enero 30, 2006

Otra vez al filo de la navaja

Esta vez le toco al Casino Central de Mar del Plata, un principio de incendio y una colisión de un “Buquebus” en la entrada al puerto de Buenos Aires.
De cuatro a siete mil asistentes, ni existe precisión en esto. La frecuencia de estos episodios ya supera hasta la ley de probabilidades. Quizás nadie lo pensó porque siendo un Casino se da por sentado que los mecanismos de seguridad están muy aceitados, no se dejan cosas libradas al azar cuando hay dinero efectivo de por medio. La realidad mostró los mismos errores de siempre. De lo visto y declarado por los afectados surge que se sigue confiando en “Papá Estado”. Hay coincidentes declaraciones en ese sentido; siempre la culpa es de otro. Desde el “nadie dio indicaciones o explicaciones” hasta “no estaba señalizado por donde había que evacuar”
Una semana antes, la colisión de un buque contra un pesquero en el puerto de Bs. As. pudo terminar en otro siniestro de proporciones. Las quejas de los afectados fueron idénticas, la misma larga lista de violaciones a las normas de seguridad y la misma confianza e imprevisión de los eventuales afectados. En todos los casos las autoridades o responsables ausentes.
Todos sabemos que proveer seguridad es obligación del Estado, por si mismo o por el control de los prestadores de servicios, que ello sea así no exime que cada uno comience por cuidarse a si mismo, mucho más ante la increíble reiteración de hechos. Demarcación de rutas de evacuación, información previa acerca de que hacer etc. Es obligatorio hacerlo y el reclamar si no se hace también. En cualquier siniestro de este tipo debe preverse un corte de luz, por lo que las demarcaciones y demás sirven para poco. Hay un principio en seguridad que es sagrado: no se debe ingresar a un lugar en el que no se sepa por dónde salir, y no salir tipo paseo, salir en medio de un tropel desaforado por el miedo, salvo que haya recordado que la decisión debe tomarse un minuto antes. Si ingresó junto a diez o veinte personas, esa abertura no sirve para que en medio del pánico salgan cien y si para llegar a ella hay una escalera, el desastre está cantado. La ruta de escape debe estar indicada en las paredes o en el piso, pero es necesario que la tenga en su cabeza. Sin ser pájaro de mal agüero va a volver a pasar, será en un centro de compras, en un hotel, en un cine o teatro, o una escuela. Donde haya multitud están las condiciones dadas, o las evita o se cuida, encontrar culpables o sancionarlos no cura heridas ni resucita a nadie.
Si el estado no sabe como se forma el precio de la carne, que un novillo no se hace en 30 días, ni se puede acordar dónde depositó los millones de dólares de Santa Cruz, ¿cómo espera que se ocupe de los siniestros que siempre son consecuencia de una compleja cadena de errores y falencias?
Los riesgos están a la vista, preverlos es cuestión de cada uno.
Ha pasado un año de aquello de “Cromagnon” con 200 muertos, no hubo día que no fuera tapa de los diarios y todo sigue como entonces. Fue y sigue siendo instrumento de “vendettas” políticas. Las muertes fueron por inhalación de ácido cianhídrico, despedidos por el material “ignífugo” con el que se fabrican los paneles de aislamiento acústico. Ni la Legislatura de Buenos Aires ni el Congreso de la Nación han prohibido la fabricación y venta de esos elementos, que de hecho están en todas partes inclusive en su propia casa, no se incendian es cierto, pero matan antes que el fuego.
No le hago pronósticos siniestros, le cuento solamente. Hay nubes, las hormigas están enloquecidas, va a llover, por usted y por los suyos abra el paraguas.

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