"Un incendio que arde" fue el título con clara doble intención con que me referí originalmente al siniestro episodio; aun no terminó de apagarse y todo lo escrito se demuestra, inefables mecanismos contra incendios que no funcionan, ordinaria repetición de lo ocurrido en otras partes del mundo, incendios intencionales sin culpables.
Finalmente el circo mortuorio no alcanzó a disminuir el desprecio de autoridades de la Nación y la Ciudad a los caídos
No fueron simples agentes, fue herida de muerte en beneficio de delincuentes, la familia de bomberos federales y voluntarios, en Río Tercero ya volaron una fabrica militar, arsenal y un pueblo para ocultar sus inmundicias, si ya se hizo con éxito ¿Por qué no repetirlo?
Hoy sobran documentos comprometedores en el banco Central, en el de Santa Cruz, en el Macro y Nación; en el puerto y aduana de BsAs y hay reconocidos especialistas internacionales en hacer que el trabajo parezca un accidente sin responsables.
Estas cuentas se pagan, jamás sabrán cuando, como, ni por donde viene, pero deben pagarla.
Hágase su propia idea, esto jamás se sabrá salvo casualidad o un buchón que pueda vivir lo suficiente para demostrarlo.
Para la Ciudad todo en orden, inspeccionado y probado, en verdad nada funcionaba
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