Me gusta fría la carne del puchero, osobuco en lo posible, esa que a fuerza de hervir se deshace en la boca y cuyo sabor se robó el puchero, guiso o sopa y se reemplaza sin mengua con mostaza Dijón.
También le hago honor al tallarin fino y extrachato con un generoso pesto, abundante manteca, perejil, ajo y albahaca; con la oliva solo me acuesto de tanto en tanto, me aburre.
Aprovechando el fin de semana para darle gusto al paladar que me pedía un cambio y de paso despuntar el vicio me fui de caza, empalagado de tanta política de corral.
Allá fui con perros por delante, morral, reflector y arma cargada.
Cayeron perdices copetonas o martinetas y liebres que para estas horas ya son escabeche buscando su punto; de pronto un par de ojos devolvían la luz, no eran de gato, perro ni cristiano que no tiene ese truco, en un instante se desencadenó el reflejo, culata al hombro, la mira en medio de los ojos y ¡¡¡BUUUM!!! Ni se enteró que pasaba, hasta para matar se debe ser piadoso.
Como el comer es compartir, Señoras y caballeros el cuatro patas asado y trozado está en la mesa esperando le hagan honores; Es originario de España pero tanto vale allá como acá o en cualquier parte, por eso el convite: a la mesa.
Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen, la salsa es política.
De la demagogia socialista a la ministra pija
Tiene sustancia y vale en todas partes por eso lo pongo en la mesa.
Una cosa es creer o confiar en una cosa u otra y otra cosa es que lo obliguen mediante extorsión económica elegir lo que ellos quieren sin saber nada de la cuestión; como en todos los órdenes solo son dos caras de la misma moneda, el antiguo juego del bueno y el malo o de policías y ladrones.
Ana Mato, la ministra pija del Gobierno, ha resultado ser una hippie vestida de Loewe que escucha a The Who en el coche oficial y lee a Allen Ginsberg en el sofá de casa. La titular de Sanidad ha propuesto a los ciudadanos que traten sus dolencias leves con las hierbas que crecen en el campo para rebajar la factura farmacéutica. Sin necesidad de consultar a los médicos ha decidido que la Seguridad Social deje de subvencionar 456 medicamentos porque tienen escaso valor terapéutico y la gente abusa de ellos; sobre todo esos peligrosos poli medicados que son los abuelos.
Si todos esos fármacos no curan ni alivian enfermedades, Ana Mato debe explicar por qué Sanidad autorizó su comercialización a las empresas farmacéuticas, y por qué los médicos llevan años prescribiéndolos. La decisión es económica y no terapéutica; no pretende mejorar nuestra salud, sino gastar menos. Como alternativa a tanto medicamento inútil la ministra naturópata propone a los enfermos que acudan al herbolario para paliar sus males con productos naturales. “Sacaremos del vademécum medicamentos de escaso valor terapéutico que se pueden sustituir con alguna cosa natural”, dijo esta misma semana con su habitual facilidad de palabra. No se trata solo de ahorrar, sino de “poner en valor lo que tiene mucho valor, porque no hay cosa que tenga más valor que una medicina que cura enfermedades…” Está claro ¿no?
Para qué tomar Toseina y Romilar si tenemos madreselva como antitusivo de amplio espectro que actúa a un tiempo contra la tos, el asma, el resfriado, la bronquitis y la gripe. Y qué me dicen de la manzanilla, era infusión aromática que nos ayuda a hacer la digestión, alivia el dolor de estómago y es estupenda para el flato. Y la melisa, y la menta poleo, y hasta el perejil, que abre el apetito y evita la formación de cálculos en el riñón. En cualquier herbolario le informarán mejor que yo sobre el remedio para su mal concreto, y si no es amigo de infusiones le dispensarán estos remedios caseros en cápsulas para que no le dé el mono.
La medida es una más de un Gobierno que para recortar gastos ha decidido jugar con nuestra salud. A este desembolso, ya sea de botica o herbolario, hay que añadir el coste que va a tener para el bolsillo de los ciudadanos el copago sanitario. Los pensionistas, para quienes las medicinas eran gratuitas, tendrán que rascarse la pensión y pagar el 10%, con un límite de entre 8 y 18 euros mensuales, según su renta.
Quienes tiene nómina (¡bendito sea el Señor!) pagaban hasta ahora el 40% del precio de los medicamentos (el 60% restante lo subvenciona el Estado), porcentaje que se incrementa hasta el 50 y el 60% según sus ingresos. ¿Saben por qué?, porque “la sanidad no es gratuita”, y menos con la "herencia de gasto descontrolado y deuda terrible” que los felones socialistas han dejado al nuevo Gobierno, en palabras de la ministra verde. Al parecer, también en gasto sanitario hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: un almax por aquí y un eferalgan por allá. El efecto inmediato será que los enfermos pidan al médico que les recete otras medicinas que tengan efectos similares y estén subvencionados por Sanidad, y que probablemente serán más caros.
Ver todo el artículo de Ana Mato, la ministra pija del Gobierno, ha resultado ser una hippie vestida de Loewe que escucha a The Who en el coche oficial y lee a Allen Ginsberg en el sofá de casa. La titular de Sanidad ha propuesto a los ciudadanos que traten sus dolencias leves con las hierbas que crecen en el campo para rebajar la factura farmacéutica. Sin necesidad de consultar a los médicos ha decidido que la Seguridad Social deje de subvencionar 456 medicamentos porque tienen escaso valor terapéutico y la gente abusa de ellos; sobre todo esos peligrosos poli medicados que son los abuelos.
Si todos esos fármacos no curan ni alivian enfermedades, Ana Mato debe explicar por qué Sanidad autorizó su comercialización a las empresas farmacéuticas, y por qué los médicos llevan años prescribiéndolos. La decisión es económica y no terapéutica; no pretende mejorar nuestra salud, sino gastar menos. Como alternativa a tanto medicamento inútil la ministra naturópata propone a los enfermos que acudan al herbolario para paliar sus males con productos naturales. “Sacaremos del vademécum medicamentos de escaso valor terapéutico que se pueden sustituir con alguna cosa natural”, dijo esta misma semana con su habitual facilidad de palabra. No se trata solo de ahorrar, sino de “poner en valor lo que tiene mucho valor, porque no hay cosa que tenga más valor que una medicina que cura enfermedades…” Está claro ¿no?
Para qué tomar Toseina y Romilar si tenemos madreselva como antitusivo de amplio espectro que actúa a un tiempo contra la tos, el asma, el resfriado, la bronquitis y la gripe. Y qué me dicen de la manzanilla, era infusión aromática que nos ayuda a hacer la digestión, alivia el dolor de estómago y es estupenda para el flato. Y la melisa, y la menta poleo, y hasta el perejil, que abre el apetito y evita la formación de cálculos en el riñón. En cualquier herbolario le informarán mejor que yo sobre el remedio para su mal concreto, y si no es amigo de infusiones le dispensarán estos remedios caseros en cápsulas para que no le dé el mono.
La medida es una más de un Gobierno que para recortar gastos ha decidido jugar con nuestra salud. A este desembolso, ya sea de botica o herbolario, hay que añadir el coste que va a tener para el bolsillo de los ciudadanos el copago sanitario. Los pensionistas, para quienes las medicinas eran gratuitas, tendrán que rascarse la pensión y pagar el 10%, con un límite de entre 8 y 18 euros mensuales, según su renta.
Quienes tiene nómina (¡bendito sea el Señor!) pagaban hasta ahora el 40% del precio de los medicamentos (el 60% restante lo subvenciona el Estado), porcentaje que se incrementa hasta el 50 y el 60% según sus ingresos. ¿Saben por qué?, porque “la sanidad no es gratuita”, y menos con la "herencia de gasto descontrolado y deuda terrible” que los felones socialistas han dejado al nuevo Gobierno, en palabras de la ministra verde. Al parecer, también en gasto sanitario hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: un almax por aquí y un eferalgan por allá. El efecto inmediato será que los enfermos pidan al médico que les recete otras medicinas que tengan efectos similares y estén subvencionados por Sanidad, y que probablemente serán más caros.
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