Curiosidades de la política electoral.
Tenemos un paladín de pactos y acuerdos entre todos, para fijar políticas de estado a 30 años (léase encorsetar a la voluntad de cuatro gatos locos, los próximos siete periodos presidenciales) el tiempo de recambio de una generación; hay que ser claramente un egocéntrico profeta que conoce el futuro y aspira a perpetuarse hasta más allá de nietos por nacer, su nombre es Eduardo Duhalde, una gran cabeza hueca que dice ser el único que sabe y que puede gobernar.
Tenemos otro que nació disminuido, pequeñín, apenas un Ricardito Alfonsin por lo que se conforma con rejuntar minorías que piensan igual que el. Contrató al asesor de imagen y de campaña de Obama, del que dicen que es un mago, capaz de hacer que los blancos de EEUU voten a un negro, para que consiga que los argentinos lo votemos pidiendo más progresismo socialista, para seguir profundizando el modelo con su experimentada conducción. El que fue asesor de Narváez, un demócrata que solo trabaja para los políticos pobres.
Todo pequeño casi invisible y como cualquier cuzquito solo molesta y hace ruido.
Está el ingeniero de la ciudad rota, que promete lo que no puede ni sabe, hace y deshace, esta vez no promete nada (no pueden tomarse en serio la seguridad, ni el túnel viaducto bajo la 9 de Julio) pero garantiza que será más útil al país gobernando la ciudad que en la presidencia de la nación y para ello rejunta avalado por su experiencia en selección de personal a todos los impresentables mendigos que encuentra. Dicen que los ingenieros son lógicos, este es la excepción que confirma la regla.
Quedan dos incomprensibles féminas, una que no quiere ganar y otra que no quiere seguir.
¿Por qué no se irán a comprar trapos y se dejan de joder buscando lo que no quieren?
Nadie parece haberse enterado que hay una ola de hartazgo que recorre el mundo y no es para surfearla sino para escaparse, porque es tsunami.
En la otra orilla del charco nada parece distinto, desde hace años lo que se mueve en un lado, proyecta y mueve su sombra en el otro.
El PP, partido popular, progresista o como guste todos los nombres le vienen de perillas, el “triunfador” sabe y lo calla que esta es una victoria a lo Pirro, más que victoria es suicidio por eso festejan con sordina; jamás se vio tanto silencio por la debacle electoral de un gobierno repudiado por todos.
No saben cómo se hace mérito sin tener un malo enfrente para cargarle las culpas.
Son las democracias electorales de caudillos territoriales, nada distinto de la baja Edad Media. La que en su época desarrolló el sistema como recurso para fijar poblaciones a la tierra y muro para contener la anarquía contribuyendo a frenar la disolución de la civilización, ahora la mata. El problema es que pasó un milenio y corrió mucho agua bajo el puente, puede haber parecidos formales pero en esencia todo es distinto. ¿Son populares y progresistas o conservadores de fósiles?
Parecen únicamente preocupados porque el Zapatero se vaya rápido, sin caer en la cuenta que cuanto más tarde en hacerlo más arrastrará al abismo a su partido o ¿Ese es el temor? Que desaparezca el unicato bipartidista. Hoy por ti mañana por mí.
Todo parecido con nuestra realidad es puramente casual.
Obsérvese que un gobernador de Santa Fe solo porque su delfín fue el más votado en una primaria para elegir candidatos a gobernador, se cree habilitado para ser Presidente.
Sin ánimo de ofender, que Santa Fe haya dado grandes hombres al país es una cosa, pero ninguno pudo ponerse la Banda. Una pretensión intolerable para cordobeses, entrerrianos y bonaerenses. Nacieron sándwich no llegaran a bife de chorizo a caballo.
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