Me niego terminantemente a repetir ese absurdo de violencia de género, el género es para la ropa y las palabras, salvo para vestirse no le va a las personas.
Releyendo la prensa europea de las últimas semanas me ha sorprendido el distinto trato que se le da a la cuestión; cotidiana y sensacional en España y casi inexistente en otras partes. O los Españoles conservan un grado de sensibilidad que Europa perdió o los hispanos se pasaron catorce pueblos, lo cual no es una cuestión personal ya que en estas tierras del Plata, más que pueblos nos hemos pasado varios continentes.
Recuerdo cuando ya hace unos años los especialistas en estas conductas socialmente desprolijas prohibían dibujos animados, aquel Coyote consumidor de explosivos Acme; Tom y Jerry o el gato y el ratón. No se podían vender en jugueterías soldaditos, escopetas, espadas y revólveres porque se les cargó el fardo de estos hechos.
¿Cuál fue el resultado de esta ridícula “campaña contra la “violencia”? Está claramente a la vista. Los chicos contentos, las piedras y las hondas son más baratas y al alcance de cualquiera, no hay que esperar ni el cumpleaños ni a los Reyes Magos. Cambiaron los dibujitos por señoritas violentas; Gatubela, los Angeles de Charlie y otras femeninas delicadezas. Las armas de juguete por culturales videojuegos “aplaste a ese viejo choto” o “100 puntos por cazar al bebe”.
No acierto a encontrar explicación para esta división de los hechos de violencia, que si es doméstica, en el tránsito o en la política, es violencia y punto. Tampoco resulta de alguna utilidad para resolver conductas delictivas que sus autores sean varones o mujeres, unos y otros son capaces de ejercer la violencia, de hecho y esto lo sabe bien cualquier policía forense o criminalista, son dos formas de violencia distinta, cuando se superan los límites de la irracionalidad extrema, por regla general se está ante un hecho pasional y su protagonista es mujer u homosexual, el hombre por lo común estalla ante situaciones extremas que superan sus limites de autocontrol, la mujer se especializa en llevar esos limites hasta el extremo, aún a riesgo de salir golpeada o lesionada. He conocido cientos de casos en el que incluso ese, era el efecto buscado para pasar de golpeada a ganadora. El hombre hiere o mata con el puño, cuchillo o un disparo, la mujer no golpea, usa la lengua que no deja marcas visibles. Si la cuestión pasa de la raya, con las uñas le basta y hasta en esto es distinta, el objetivo no es herir es dejar la marca, que en público le va a doler más al varón que el simple rayón de la piel. No se trata de machismo o feminismo, acéptese que no somos más que bestias humanas en espera de la ocasión para mostrar los dientes y las garras. Quienes hacen de esto “cuestiones de género”, como les llaman porque seguramente carecen de sexo, siguen meando fuera del tarro, como con los juguetes y los dibujitos animados y como es de esperar de un mal diagnóstico: velorio seguro.
En este tema como en otros, parece que es más importante instalar una cuestión ideológica que resolver la cuestión. Obsérvese que existe toda una categorización de víctimas; mujeres, pobres y minorías, si el victimario es el marido, un ricachón en un BMW o un rubiecito pecoso de ojos celestes, el cuadro del drama mediático está completo. No vamos a discutir que está lleno de malnacidos que se abusan de la impunidad de sus recursos o relaciones, pero una cosa no quita la otra. Si el victimario es un amigo o amante, un pobre repartidor de pizzas en bicicleta que se pasó un semáforo, o un criollo de pura cepa y la víctima era el marido o un pobre cristo que iba a su trabajo, no hay problema, es sólo para la estadísticaToda la humanidad en estos tiempos está viviendo al límite de su capacidad de tolerancia, esto y sus resultados están a la vista en cualquier parte. La casa es el ámbito privado donde todos al llegar desensillan, dónde por regla general uno tiene actitudes, pronuncia palabras y utiliza un tono de voz que durante el día y en público no se permite ni le permiten. Es el momento justo para que por un: “quítame de allá esas pajas” o algo mucho más pesado desencadene el cortocircuito que desde la mañana está evitando, no se trata de justificar ni a los violentos y desmadrados ni a los ridículos que buscan causas donde no las hay. Todos pareciéramos tener a flor de piel nuestros instintos animales más primitivos. No podemos olvidar que el ser racionales no suprime el instinto territorial, el de conservar la vida y la especie, únicamente lo modera y canaliza dentro de los necesarios parámetros de una escala de valores que nos permiten convivir y superar la Ley de la Selva, somos capaces de amar hasta más allá de nosotros mismos y ese es el tenue límite que nos separa de los animales, porque reconocemos un Dios o ser superior del que venimos y al que vamos, si suprimimos esa sutil diferencia, no habrá forma de parar la violencia y tengo toda la impresión que es el camino por el que vamos de la mano de sociólogos y expertos. Es más, creo que habría que suprimirlos, eso si sin violencia, que parezca un accidente.
Releyendo la prensa europea de las últimas semanas me ha sorprendido el distinto trato que se le da a la cuestión; cotidiana y sensacional en España y casi inexistente en otras partes. O los Españoles conservan un grado de sensibilidad que Europa perdió o los hispanos se pasaron catorce pueblos, lo cual no es una cuestión personal ya que en estas tierras del Plata, más que pueblos nos hemos pasado varios continentes.
Recuerdo cuando ya hace unos años los especialistas en estas conductas socialmente desprolijas prohibían dibujos animados, aquel Coyote consumidor de explosivos Acme; Tom y Jerry o el gato y el ratón. No se podían vender en jugueterías soldaditos, escopetas, espadas y revólveres porque se les cargó el fardo de estos hechos.
¿Cuál fue el resultado de esta ridícula “campaña contra la “violencia”? Está claramente a la vista. Los chicos contentos, las piedras y las hondas son más baratas y al alcance de cualquiera, no hay que esperar ni el cumpleaños ni a los Reyes Magos. Cambiaron los dibujitos por señoritas violentas; Gatubela, los Angeles de Charlie y otras femeninas delicadezas. Las armas de juguete por culturales videojuegos “aplaste a ese viejo choto” o “100 puntos por cazar al bebe”.
No acierto a encontrar explicación para esta división de los hechos de violencia, que si es doméstica, en el tránsito o en la política, es violencia y punto. Tampoco resulta de alguna utilidad para resolver conductas delictivas que sus autores sean varones o mujeres, unos y otros son capaces de ejercer la violencia, de hecho y esto lo sabe bien cualquier policía forense o criminalista, son dos formas de violencia distinta, cuando se superan los límites de la irracionalidad extrema, por regla general se está ante un hecho pasional y su protagonista es mujer u homosexual, el hombre por lo común estalla ante situaciones extremas que superan sus limites de autocontrol, la mujer se especializa en llevar esos limites hasta el extremo, aún a riesgo de salir golpeada o lesionada. He conocido cientos de casos en el que incluso ese, era el efecto buscado para pasar de golpeada a ganadora. El hombre hiere o mata con el puño, cuchillo o un disparo, la mujer no golpea, usa la lengua que no deja marcas visibles. Si la cuestión pasa de la raya, con las uñas le basta y hasta en esto es distinta, el objetivo no es herir es dejar la marca, que en público le va a doler más al varón que el simple rayón de la piel. No se trata de machismo o feminismo, acéptese que no somos más que bestias humanas en espera de la ocasión para mostrar los dientes y las garras. Quienes hacen de esto “cuestiones de género”, como les llaman porque seguramente carecen de sexo, siguen meando fuera del tarro, como con los juguetes y los dibujitos animados y como es de esperar de un mal diagnóstico: velorio seguro.
En este tema como en otros, parece que es más importante instalar una cuestión ideológica que resolver la cuestión. Obsérvese que existe toda una categorización de víctimas; mujeres, pobres y minorías, si el victimario es el marido, un ricachón en un BMW o un rubiecito pecoso de ojos celestes, el cuadro del drama mediático está completo. No vamos a discutir que está lleno de malnacidos que se abusan de la impunidad de sus recursos o relaciones, pero una cosa no quita la otra. Si el victimario es un amigo o amante, un pobre repartidor de pizzas en bicicleta que se pasó un semáforo, o un criollo de pura cepa y la víctima era el marido o un pobre cristo que iba a su trabajo, no hay problema, es sólo para la estadísticaToda la humanidad en estos tiempos está viviendo al límite de su capacidad de tolerancia, esto y sus resultados están a la vista en cualquier parte. La casa es el ámbito privado donde todos al llegar desensillan, dónde por regla general uno tiene actitudes, pronuncia palabras y utiliza un tono de voz que durante el día y en público no se permite ni le permiten. Es el momento justo para que por un: “quítame de allá esas pajas” o algo mucho más pesado desencadene el cortocircuito que desde la mañana está evitando, no se trata de justificar ni a los violentos y desmadrados ni a los ridículos que buscan causas donde no las hay. Todos pareciéramos tener a flor de piel nuestros instintos animales más primitivos. No podemos olvidar que el ser racionales no suprime el instinto territorial, el de conservar la vida y la especie, únicamente lo modera y canaliza dentro de los necesarios parámetros de una escala de valores que nos permiten convivir y superar la Ley de la Selva, somos capaces de amar hasta más allá de nosotros mismos y ese es el tenue límite que nos separa de los animales, porque reconocemos un Dios o ser superior del que venimos y al que vamos, si suprimimos esa sutil diferencia, no habrá forma de parar la violencia y tengo toda la impresión que es el camino por el que vamos de la mano de sociólogos y expertos. Es más, creo que habría que suprimirlos, eso si sin violencia, que parezca un accidente.
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