sucesión sin ningún argumento, cuando diariamente los índices que promocionan, demuestran que el país crece y crece, ama a sus gobernantes y quiere que continúen. La idea fuerza es insostenible “el cambio es profundizar lo mismo” en las ideas, si existieran y en el perfil, un desaforado agresor por una histérica amenazante; de la concertación de los propios a la inclusión de los amigos. En rigor lo que se profundiza y no cambia es la soberbia y el desprecio. Siendo inmostrable la sucesora, tiene su lógica exhibirla solo afuera, donde nadie la conoce ni le importa. No hay nada que decir, no es posible atacar a los que no existen, ni debatir con los mudos. Están todos disciplinados.
Los otros; saben que si alguno gana, pierde gobernando, calcularon que el objetivo era ser segundo y por cuatro años el líder de la oposición, sin arriesgar nada, ni exponerse a la avalancha que se viene. Como toda campaña autolimitada estaba condenada al fracaso, los intocables sin que moviesen un dedo se caen solos, por obra y gracia del ballotage se puede ganar sin quererlo. También se embretaron solos en la mentira y el histeriqueo: “quiero, pero ahora no”. No hay actos, concentraciones, movilización. El silencio es la consigna, hacer la plancha por treinta días. Para los desmemoriados la anticipó Macri a sus seguidores antes de las elecciones en la ciudad: no hagan olas.
Los argentinos azorados ante el silencio de todos y angustiados, porque hay conciencia de cuanto se juega y certeza que habrán de pagar la cuenta de la fiesta de la fraudulenta democracia electoral, obligados a optar entre la náusea y el asco.
Para unos y otros no es una elección general, solo una interna, en el gobierno para probar fidelidades de la propia tropa y la calidad de los felpudos opositores que compran; estos carentes de luces han vuelto a su primitivo objetivo, sin hacer olas, pagan con silencio poder ser segundones.
Prensa y analistas hacen malabares inventando enfrentamientos intrascendentes; De Vido o Fernández, solo tienen que demostrar quien se arrastra mejor y tiene la cara más dura. Allá siguen lidiando Rozas y Capitanich; Juez y Schiaretti, solo caras de la misma moneda, embaucando a todos.
No todas son malas, nos libramos que se rejuntaran nabos y perejiles, para hacer un atadito “unido y ganador” que hubiese sido una bolsa de gatos si ganaban.
Una gigantesca mentira de la que todos participan, menos los que eligen y de la que no se puede esperar razonablemente que salga algo bueno. Faltan treinta días y “cosas veredes Sancho…”
La opinión pública ya se expresó respetuosamente: ni vivas ni mueras: silencio absoluto. Si sus intérpretes no lo entienden y siguen tirando de la piola, recuerdo que el asco y la náusea no es una opción, ambos terminan en vómito.
Gobierno y oposición embretados en sus propias fábulas y mentiras. Unos inventaron una sucesión sin ningún argumento, cuando diariamente los índices que promocionan, demuestran que el país crece y crece, ama a sus gobernantes y quiere que continúen. La idea fuerza es insostenible “el cambio es profundizar lo mismo” en las ideas, si existieran y en el perfil, un desaforado agresor por una histérica amenazante; de la concertación de los propios a la inclusión de los amigos. En rigor lo que se profundiza y no cambia es la soberbia y el desprecio. Siendo inmostrable la sucesora, tiene su lógica exhibirla solo afuera, donde nadie la conoce ni le importa. No hay nada que decir, no es posible atacar a los que no existen, ni debatir con los mudos. Están todos disciplinados.
Los otros; saben que si alguno gana, pierde gobernando, calcularon que el objetivo era ser segundo y por cuatro años el líder de la oposición, sin arriesgar nada, ni exponerse a la avalancha que se viene. Como toda campaña autolimitada estaba condenada al fracaso, los intocables sin que moviesen un dedo se caen solos, por obra y gracia del ballotage se puede ganar sin quererlo. También se embretaron solos en la mentira y el histeriqueo: “quiero, pero ahora no”. No hay actos, concentraciones, movilización. El silencio es la consigna, hacer la plancha por treinta días. Para los desmemoriados la anticipó Macri a sus seguidores antes de las elecciones en la ciudad: no hagan olas.
Los argentinos azorados ante el silencio de todos y angustiados, porque hay conciencia de cuanto se juega y certeza que habrán de pagar la cuenta de la fiesta de la fraudulenta democracia electoral, obligados a optar entre la náusea y el asco.
Para unos y otros no es una elección general, solo una interna, en el gobierno para probar fidelidades de la propia tropa y la calidad de los felpudos opositores que compran; estos carentes de luces han vuelto a su primitivo objetivo, sin hacer olas, pagan con silencio poder ser segundones.
Prensa y analistas hacen malabares inventando enfrentamientos intrascendentes; De Vido o Fernández, solo tienen que demostrar quien se arrastra mejor y tiene la cara más dura. Allá siguen lidiando Rozas y Capitanich; Juez y Schiaretti, solo caras de la misma moneda, embaucando a todos.
No todas son malas, nos libramos que se rejuntaran nabos y perejiles, para hacer un atadito “unido y ganador” que hubiese sido una bolsa de gatos si ganaban.
Una gigantesca mentira de la que todos participan, menos los que eligen y de la que no se puede esperar razonablemente que salga algo bueno. Faltan treinta días y “cosas veredes Sancho…”
La opinión pública ya se expresó respetuosamente: ni vivas ni mueras: silencio absoluto. Si sus intérpretes no lo entienden y siguen tirando de la piola, recuerdo que el asco y la náusea no es una opción, ambos terminan en vómito.
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